31 de agosto de 2009

Con sabor a despedida

Se acabó. O al menos, el controvertido periodo estival nos regala ya sus últimos coletazos. Por fin, dicen muchos, aburridos de lidiar con sus hijos durante las 24 horas del día y con la única compañía de temperaturas sofocantes que en nada ayudan a pasar este calvario. Oficialmente, hasta finales de septiembre no nos mudamos a otra estación, menos lúdica y más refrescante, pero es pasar la página de agosto en el calendario y las sensaciones cambian. Y eso que las tradicionales vacaciones de verano cada vez se extienden más hasta septiembre, sobre todo en aquéllos que no tienen responsabilidades de índole filial. Hasta la fecha, todavía una minoría.

Por tanto, llega el noveno del año y en la cabeza cambia el chip: se deja de pensar en la ropa de baño, las sardinas a la plancha al borde del mar y los interminables paseos bajo la luz de la luna, al estilo más rebelde. Ahora toca volcarse en la vuelta al cole de los más pequeños, el regreso a la rutina de los mayores, la excesiva lista de nuevos propósitos, que en eso quedarán, y la selección del coleccionable que toca comenzar. Es así. Si cada año nos martirizan con las mil y una posibilidades que existen en el quiosco por algo será, al final acabamos sin remedio entre sus redes.

Algunos, los más afortunados -aunque no lo sepamos apreciar- todavía disfrutamos de un completo asueto durante todo el verano, con el único compromiso de añadir actividades ligeras a una agenda carente de responsabilidades. Para nosotros, las vacaciones arrancan a la par que las Hogueras de San Juan, pese a que las pruebas más rezagadas nos perturben las noches de fiestas y las resacas diurnas; mientras que el toque de queda nos da más libertad. En mi caso, coincide con la visita a los «Sanfermines chicos», ya que a la vuelta de Sanse, la cabeza comienza a ajustar horarios, elegir y descartar materias docentes y decidir las actividades complementarias para aprovechar al máximo un nuevo curso.

El político (al curso, me refiero) ya ha dado sus primeros pasos. La reunión entre el presidente -metido a hombre anuncio- y el monarca en tierras baleares ha situado en verde el semáforo. Sin embargo, en un 2010 sin comicios electorales previstos, la actualidad va a diferir de los anteriores años, donde cada movimiento tenía un fondo y una forma que daban pie a variopintas interpretaciones. Tenemos por delante unos meses donde la gripe A va a monopolizar la atención mediática, y permitirá darle un color político en función de cómo se desarrolle, aunque las previsiones no son muy alentadoras. Pero no todo van a ser virus de laboratorio. En Alicante, el Plan General de Ordenación Urbana seguirá dando titulares, junto a los vaivenes que depare Rabasa y sus ramificaciones, con la multinacional sueca al frente. En la provincia, las miradas se dirigirán a Benidorm, donde las apuestas circulan, pese a los intentos de los socialistas con sede en Blanquerías y Ferraz de cerrar una polémica de un carácter demasiado local. Más allá de la línea que marca Dénia, la espera a la decisión del Supremo se hará larga, y con ella la situación de parón gubernamental que vive la Comunidad. Sobre la oposición, tanto en el ámbito más próximo como en el autonómico, habrá que darles algo de tiempo, pese a que no lo pidan por simple modestia. Y en España, más de lo mismo. Disputas y más disputas, escuchas y amenazas, proyectos y pocas realidades... que tan sólo permiten a los ciudadanos protagonizar acalorados debates. Las perspectivas, por tanto, no traen demasiado optimismo.

En esta revista, la bandera a cuadros está a punto de bajar, y dar así por concluido el periplo más tradicional del Matxo del Castell. Con sabor a despedida, llega la última parada. Reconozco que desde el primer día -allá por julio- he pensado y podido imaginar que todo lo que empieza tiene un final... Yo me apeo aquí. Ustedes, si hacen el favor, sean fieles. Sigan por estos lares. Será todo un placer.

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Y hasta aquí ha llegado esta experiencia. Arrancó a mediados de julio, tras recibir una llamada desde las altas esferas, que me llenó de orgullo a la vez que de presión. Al final, los textos están ahí, mejor o peor, todos cuentan lo que pasaba por mi cabeza en esas fechas. Hoy, con la escasa perspectiva que me ofrece el tiempo, me quedo con el artículo que se fraguó en el recital de Serrat. Lo dicho: Un gusto. Ojalá, en un futuro, disfrute de otra oportunidad similar.

24 de agosto de 2009

¡Abajo la improvisación!

«El primero de los humanos… a 62 centésimas. Es increíble!» Esta frase -desconcertante en una primera lectura- corresponde a un comentarista deportivo, y se refiere a Alonso Edward, el velocista panameño que entró segundo en la final de los 200 metros lisos del reciente Campeonato del Mundo de Atletismo en Berlín. La victoria, como no podía ser de otra manera, fue a manos de Usain Bolt, más conocido como el extraterrestre, según un reciente «convenio» alcanzado por la mayoría de medios de comunicación. El protagonista de la semana ha sido, por tanto, un joven de 23 años, con residencia y sangre jamaicana. En él, como la mayoría de los triunfadores, convergen cualidades innatas y una sacrificada dedicación. Algo así vinieron a decir las primeras declaraciones de, en la actualidad, la palentina más universal. Marta Domínguez consiguió romper los pronósticos y vestirse de oro en la prueba de los 3.000 obstáculos, y ya con la medalla en su haber aseguró: «Es una recompensa al trabajo bien hecho y a muchos años de esfuerzo». Es decir, a una preparación prolongada en el tiempo, un plan de trabajo milimétrico y un mundo de sinsabores. Y aún así, pese a la experiencia, los resultados a veces dan la espalda, como pudo comprobar la propia Marta cuando en los Juegos de Pekín tropezó con una valla y cayó al suelo. Y, con ella, un objetivo programado cuatro años atrás. O, más reciente, la mediofondista Natalia Rodríguez, que fue ayer descalificada de los Mundiales tras vencer en una polémica carrera de los «milqui». Sueños rotos respaldados en el trabajo.

Pero no siempre llegan arriba los más preparados. Ni tampoco todos los exitosos líderes mundiales llevan consigo un patrón a seguir. Por ahí se dejan ver las actuaciones imprevistas. En ocasiones, esta espontaneidad puede llegar a ser una cualidad a valorar. Pero no me viene a la cabeza ningún personaje que se mantenga arriba -en la élite- sustentado tan sólo en decisiones tomadas en «cero coma». Esta improvisación ha sido, tal vez, una de las palabras más escuchadas en la actualidad política de los últimos días en España. Un periodo eminentemente vacacional, marcado por las propuestas -unas más oficiales que otras- lanzadas desde el Ejecutivo central con tal de poner coto a la actual situación económica.

Algunas tiene su lógica, otras nacen con fallos estructurales y las últimas -y no por ello las más escasas- son simples disparates fruto de esa citada improvisación. Vamos con las tres más controvertidas: los 400 y pico euros para los «afortunados» que agotaron el subsidio en agosto, la subida de impuestos para las rentas más altas y la congelación del salario a los funcionarios de cara al próximo año. Excepto la primera, que fue anunciada por el propio presidente del Gobierno en su retiro canario para recular poco después dada la agitación social, el resto de iniciativas han encontrado oposición desde varios frentes pese a ser simples «avisos a navegantes». Se intuye que si se acaban aplicando en un futuro sufrirán tantas modificaciones que al final en poco, o nada, se asemejarán al anuncio inicial. Cosas de una política hecha a salto de mata. Pero hay más.

Existe algo peor que tomar una decisión y dar marcha atrás pocas horas después. Y, ajenos a nuestra voluntad, estamos siendo testigos de excepción. Se puede tomar tal decisión relacionada, por ejemplo, con el cobro de un subsidio de desempleo y admitir el error dada la descabellada medida de un hipotético carácter social; se puede dejar pasar apenas unos días y soltar el globo sonda de una futura subida de impuestos a las rentas más altas para poner remedio a la primera chapuza (dícese la relacionada con la cobertura a los desempleados); se puede recoger el calado popular de la idea, dejar que se deslice entre la frágil memoria ciudadana y buscar otra opción que satisfaga a más personas, o al menos, provoque un mitigado descontento...

Sin perspectiva temporal, creo que han abierto el cajón equivocado: demasiados funcionarios a sueldo... Y sin olvidar las bajas laborales relacionadas con la gripe A. Se nos presenta un agitado otoño-invierno. ¡Qué empiece ya!

17 de agosto de 2009

Con plumas guiadas

Una agenda personal repleta -tanto sea de las clásicas en papel como de las más modernas en soporte digital- sugiere una etapa vacacional, donde el ocio se impone a cualquier otra faceta de esa rutina que marca la vida. En ocasiones, somos tan ambiciosos que una época de hipotético descanso pasa a ser -casi por obra ajena- una lista interminable de citas, que arrancan casi en el amanecer y se prologan hasta bien entrada la noche. A veces, incluso, apuramos las primeras horas de la madrugada, pagando el esfuerzo físico (y psíquico) en jornadas posteriores. Peajes de la vida...

Entre estos planes, existen varios tipos. En primer lugar, los caprichosos, que dependen de los invitados y que por norma sufren más de una modificación hasta contentar a los presentes (y no provocar así ningún ausente). Verbi gratia: Una cena con amigos. Luego están los recurrentes, sin fecha ni casi hora, como un garbeo nocturno por el paseo marítimo, disfrutando de una tímida brisa que se resiste a entrar en casa. Y como no es plan de confeccionar aquí una lista interminable de opciones, vamos a por la última: las citas del sí o sí. Es decir, aquéllas que se dan un día, en un lugar y a una hora determinada. Esas oportunidades que te hacen pensar dada la imperfección del calendario: ¿Merece la pena asistir?, ¿seguirán ofreciendo un espectáculo como antaño?, ¿nos arriesgamos a ver qué tal resulta el experimento?... Y así, preguntas y más preguntas. A veces, tantas que dejamos pasar oportunidades únicas. Como estuve, a punto, de vivir en primer persona hace algún tiempo. Rebuscando entre las actividades culturales que se ofrecían este verano en Alicante, di con una actuación flamenca, en un escenario inmejorable y en una fecha idónea. La artista venía desde Cádiz para ofrecer una versión muy flamenca de «Juana la loca». ¡Y era en día laborable! Un detalle irrelevante para los afortunados que disfrutan de sus vacaciones o del ocio en fin de semana. Algo ajeno a mí y a los de mi especie, que hemos decidido trabajar los días habilitados para el descanso. Y todo por llevar la contraria, no crean. ¡Y a Dios gracias!, como rezaría aquél. Tras darle algunas vueltas, decidí adquirir las entradas. El coste, para qué engañarnos, era un aliciente: por apenas un puñado de euros, casi dos horas de espectáculo. Hasta un simple refresco, en cualquier terraza de la costa, tendría una dura pugna para vencer al precio (casi de saldo) de estos tickets.

Así, las entradas reposaron durante semanas en mi casa, hasta que llegó el pasado jueves. La cita, y no era la única del día, claro está, nos emplazaba a las diez de la noche en el Tossal de Manises. Un lugar tan mágico, como poco célebre en la ciudad. Apuesto que muchos alicantinos nunca han visitado este enclave histórico, que en verano se convierte en un no parar de música, teatro, danza... Durante la pasada noche, el cielo se presentaba con ciertos toques estrellados y el fresco airecillo llegó a hacernos dudar de que estuviéramos en pleno agosto. Tan sólo faltaba que la artista de San Fernando saltara al escenario. Lo hizo como es ella, con carácter. Una sensación que se mantuvo durante la actuación y consiguió que el público, tan concentrado, sólo se abstrajera de la historia durante las repetidas ovaciones.

A la salida del yacimiento, aún recordando el dramático final de la reina castellana, me planteé cómo volver a casa. Pensé en el tranvía, pese a no ser el medio de transporte más cómodo para salir del Tossal. Aún así, me apetecía viajar a través de esos raíles que están dotando -a pasos agigantados- de personalidad a la ciudad. A esas horas y con el cielo teñido de luto, la intención no era otra que recordar al conseller más alicantino de los habidos hasta la fecha. De él se ha escrito casi todo. Y, por norma, con plumas guiadas por el corazón. Como en toda buena historia de amor.

12 de agosto de 2009

Un adiós prematuro

Cuando ayer me informaron de la muerte de José Ramón García Antón no pude creérmelo. Hacía pocos minutos que había sucedido el fatal desenlace, y aún los medios de comunicación digitales no se habían hecho eco de la noticia… Así que, pese a confiar en mi informador, mantuve le esperanza de que todo fuera un mal entendido. Como es obvio: era verdad. O, una putada, según se vea.

Entre los muchos artículos que destacan hoy el cariz humano de este atípico conseller, me quedo con estas líneas del director de Información, que para mí reflejan lo que ha sido José Ramón en sus apenas seis décadas de vida. Desde aquí, un pequeño recuerdo a una persona sencilla, hecho del que puedo dar fe en todas las ocasiones en las que nuestras respectivas profesiones nos han unido. Hay otro texto, éste más íntimo, que escribe un buen colega de José Ramón, y un excelente periodista, que ha hecho un alto en su periodo vacacional para hacer un homenaje a «su amigo», que también recomiendo. En fin, como decía, aquí «Un político, un caballero», de JR Gil.

Decían que era un técnico. Lo decían cuando querían ningunearle. Pero el que murió ayer fue el hombre que durante más de veinte años ejerció de actor principal en un debate tan agrio como el del agua sin perder jamás la compostura y también el que ideó, programó y ejecutó algunas de las infraestructuras que han cambiado, para bien, esta Comunidad, que era una y ahora es otra, mejor vertebrada. Así que ayer no murió un técnico, sino un político de amplias miras. Lo que ocurre es que, además, era un caballero, y eso sí que es verdad que no se estila.

José Ramón García Antón, conseller de tantas cosas y tan importantes que le robarían espacio a esta columna, murió ayer con las botas puestas. A él, que siempre estaba en trance de dejarlo todo y retirarse a disfrutar de su familia y sus amigos, fue la vida quien le dejó. Pero lo que no se puede negar es que falleció como había vivido: trabajando. Porque era, sobre todo, un trabajador infatigable. Y leal hasta las últimas consecuencias. Lo fue con los primeros alcaldes de la transición, cuando asumió la responsabilidad de las obras hidráulicas en una comarca como la Marina Baixa y un ayuntamiento como el de Benidorm, que había visto cómo la falta de recursos había estado a punto de enterrar la ciudad y sus rascacielos para siempre. Lo fue luego con el PSOE, que le encargó ese mismo trabajo a escala provincial. Y con el PP, tanto con el PP de Zaplana como con el de Camps, los presidentes que definitivamente le obligaron a ponerse en primera fila haciéndole miembro, insustituible, de sus gobiernos. A ambos les pagó no sólo con compromiso, sino sobre todo con efectividad. Fue, y me da igual lo polémica que pueda resultar la afirmación, el conseller más eficiente que ha tenido la Generalitat Valenciana en los últimos doce años. Y lo fue sin oropeles ni aspavientos.

Involuntariamente, se va prestando un último servicio: Camps ya no podrá eludir la imprescindible remodelación de su gabinete, paralizado casi desde su nacimiento y poblado de políticos quemados. Lo malo es que nos deja la triste sensación de que con su marcha, componga con quien componga el presidente de la Generalitat el nuevo gobierno, Alicante saldrá perdiendo.

10 de agosto de 2009

Con resignación

No sé si corresponde decirlo. Y, de serlo, si éste es el atril adecuado. Supongo que sí, ya que parece idóneo para elevar esos pensamientos que nos alteran en esta época veraniega, en la que el relax debería anestesiarnos. Juan José Millás recurriría a los preceptos recomendados por su psicoanalista de cabecera para traer hasta aquí dos especímenes que, más de uno, desearía verlos extinguidos. Y no hace falta enarbolar la bandera anarquista con pasión, tan sólo hacer gala de cierto sentido común. Que no es poco...

Lo dicho. Comienzo la terapia. Me siento en una cómoda butaca; fijo la mirada al frente, en un espejo que me observa desconfiado; y doy forma a la frase inicial, esencial según los expertos en todo soliloquio... Y allá voy: Me superan las facturas y detesto los trajes. ¡Qué le vamos a hacer! Pero hay algo peor: Me aburre la Justicia. No es desconfianza ni incredulidad ante sus últimas actuaciones, sino una sensación de hastío que se acrecienta cada vez que se presentan personajes relevantes del panorama socio-político ante el supuesto «Ojo de la Ley». Dice verlo todo. Yo disiento.

Podemos decir, sin ánimo a equivocarnos, que todo es un «deja vu» continuo. Cualquiera, mínimamente informado, tiene la capacidad de comentar: «Este final me resulta conocido, si no familiar». ¿A qué me refiero? Vean. ¿Muchos de ustedes dudaban de la inocencia del Molt Honorable? O al menos, de que el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana iba a encontrar alguna interpretación legal para desligar su cargo de su capacidad de favorecer a empresas y/o personas de las que pudiera o pudiese recibir dádivas...

Y qué les parece si, para escapar de la acusación de sectarios, echamos la vista atrás apenas unas semanas: ¿Alguien aventuraba un final distinto al archivo en la querella interpuesta contra el alcalde Soler? Iluso de aquél que desligara la responsabilidad en el pago de unas facturas de los funcionarios. En este caso, y sin que sirva de precedente, los más indefensos de la película.

La resolución de ambas causas se presuponía. Pero aquí no pasa nada. Ambos mintieron: uno negó en un principio el pago con dinero público de facturas del Grupo Socialista y el otro renegó de su íntima amistad con «El Bigotes». Y todo sigue igual. Al primero le salvó el dolo, o mejor dicho la ausencia de esa voluntad deliberada de cometer un delito a sabiendas de su ilicitud, según «palabras» de la Audiencia Provincial. Al segundo le ha puesto a buen recaudo -por el momento- su «amigo del alma», quien ejerce a la vez de presidente del TSJ. Un dato tal vez reiterativo, pero que conviene recordar.

Los dos fueron imputados, y ambos siguen en sus despachos. Sin inmutarse. A Soler se le acusó de prevaricación y malversación de caudales públicos. Al final, todo quedó en un simple fallo administrativo. A Camps, de cohecho. Y el Tribunal Supremo tendrá la última palabra, pero el Superior de Justicia de Valencia ya se ha encargado de recurrir a cierta inexistencia (¿?) de competencias para dar carpetazo al asunto. ¿Curioso? Bueno, alguna tecla debían tocar.

Y qué decir de las reacciones a tales decisiones judiciales. Las de índole político dan la impresión de estar cortadas bajo el mismo patrón. Tan sólo cambia el titular de la frase, ya que los vencidos de ahora disfrutaron de su fiesta allá por finales de junio. Y viceversa. El alcalde opinó tras el auto de la Audiencia: «Se ha hecho justicia al clarificar la verdad. Durante cuatro meses he tenido que soportar todo tipo de calumnias e injurias». Apenas cinco semanas después, le ha llegado el turno al Molt Honorable. ¿Y qué ha dicho? Aún lo recordarán. Pero, si no es así, no se angustien, lean: «Por fin ha terminado todo», se limitó a decir. Para qué más.

A estas alturas, me rindo. Diga lo que diga la psicoanalista, sólo queda adoptar los preceptos de todo un experto en la materia. Sí, Carlos Fabra. Apunten. Recomienda «aguantarse». Cometido del ciudadano, que ve -ya sin incredulidad, por desgracia- cómo hace falta ostentar (y también vale detentar) cierta posición social para contar con ese amparo judicial. También aconseja «joderse». Algo que toca muy de lejos a los políticos, que se jactan de un sistema judicial que, si hoy les perjudica, mañana les sonreirá. Y, por último, sugiere «resignarse». A ello voy, si me lo permiten.

6 de agosto de 2009

Un método infalible

Desde hace varios meses, Rupert Murdoch nos lleva «amenazando» con que, más pronto que tarde, se cobrará por acceder a las webs de noticias de los medios pertenecientes a su imperio, News Corporation. Una cita que ya tiene fecha: a partir del próximo verano. El magnate australiano se ha posicionado, durante la presentación de los resultados del último trimestre fiscal, a favor de reorganizar el sector de la prensa mediante la introducción de tarifas de acceso a las webs de noticias. En este sentido, ha declarado que «la era de la libertad para todos en las noticias online» ha terminado. No obstante ha asegurado que competirá con el resto de digitales lo que hará, a su entender, a sus contenidos «mejores y diferentes». Y todo porque «El periodismo de calidad no es barato».

Traigo todo esto a colación de la noticia más curiosa de la jornada. No está en la sección de Cultura, ni Sociedad y mucho menos de Economía. En realidad, resulta complicado catalogarla. Se podría introducir el asunto con: «Varios diarios online del Grupo Edicosma mantienen en sus portadas, desde esta mañana, imágenes pornográficas e incongruentes con la noticia que ilustran». Unas webs que hoy se presentan más «sugerentes» que de costumbre, lo que ha hecho que estén en boca de toda la blogosfera. Supongo que no ha sido el objetivo, pero este tipo de fórmulas resulta ideal a la hora de captar visitas al instante. Ni cobrar por acceso ni grandes estrategias empresariales... Eso sí, con este método, el usuario durará lo justo en la web, lo necesario para echarse una risas y alegrarse (si toca) la vista.

Será casualidad, pero entre las portadas picantes están la de los «Diarios de… Barcelona (censured), Marbella (censured), Madrid (no tan censured), Torremolinos (censured)… Vamos, casi todas menos Alicante, que tan sólo es capaz de llevar al portal una imagen de Xabi Alonso, con su nuevo atuendo madridista. ¡Qué poco morboso!

En fin, explica la empresa que reúne todos estos diarios digitales, Grupo Edicosma, que «está formado por 238 diarios nacionales e internacionales, así como destacadas publicaciones especializadas..., y es un referente de los grupos de comunicación on-line».

¡Como para no serlo…! Luego vienen los expertos de turno y acusan a los sites de Vocento (La Verdad y compañía) de utilizar métodos legales -pero no muy morales- a la hora de atraer público a los digitales… ¡A ver qué valiente abre la boca ahora! Para criticar… me refiero.

5 de agosto de 2009

Los medios: únicos culpables

Las primeras críticas llegaron el mismo lunes, pero la actualidad informativa se las acabó devorando. Ahora, con más tiempo, leo que «La Asociación de la Prensa de Madrid (APM), la Unió de Periodistes Valencians y la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (Fape) critican que el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, hiciera pública a través de un vídeo su reacción al carpetazo judicial a su implicación en el Caso Gürtel».

La citada grabación incluía una declaración institucional de Camps sobre la decisión del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV) de archivar su causa por un presunto delito de cohecho. Una fórmula para evitar las preguntas y enfrentarse, por ende, a los periodistas.

Por desgracia, es una práctica habitual del Molt Honorable. Aunque no exclusiva de él. Cada vez resulta más común que en las ruedas de prensa no estén admitidas las preguntas o que, por ejemplo, en los mítines políticos la señal sea única y facilitada el partido político en cuestión. Una perversión total de la libertad de prensa.

Llegados a este punto, abogo por que el error no es de los políticos (ellos serían los responsables, en todo caso, pero no los únicos culpables) sino de los medios de comunicación que permiten este tipo de prácticas. Si hubiera cierto corporativismo -o unión, como queramos llamarle-, los periódicos, radios, televisiones se tendrían que negar a informar siempre que se vulnere el ejercicio profesional de los periodistas.

Omitamos cualquier acto que seccione la libertad del periodismo. Pronto cambiarían las tornas. Seguro. O, mejor, acudamos a esos eventos e informemos de que fulanito no permite preguntas o que menganito impide grabar imágenes propias a cada medio… ¡Qué pronto se solucionarían estas prácticas tan poco democráticas! Aunque lo fácil (cómodo) es «ladrar», pero en voz baja, no se vaya a crear un estruendo desmesurado.

3 de agosto de 2009

Casualidad... o no

Con la única compañía de un refresco, que reposaba sobre la mesa de la terraza, ojeaba la otra noche las últimas noticias publicadas en los diarios digitales. Apenas había novedades. Así que, rebuscando entre las más leídas, llegué hasta una enérgica protesta del Ayuntamiento de Benidorm contra el programa de TVE «Comando Actualidad» por degradar la imagen de la ciudad en el reportaje «El triángulo de las Bermudas». Este espacio visitó tres de los enclaves turísticos por excelencia del país: Benidorm, Marbella e Ibiza. Una comparación odiosa si tenemos en cuenta que la visitante más ilustre que recibe Benidorm durante el periodo estival se apellida Esteban y vive en el San Blas más castizo. ¡Con mala tarjeta de presentación acudimos a la cita!
En esas, recibí un mensaje en el móvil. Una amiga me avisaba de la presencia de la Explanada de Alicante en el citado programa de televisión. Ella, como todo aquél que me conoce, es consciente de la admiración que profeso por mi ciudad... Así que no logré resistirme y fui en busca del mando a distancia. Tras descartar unos cuantos aparatos, di con el deseado. Puse «La 1» y me enfrenté al asunto en cuestión. Tenía miedo.

Como es habitual, retrataron aquello que mejor les encajaba, dada la idea original del reportaje. Dejaron a un lado cualquier aspecto saludable de la ciudad -que haberlos haylos- y se centraron en destacar la «Cara B» de Alicante. Bajo el título «Al sol que más calienta» repasaron otras formas de ganarse la vida en verano a través de un viaje por la geografía nacional. Aquí, optaron por los «manteros». Casualidad, o no, a la vez que se emitía el programa, agentes de la Policía Local y Nacional llevaban a cabo una operación contra la venta ambulante ilegal en la Explanada, que se saldó con 25 detenidos y la incautación de 65 bultos con distinta mercancía. Esta medida, dicen, es consecuencia de las reiteradas denuncias de los vecinos y comerciantes de la zona. Parece lógico. Pasear por la Explanada cada vez se asemeja más a una visita al zoco en pleno corazón de Marruecos. Algo incompatible con la estrategia económica de un área basada en el sector servicios. Y guste o no, los veraneantes cuando eligen Alicante como destino vacacional no se ven atraídos por el juego de caderas necesario a la hora de esquivar las decenas de «escaparates» que se extienden en el paseo más emblemático de la ciudad.

No obstante, si en «Comando Actualidad» querían hablar de alternativas para sobrevivir en verano, les faltó conversar con un ramillete de comerciantes. Bastaba, eso sí, una elección al azar: cualquiera es válido en esta época. Y más ahora que se enfrentan a un complejo diálogo -a tres bandas- con el Ayuntamiento de Alicante y la sueca más poderosa (me refiero a Ikea, no se vaya a dar por aludido don José Luis). Si tras la negociación, los «republicanos independientes» implantan su proyecto en la ciudad, los pequeños comerciantes recibirán otro golpe estratégico. Una prueba que deberán superar si quieren plantar cara a la enésima superficie comercial, una más de ésas que ya copan cualquier recoveco de Alicante. Esta denuncia empresarial ha contado, cómo no, con el apoyo del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento, otros que también tienen dañada la línea de flotación tras el portazo de Sánchez Brufal. Dice la edil que el adiós se justifica en su incondicional apoyo al nuevo proyecto provincial encabezado por Ana Barceló. Aunque, a estas alturas, pocos se creen este argumento. Sea lo que fuere, ya no hay vuelta atrás: la batalla por la candidatura de la izquierda a la Alcaldía de Alicante está en marcha.
Mientras los hechos se suceden, vuelvo a la terraza, dejo el portátil y abro «Informe sobre Bruno», de Joseph Breitbach. Una novela ambientada en plena Guerra Fría, que desarrolla la venganza, el espionaje, el escepticismo, la ambición... Habla de políticos y lo recomienda un colega de profesión. Por algo será.