26 de junio de 2013

Las Hogueras 2013: frías, carentes de crítica y con una sorpresa

Empezando un nuevo ciclo festero, con las Hogueras 2014 todavía como lejano objetivo, resulta casi obligado sentarse frente a una hoja en blanco y dejarse llevar. Echar la vista atrás, repasando lo vivido estos días a partir de pinceladas, y extraer conclusiones, siempre cargadas de subjetividad, en un sano ejercicio que cada año está en la agenda. 


Con los monumentos convertidos en cenizas, recuerdo unas fiestas poco calurosas. Más bien lo contrario... De hecho, cuando el sol se marchaba a descansar, tapar los hombros nunca estaba de más. Y no sólo han sido frías por las temperaturas, pese a que empezaban con la coletilla del AVE impresa a fuego.


Recuerdo también unas fiestas marcadas por la crisis. Podemos engañarnos, pero las hogueras de corcho blanco (¿dónde quedará el cartón-piedra y los materiales nobles?) este año eran más un querer y no poder. Monumentos con escasos volúmenes, muy vacíos… De hecho, basta con mirar el primer premio de Especial. Cualquier otro año, una hoguera levantada en madera no se habría llevado el máximo galardón. Algunos todavía recordamos la obra maestra que plantó Hernán Cortés tiempo atrás, un caballo de madera que fascinó a todos… excepto a un jurado marcado siempre por el clasismo de las obras. Este año, cuando más había donde elegir –trece monumentos, por primera vez en la historia–, los expertos se han decantado por algo diferente. Era la hoguera que más presencia tenía, en la que menos se apreciaban los espacios vacíos. Sin duda. Aunque poco tenía que ver con su hermana mayor, la Oficial que los mismos hermanos Fonseca construyeron en 2011 para el Ayuntamiento. Ésa sorprendió. Se llevó la admiración de todos. Bueno, de casi todos, que en Alicante nunca existe la unanimidad. Este año, en Foguerer, se levantó una copia; decente, sí, que aprovechó al máximo el espacio para convivir con el riesgo en la cremà, también. Pero una copia, al fin y al cabo. Una copia merecedora del primer premio. Y ahí queda todo dicho. Aunque hubo protestas de otras comisiones, como siempre. Pero este año, por las circunstancias, menos sonoras. No se recuerdan desplantes ni palabras demasiado altisonantes… Sí se reconocen llamadas. Aunque tampoco había mucho material con el que argumentar esas protestas. Había lo que había. Y era, realmente, poco. Muchas hogueras, siendo francos, no hace mucho se las habrían visto para conseguir algún premio en Primera categoría. Y este año, en cambio, se han llevado banderín de Especial. Los tiempos… Y estas son  consecuencias de la crisis. Sin más. Pero no las neguemos, no miremos hacia otro lado. De poco sirve. Tan sólo para hacer creer que los demás son tontos. Y no, no lo son. 


Y para qué hablar de la crítica. Si las hogueras siempre se habían caracterizado por un sagaz juicio del estado de la situación, este año ha habido que patear muchos monumentos para encontrar reproches a todo aquello censurable. Que es mucho. Escasas escenas sobre corrupción, ¡y no sería por material!, se han visto por las calles. Y casi menos ninots inspirados en esos recortes que han llevado a miles y miles de personas a manifestarse contra los gobiernos. Pues aquí, extrañamente, cerramos los ojos. Es una tendencia de los últimos años: mejor criticar poco, a ver si se van a enfadar los que mandan. Inadmisible por donde se mire. Y si ha habido una hoguera aplaudida por su crítica, como Hernán Cortés, ahora parece que al menos uno de esos ninots no era genuino, sino una burda copia sacada de internet. De verdad, ¡cómo está el patio…! Mucho más sencillo ha resultado encontrar crítica hacia el 21 por ciento de IVA para la Fiesta, que se añade a la ostentación de pegatinas de censura al impuesto que se mostraron durante la Exposición del Ninot [Modo ironía ON: un espacio muy al acceso de quienes deben cambiar la ley]. Pero esta ácida crítica al IVA es algo más que lógica. Ya sabemos: las Hogueras siempre tan endogámicas…


En cuestiones más internas, se ha aplaudido el cambio del recorrido en la Ofrenda a la Patrona. Será así. No lo vi. Aunque poco he escuchado del frío desfile que realizaron las Belleas del Foc y sus Damas durante la Entrada de Bandas. Decenas y decenas de sillas vacías para encontrar una ocupada a lo largo de las avenidas Alfonso El Sabio y la Rambla. Daba lástima y transmitía una imagen deplorable. Pero shhhhh, que se enfadan.


Y las mascletàs, otro capítulo para debatir, más que para recordar. Cada vez suenan menos y peor, escasos ritmos, la originalidad brilla por su ausencia y, como postre, los problemas con el disparo digital nunca fallan a su cita en Alicante. Después de seis disparos, sólo dos alcanzaron los mínimos exigibles para un concurso como las Hogueras. Entre ellas, las favoritas desde que salieron los carteles. Entre ellas, sin duda, andará el triunfo. El tercer puesto del podio bien podría quedar desierto. Nadie lo merece.


Pero si ha habido un acierto estas Hogueras, ése ha sido el bautizado ‘Mercadito’ de Federico Soto. Un nombre más que desacertado, todo sea dicho. Pero una barraca amable, abierta al público, con precios populares, que fue atrayendo poco a poco a la gente hasta convertirse en una cita obligada en los últimos días de Hogueras. Su carácter popular, sus buenos precios, la destacable calidad y cantidad de las tapas, la excelente atención de los camareros, la aplaudida limpieza del entorno… Todo un acierto de la Federació, patrocinada por Vectalia. Que haya nacido para quedarse. 


Y para terminar, una pregunta para la que aún no he encontrado respuesta. ¿Por qué varias hogueras infantiles –me dicen que Calvo Sotelo, Alfonso El Sabio, Hernán Cortés, Dámaso Alonso…– se quemaron antes de que la palmera diera el inicio oficial a la cremà? Cuidadito con estos detalles... La tradición debe ser ley en las fiestas. Y nada debe prender antes de la palmera. Nada. Y hasta ahí puedo leer. Porque si nadie habla, no seré yo quien rompa el silencio. Y sí, me refiero al terrible accidente que acabó con la vida de un menor en Hogueras. Un accidente que tenía que llegar, ya que todos hemos sido testigos, si no protagonistas, del mal uso que se hace de la pólvora en esta ciudad. Los años fueron limando poco a poco el respeto que la pólvora se merece, hasta llegar a la situación actual. Sin ir más lejos, recuerdo este mismo año, la noche del 20, en la zona de Carolinas y el Pla. Daba miedo pasar por según qué zonas, donde niños bien niños jugaban con los petardos como si fueran inofensivos globos de agua: introduciéndolos en botellas de cristal, en latas, arrojándolos bajo los coches, lanzándoselos entre ellos, tirándolos hacia el cielo sin saber muy bien dónde acabarían… Lo extraño es que hayan pasado tantos años para que un niño muera en Alicante por un petardo. Pero son accidentes. Y así hay que tratarlos. Sin más concesiones. Ya saben…




PD: Lamentable, una vez más, Canal 9. Durante la retransmisión de la cremà del Ayuntamiento, según se pudo ver desde el balcón azul, pocos fueron los que no pasaron por los micrófonos del ente autonómico. Quedó por hablar la responsable de protocolo, el bedel del turno y el local que esa noche hacía guardia en el acceso de la plaza Santísima Faz… En cambio, se escucharon las voces de las Belleas del Foc, Beatriz y Martha; el presidente de la Federació de Fogueres, Manolo Jiménez; responsables de los Bomberos y de los cuerpos de seguridad, curiosos que esperaban ver cómo se quemaba la Hoguera Oficial… ¡Ah! Y el molt honorable, don Alberto Fabra, faltaría... En cambio, no se supo nada de la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, anfitriona de la noche. Lo dicho: si no la quieren, que la destituyan. Pero mientras siga ostentando el cargo de máxima representante de los alicantinos (ganado en las urnas, no como otros), le deben permitir que ejerza como tal. Igual que en la llegada del AVE. ¡Igualito!


PD 2: Y un consejo, ya para 2014. Recomiendo recuperar la esencia de la Nit de la Plantà, pasear por las calles en la noche del 20 de junio. Poco a poco se ha ido perdiendo la magia de esa cita. Pero con todo, resulta muy gratificante recorrer las comisiones y ser testigo de cómo se levantan los monumentos o se ultiman los detalles a la espera de la visita del jurado. Los nervios, la tensión, las ganas de fiesta, las bacores sobre las mesas, los esqueletos de las hogueras a la vista… Con cámara en mano, piernas para completar varios kilómetros y curiosidad en la mirada se puede disfrutar de una agradable noche. Este año, cumplí. Y bien que me alegro.