21 de octubre de 2014

El Hospital de Sant Joan, el hermano pobre

La Conselleria de Sanidad ya ha dado el paso que desde hace tiempo tanto deseaba. Desde ayer, Alicante ya tampoco es referencia frente avirus del Ébola. En la práctica, nunca llegó a serlo, aunque las fuentes oficiales nos vendieran lo contrario, más bien era considerado el hermano pobre, un grano molesto que convenía extirpar. Y basta con pararse un segundo ante los argumentos expuestos ayer mismo por el conseller de Sanidad para intentar justificarseContaba ayer Llombart, imagino que con su habitual gesto impasible, que la decisión responde «a la necesidad que establece el protocolo de que los profesionales que atienden al paciente sean supervisados por otro profesional en el momento de la puesta y retirada del equipo de protección individual, ya que esta medida requiere espacios más amplios y un mayor número de profesionales». Y es que claro, Sant Joan, por eso de ser el humilde de una familia encabezada por el todopoderoso hospital de La Fe, no puede disponer ni de espaciosamplios ni de profesionales suficientesNo puede, dicen. Nles dejan desde Valenciamás bienY como segunda excusa (perdón, argumento), explicaba Llombart ayer que sólo dos comunidades autónomas cuentan ahora con más de un hospital de referencia en su territorio. En este punto, conviene recordarle al conseller que con su decisión Alicante se convierte en la provincia con mayor población que no dispone de ningún centro de referencia frente al ébola. Ocurre que, en ocasiones, a las generalizaciones cabe añadirle cierta lógica, querido Llombart. Pero para qué, ¿verdad? Hablamos de Alicante, donde los agravios ya no se cuentan, se asumen.

Ese concepto de «hermano pobre» no forma parte de una opinión, no crean, sino de una conclusión amasada en las últimas semanas. Aquí, en el hospital de Sant Joan, todo ha estado prohibido, incluso después de que el Ministerio de Sanidad decidiese mejorar (y mucho) su estricta política de comunicación inicial. Mientras los valencianos y castellonenses -a quienes correspondía La Fe como centro de referencia- conocían de primera mano el protocolo que se llevaría a cabo ante la llegada de un paciente sospechoso de ébola, los alicantinos vagaban por un infranqueable mutismo oficial, ya que en Sant Joan nunca se realizó un simulacro con cámaras de por medio, aquí todo eso sonaba más bien ciencia ficción. Digo simulacros, pero podíamos hablar de recorrer las instalaciones destinadas a un infectado de ébola o simplemente de conversar con grabadora de por medio con expertos autorizados del hospital. Y es que las entrevistas con los profesionales de Sant Joan tampoco han recibido nunca el visto bueno por parte de conselleria, aunque en privado los médicos admitían con frustración que estaban dispuestos a dar todas las explicaciones necesarias a la sociedad alicantinaAquí, y sólo aquí, Sanidad ha actuado con auténtica mano de hierro. Su inflexible ley del silencio se ha mantenido de principio a fin en casa del «hermano pobre»Cosa de familias, cuestión de agravios.

PD: Y me pregunto, ¿qué hará el Hospital de Sant Joan con los mil equipos de protección individual que compraron durante su etapa como referencia provincial frente al ébola? Se aceptan propuestas.

2 de octubre de 2014

Fabra, más cobarde que presidente

A pocas horas de la inauguración oficial de la Volvo Ocean Race, nos hemos despertado con la noticia de que el presidente de la Generalitat Valenciana (supuesto representante de todos los residentes en la Comunidad) no estará presente esta tarde en el pistoletazo oficial de un evento de trascendencia mundial. De nuevo, el presidente Alberto Fabra antepone sus intereses personales a sus obligaciones profesionales. El molt honorable ha optado por dar la espalda a la ciudad de Alicante, algo que no nos coge por sorpresa a los "valencianos del sur". Y todo, por cobardía, por ser un Rajoy más: dejar que los problemas se resuelvan por si solos con el paso inexorable del tiempo, y en la medida de lo posible acaben por pudrirse. Si Fabra fuera un tipo valiente (hablemos de imposibles), habría echado ya a la alcaldesa Sonia Castedo de las filas del PP, evitándose ausencias injustificadas con tal de ahorrarse una foto. ¡Una maldita foto! Y no la habría apartado ayer ni hoy (por el espectáculo del último pleno o la salida de la Volvo), sino hace meses, justo esa fecha en la que él mismo decidió que la regidora popular doblemente imputada por sendos casos de corrupción no repetiría como cabeza de lista por Alicante. Habría sido una decisión valiente y personal, aunque teñida con sus arbitrarias y caprichosas líneas rojas. Pero no, Fabra nunca tuvo la valentía de tomar la iniciativa en un asunto de extremada repercusión política. Así, aquellos polvos (su cobardía innata) nos traen ahora estos lodos (escondida de cabeza cual avestruz común). No se puede tolerar, porque va en el sueldo y en el cargo, que el presidente de la Generalitat no esté presente hoy en la inauguración del único evento que este año pondrá a Alicante en el mapa del mundo. Es una auténtica falta de respeto hacia los alicantinos, se sientan más o menos representados por el señor Fabra. Aunque éstos, a buen seguro, no le echarán de menos. Los cobardes, cuanto más lejos, mucho mejor.