Decir una cosa y justo la contraria en una misma frase tiene su dificultad,
no crean que resulta nada sencillo. De hecho, esta capacidad apenas está al
alcance de algunas personas, de un puñado de «elegidos». Pero nosotros, los
alicantinos, tenemos el privilegio de contar en nuestra ciudad con algunos de ellos.
Ahora vamos a centrar el foco en, tal vez, uno de los mayores exponentes de la
contradicción hecha mujer. Y hay más, porque esta persona no sólo se
caracteriza por su relato incoherente, sino por mostrar una actitud más que
negligente, al no medir el impacto que alcanza sobre la sociedad y sus sectores
económicos su ya conocida concepción de Alicante. Unas palabras que dejan a las
claras la incompetencia de su emisora, que además resulta ser la máxima
responsable de un organismo diplomático, que en lugar de ocuparse en abrir vías
de diálogo, se ha visto envuelto en una polémica por la incapacidad de su principal
cabeza visible. Me refiero, como habrán adivinado, a Almudena Muñoz Guajardo, extremeña de nacimiento y abogada de profesión.
Exacto, la directora general de Casa Mediterráneo, una entidad que ha sido protagonista
de parte de la actualidad informativa de los últimos días. Y todo gracias a la
facilidad de su máxima responsable por descalificar reiteradamente a la ciudad
que acoge la sede principal de Casa Mediterráneo, un engendro que pocos saben
para qué diablos sirve. Y en este punto podríamos recordar la figura de Leire
Pajín, ideóloga de repartir sedes por la provincia como si fueran setas por la
calle San Francisco. Pero no. Mejor centrarse en Almudena Muñoz y su irresponsabilidad
exhibida a la hora de (des)calificar a Alicante.
Almudena Muñoz miente, y ella es consciente. La titular de Casa
Mediterráneo sabe a la perfección lo que dijo de Alicante, porque no fue un
comentario aislado sino que lo repitió en varias ocasiones, y sabe también que sus
palabras se ajustaron fielmente a lo publicado. No sé si explicó lo que
realmente piensa, pero a estas alturas debería saber que un responsable público
debe mantener un discurso respetuoso, acorde con su cargo. No más. Tampoco
menos. Y si para conseguirlo tiene que burlar su torpeza, que lo haga. Pero que
no ofenda.
Y para no perdernos, que todos no somos «elegidos», propongo seguir un
orden cronológico. Veamos. El viernes 25 de octubre, la llamada de un buen
amigo a primera hora de la mañana me ponía sobre la pista. Me alertaba de un
comunicado de la entidad que dirige Almudena Muñoz, en el que ese mismo día se anunciaba
que una cumbre de expertos del agua se celebraría el próximo febrero en Valencia. ¿Agua? ¿Casa Mediterráneo? ¿Valencia? Había algo que no me cuadraba,
y más cuando esa misma semana se había desarrollado un foro económico, también
organizado por Casa Mediterráneo, en Barcelona. Enseguida intenté contactar con
la directora, para encontrar una explicación al hecho de que un evento tras
otro se organizaran lejos de la ciudad de Alicante, sede principal del
organismo. Al poco, Almudena Muñoz me devolvió la llamada. Imagino que pensaba
que nuestra conversación giraría en torno a la citada cumbre, pero supongo que
esperaba un enfoque distinto. «No entiendo dónde está la polémica, no lo
entiendo. La cumbre se celebrará en Valencia, sí, pero estos días se ha
celebrado un foro económico en Barcelona y nadie ha dicho nada», aseguraba con
un tono de cierta contrariedad Almudena Muñoz. Servidora, al otro lado del
teléfono, no acababa de dar crédito a los argumentos que repetía la máxima
responsable de Casa Mediterráneo, ya que parecían sacados de una conversación
de colegas en un bar: «Nosotros buscamos organizar los eventos en los mejores
lugares y consideramos que Valencia tiene mejores conexiones que Alicante» o
«en el foro de Barcelona llegaron ministros de varios países, y a los ministros
debemos darles las mayores comodidades». Yo, sinceramente, alucinaba. Lo
admito. Y es que los periodistas no estamos acostumbrados a que un responsable
público nos ofrezca este tipo de argumentos, tan faltones con la ciudad que
alberga la «casa» del organismo. Y mientras tanto, Almudena seguía con su
tesis. Ella no entendía nada. Y yo tampoco: ¿Alicante tiene malas conexiones?
¿Son francamente mejores las de Valencia? ¿Y qué me dicen de las comodidades
que Barcelona puede dispensar a los ministros, nada que ver con los
alojamientos y restaurantes que ofrece Alicante a sus visitantes? Y Almudena, a
lo suyo: «Somos un organismo público, por lo que no podemos tener un punto de
vista localista a la hora de elegir la ubicación de una cumbre o de un foro».
Ya, para elegir la ubicación, no, pero para reclamar el pago a los
ayuntamientos, ahí sí somos bastante más localistas.
«Sabemos que las instituciones alicantinas se han mostrado siempre interesadas
en facilitar instalaciones para que la ciudad albergue actos de Casa
Mediterráneo», continuaba con su argumentario. Ya, claro, a Alicante traemos
grafiteros y los asuntos de calado internacional nos los llevamos a kilómetros
y kilómetros de distancia. Percibía cierto desequilibrio entre unas actividades
y otras, y se lo hice saber. ¿Su respuesta? En su línea: «Tiempo habrá para que
Alicante celebre actos de todo tipo». Y aquí seguimos, esperando, sentados.
Y terminado el día, al bajar de la velocidad de crucero que se vive en la
redacción, supe que las declaraciones de Almudena Muñoz iban a traer cola,
incluso más allá de que la cumbre del agua se celebrase en Valencia o en las
Islas Caimán. Y no me equivoqué. Sus ofensivas explicaciones, directas a la
línea de flotación de una ciudad turística como Alicante, no podían pasar de
largo, sin ninguna réplica. Incluso, pensé que la propia directora de Casa
Mediterráneo se retractaría, al reparar en el fondo y forma de sus desafortunadas
explicaciones. Y por qué no, sospeché también que saldría al paso de las
críticas sosteniendo que ella nunca, bajo ningún concepto, había pronunciado
dichas palabras. Acerté a medias. Pero es que por entonces, hace apenas una
semana, servidora no conocía la habilidad de Almudena Muñoz para afirmar un
extremo y desmentirlo en la misma frase. Ni tampoco me había percatado de su
osadía para descalificar sin pudor a Alicante, a sus hoteles y sus
restaurantes, a los cimientos de una ciudad turística.
Publicada la noticia, los primeros en hacerse oír fueron los partidos de la
oposición en el Ayuntamiento, todos en bloque. PSOE, EU y UPyD, cada uno
siguiendo su libro de estilo, reprobaron las palabras de Almudena Muñoz, e
incluso Echávarri y Pavón pidieron la dimisión (o destitución) de la titular de Casa Mediterráneo.
A continuación, le llegó el turno a la alcaldesa de la ciudad. Sonia Castedo aseguró que iba a exigir explicaciones a Almudena Muñoz por «menospreciar» a Alicante, mientras que la portavoz municipal del PP, Marta
García-Romeu, aseguraba que el equipo de gobierno se había enterado de que la
cumbre del agua se celebraría en Valencia por las páginas del periódico. No
parecen, dicho sea de paso, muy interesados en las actividades que programa el
organismo estatal. Y eso que son más bien escasas.
Un día después, ya estamos a martes, los hoteleros de la ciudad, como parteperjudicada, tomaron el relevo y aumentaron si cabe el nivel de crítica.
«Estamos estupefactos con las declaraciones de la directora de Casa
Mediterráneo ya que son una barbaridad y hacen un daño tremendo a la ciudad»,
apuntó Vicente Marhuenda, quien enfatizó, como se podía esperar, en el «alto
nivel de los restaurantes y hoteles, que cumplen las expectativas de cualquier
político». Y añadió: «Los propietarios de los restaurantes de Alicante están
que trinan». Lógico. Y hasta la Universidad de Alicante, que suele andar de
puntillas en los asuntos que afectan a su entorno, entró en el debate, a través del director del Instituto
Interuniversitario de Geografía, Antonio Rico, quien afirmó que las
declaraciones de Almudena Muñoz «suponen un completo desacierto, en las que pierde de nuevo Alicante… Y de sabios es rectificar».
Y en esas, Almudena Muñoz y Sonia Castedo se sentaron alrededor de la misma mesa. Y de inmediato empezaron a llegar las contradicciones, las mentiras y las
excusas absurdas. «Que si me expliqué mal…». Falso, en todo caso se explicó
demasiado bien. «Que si los eventos no los organizamos nosotros…». ¿Seguro? No
presumía de lo mismo hace una semana, cuando sacaba pecho de que Casa
Mediterráneo organizara el foro económico en Barcelona y la cumbre del agua en
Valencia. «Que si trabajo para
promocionar la ciudad…». Pues visto lo visto, va a ser mejor para Alicante que se
coja unas vacaciones indefinidas. En resumen, unos argumentos vacíos, carentes
de toda lógica, con los que la máxima responsable de Casa Mediterráneo intentaba
defender ante Sonia Castedo sus polémicas palabras. Todo eso, en privado.
Y casi una semana después de sus declaraciones, Almudena Muñoz volvía a
tomar la palabra. Esta vez ya en público. No pudo hacerlo antes -se justificó- porque estaba de trabajo en Mónaco. Buen sitio, sin duda. Y se ve que el largo
viaje que tuvo que hacer desde la capital del Principado (nada más y nada menos
que siete horas «y pico» de larga travesía, se lamentó la aludida), le debió
impedir estar mínimamente lúcida en sus explicaciones. Dijo y se desdijo,
argumentó y se pisó sus propios argumentos, defendió lo indefendible y hasta el
punto de que negó lo innegable.
Almudena Muñoz, ya de vuelta a Alicante (imagino que muy a su pesar),
convocó a la prensa para negar la mayor, reiterando los mismos argumentos que expuso una semana atrás. Surrealista, sin duda. Aunque ya tarde, pudo ser
humilde, reconociendo su error, pero desaprovechó la oportunidad. Y en cambio,
hizo una nueva ostentación de su manifiesta incompetencia: «Alicante está donde
está», «desde el punto de vista logístico son más rentables otros sitios», «hay
que ser realistas de lo que cuesta venir a Alicante en algunas conexiones ¡Imaginen
venir desde Mauritania o Malta!...». Y así intentó refutar lo publicado,
manifestando lo mismo que una semana atrás. Lo dicho, un auténtico sinsentido.
Una continua contradicción en su argumentario, una manifiesta incapacidad para
ejercer como directora de un organismo diplomático como Casa Mediterráneo y una
insolencia de quilates para despreciar sin rubor la capacidad organizativa de
Alicante… Ofende que una responsable, que cobra no poco de las arcas
públicas, pisotee la ciudad en la que reside y que poca culpa tiene de acoger
la sede de Casa Mediterráneo. Si tan a disgusto se encuentra, que baje las
persianas (si es que las hay), que eche la llave y que invite al Gobierno, a
través de su jefe Margallo, a dedicar los miles de euros que gestiona de
presupuesto a actividades más necesarias, que las hay a patadas. Nadie en
Alicante ni más allende los mares, a buen seguro, echaría de menos Casa
Mediterráneo. Y de esta manera, al menos, nos evitaríamos recibir guantazos de
un supuesto aliado. Porque con amigos así, querida Almudena, Alicante no necesita
enemigos.