10 de mayo de 2011

Un robot (poco) humanizado

Vivo la campaña electoral de Alicante desde fuera, que no desde lejos. Ajena, pero no distante. La nula implicación profesional me debería permitir escoger los actos a los que acudo, los debates que veo y los artículos que leo. Eso marca la teoría. La práctica, sin embargo, me obliga a ir, ver y leer todo lo que puedo… y un poquito más. Al margen de la curiosidad personal y el interés periodístico, el Máster en Comunicación Política y Electoral que me ocupa (y en fases, preocupa) provoca un magnetismo forzoso entre mi día a día y la actualidad electoral. Y, a partir de ahí, dos hechos dignos de significar. Necesario recordarlos con un objetivo primordial: evitar su repetición. La corrección política, de hecho, habría apostado por dejarlos correr y permitir que se diluyeran poco a poco. Dejando actuar a este tiempo de doble velocidad.

El primero, por tratamiento, tiene como protagonista al presidente Camps. Después de dos años de silencio autoimpuesto, el Molt Honorable concedió su primera entrevista a un periódico. El elegido, y no fruto del azar, Las Provincias. El diario, férreo defensor de la causa, dejó en manos de un bufón el encuentro… Y así salió. Nadie dudaba de que iba a ser un cara a cara amable, sin más vueltas de las estrictamente necesarias ni cuestiones eludibles sobre la mesa. Una vez leído el texto, y releído, resulta complicado determinar cuáles fueron los asuntos que se le plantearon al presidente. De hecho, el entrevistado, que se queda en un discreto segundo (tercer…) plano, cede, por obligación y puede que a buen grado, todo el protagonismo al entrevistador, quien emplea sus batallas personales a modo de entretenimiento ante una entrevista sin apenas titulares. Una broma sin gracia. Un insulto a la inteligencia de los ciudadanos y a los periodistas... ¿O cómo se puede interpretar cuando, el tal Palomar, asegura que para repreguntar a Camps por el Gürtel debería ser un navy seal?

Huelga decir qué buscaba Camps cediendo ese privilegio al diario de Vocento. Menos evidente parece el propósito de la cabecera. Si quería trascendencia, la tuvo. Pero que la hilaridad marque las opiniones más respetuosas… es, cuanto menos, para hacérselo mirar.

También se lo debe hacer mirar Elena Martín. Más, después del debate entre las dos principales aspirantes a la Alcaldía de Alicante. Con todos los respetos que se merece una alcaldable socialista, el espectáculo que protagonizó, ella sí que no cedió ni un ápice a su oponente, no pudo dejar indiferente a ningún telespectador. Imposible... ya fueran pocos o muchos los que se dieran cita al borde de la medianoche camino del martes frente al televisor, Su actitud ante las cámaras, de temerosa en adelante, se podría disculpar si obviáramos las fechas en las que nos movemos. El lunes, momento del “cara a cara”, restaban trece días para la jornada electoral. Una cuenta atrás en la que no caben vacilaciones. Su inexperiencia ya no sirve como pretexto, si es que algún día... La teoría de la comunicación no verbal se la estudió, pero se advirtió que la tenía cogida con pinzas, sin interiorizar... En la silla, recta (¡pero no tanto!); la mano izquierda arriba cuando..., un gesto de desaprobación mientras..., y una perfecta conjunción de los dedos... Se había leído los apuntes, pero se asemejó a ese examen sorpresa, que se adelanta a las fechas previstas y que te coge con el pie cambiado, con la idea como ya familiar pero sin acabar de asimilar... Pues algo así, pero con un toque de surrealismo y las elecciones tocando la puerta del votante. Un despropósito.

Las encuestas, visto lo visto, no deben de ser el principal temor de los socialistas en Alicante. Cada día, se confirmó ayer, puede ser peor que el anterior. Sobre todo, si media un debate televisivo. ¡Quién se lo iba a decir a ellos.... tan reivindicativos en esto de los encuentros tú a tú! Y aquí, al contrario de los que sucede en la vecina (que no hermana) Elche, la marca roja con las siglas PSOE no parece un problema capital, como mucho, un grano de arena en pleno Postiguet.

El debate, todo sea dicho, fue una burda mentira. No hubo confrontación ni tan siquiera un cruce de miradas. Era imposible. Elena Martín apenas las buscó. Castedo, si se descuida, no tuvo ni que rehuirlas. De hecho, esa misma tarde y con el proyecto del Máster en mente, acudí al mitin de campaña que ofreció la candidata popular en la Plaza de la Montañeta (Muntanyeta, o como se haga llamar). Castedo, frente a un atril y ante sus fieles seguidores, se limitó a transmitir el mismo mensaje que se vio, a posteriori, en el supuesto debate del ente autonómico. Apenas hubo diferencias entre la arenga a los suyos y lo que debió ser un choque dialéctico entre la futura alcaldesa de Alicante y la también futura líder de la oposición (el reparto de papeles, oficialmente la noche del 22). En el mitin se vio, salvo algún matiz, a la misma Castedo de los últimos años. No caben adjetivos nuevos. En el debate sí hubo un ser extraño. Dicen que era Elena Martín. Yo me resisto a creerlo. Necesito que alguien me convenza de lo contrario… Mientras, seguiré pensando que era un robot humanizado (y tampoco mucho).

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