¿Qué hay de nuevo, amigos? Por aquí, como podéis comprobar, pocas novedades. Hoy, Día de la Libertad de Prensa, regreso a este oasis con una mezcla de sensaciones: incredulidad trufada de esperanza. Parece que algo se mueve en el Periodismo. Parece, digo, porque en este oficio, ahora, resulta difícil creerse hasta lo que se uno ve con su propia mirada, sin necesidad de enfoques ajenos. Y, como es norma en los últimos tiempos, el movimiento ha dado sus primeros pasos en Twitter. En esta época, marcada por la inmediatez y donde la reflexión está penada, si una iniciativa no se impregna con los aires de las redes sociales… está avocada al fracaso. De ahí, el halo de esperanza.
Pero la ilusión, por supuesto, se debe sustentar en una base sólida. En unos cimientos consolidados… Y ahí nos topamos con el primer obstáculo. Hablo del proyecto #sinpreguntasnocobertura, que persigue que los medios de comunicación no cubran las ruedas de prensa de dirigentes políticos en las que no se admitan preguntas. Parece, repito, una postura sensata, legítima, razonada, cargada de sentido común... Y lo es. Pero, llegados a este punto, entran en acción los intereses de los medios… Y, de la mano, llega la sensación de inminente fracaso.
Hace algún tiempo, ya se puso en marcha la maquinaria para acabar con las ruedas de prensa sin preguntas. Se requirió el apoyo de los directores de los principales medios. Y nunca más se supo… Aunque tampoco hubiera extrañado a nadie, ni al más ingenuo entre los inocentes, que firmasen la propuesta con una mano, mientras que con la otra levantasen el teléfono para ordenar a sus subordinados que acudiesen a la inauguración de no se qué obra a medio terminar donde no se qué político acudía para hacerse la foto… y mantener la boca cerrada.
Con estos precedentes y con el escaso corporativismo que caracteriza a este oficio, resulta arriesgado apostar por el triunfo de #sinpreguntasnocobertura. Ojalá me equivoque. Ojalá. Sería un avance de la profesión, de las libertades y, por extensión, del ser humano. Porque, al fin y al cabo, los políticos no contestan a las preguntas de los periodistas, sino que responden a las dudas de los ciudadanos. Aunque, en la actual tesitura, resulte complicado de creer.
La iniciativa, aún en pañales, ha brotado con ímpetu… pero derrocha bisoñez. Con apenas unos días de vida, ya se escuchan voces discrepantes. Unos apuestan por no acudir a las ruedas de prensa en las que no se admitan preguntas. Rotundos. Otros, aparcando la esencia de la iniciativa, aseguran que dar invisibilidad a una comparecencia pública de cierto personaje, siempre alérgico a las interrogaciones, sería ocultar información a los ciudadanos. Mal empezamos.
Elija el futuro un camino u otro, el éxito de #sinpreguntasnocobertura sólo está en manos de los periodistas. En concreto, de los responsables de los medios. Querer es poder. Y dignificar la profesión, una obligación. Ya está bien de que los actos propagandísticos (eh, señor Camps!) sean tratados como información al servicio del ciudadano. Ya vale de inauguraciones sin atención a los medios, de ruedas de prensa sin preguntas y de comunicados instituciones con periodistas como invitados de piedra. Y no parece necesaria una cumbre de directores, basta con un pequeño paso (al estilo Neil Armstrong). Alguien debe ser el primero; el resto, si de verdad cree en el saneamiento de la profesión, lo secundará. Además, se cuenta con una ayuda extra: en la actual coyuntura, a menos de tres semanas de las elecciones municipales y autonómicas, los políticos no permitirán su invisibilidad. Y ya es algo... Como dijo el profesor Antón Losada en el arranque de la revolución: “Aceptamos que no debatan, tragamos que no respondan preguntas, publicitamos... Y luego nos quejamos de los políticos”. Somos peores. Muchos peores. Vendemos dignidad y no somos honrados ni con nuestra profesión. Demasiada deontología en la facultad… para exhibir tan escasa ética a pie de calle. Tenemos una oportunidad. Seguro que histórica y puede que única. No la desaprovechemos.
PD (con perdón): Regreso a este oasis, como decía al arranque del post, un mes después de mi última aparición. La ausencia no ha sido premeditada, aunque tampoco casual. En situaciones como la actual, las palabras tan sólo empeoraban la calma del silencio. Entre tanto grito y reproche, entre tanto problema sin aparente solución, la mejor terapia suele llegar con la noche, cuando la ciudad duerme y las mentes insomnes salen en busca de una libertad efímera. Ahí se respira un aire menos cargado de partículas contaminantes. De hecho, en multitud de ocasiones, he cogido papel y pluma (valga el ejemplo) y he manchado el folio con los pensamientos que circulaban, atropellándose, por mi cabeza. Luego, puesto el punto final a la reflexión, arrugaba el folio y lo encestaba en la papelera. Una y otra vez. Sin fallo, pero sin respuesta. Hasta hoy. El horizonte sigue inmóvil, pero este cobijo se merece una inyección de vida. No, no quiero verlo marchitar, tampoco ser testigo de una larga agonía, como me han repetido sus fieles lectores en las últimas fechas. El papel hecho bola, esta vez, tras rebotar varias veces en el filo de la circunferencia, ha besado el suelo. No ha habido timbre metálico. Un guiño para despertar. Una señal... un año después.
Pero la ilusión, por supuesto, se debe sustentar en una base sólida. En unos cimientos consolidados… Y ahí nos topamos con el primer obstáculo. Hablo del proyecto #sinpreguntasnocobertura, que persigue que los medios de comunicación no cubran las ruedas de prensa de dirigentes políticos en las que no se admitan preguntas. Parece, repito, una postura sensata, legítima, razonada, cargada de sentido común... Y lo es. Pero, llegados a este punto, entran en acción los intereses de los medios… Y, de la mano, llega la sensación de inminente fracaso.
Hace algún tiempo, ya se puso en marcha la maquinaria para acabar con las ruedas de prensa sin preguntas. Se requirió el apoyo de los directores de los principales medios. Y nunca más se supo… Aunque tampoco hubiera extrañado a nadie, ni al más ingenuo entre los inocentes, que firmasen la propuesta con una mano, mientras que con la otra levantasen el teléfono para ordenar a sus subordinados que acudiesen a la inauguración de no se qué obra a medio terminar donde no se qué político acudía para hacerse la foto… y mantener la boca cerrada.
Con estos precedentes y con el escaso corporativismo que caracteriza a este oficio, resulta arriesgado apostar por el triunfo de #sinpreguntasnocobertura. Ojalá me equivoque. Ojalá. Sería un avance de la profesión, de las libertades y, por extensión, del ser humano. Porque, al fin y al cabo, los políticos no contestan a las preguntas de los periodistas, sino que responden a las dudas de los ciudadanos. Aunque, en la actual tesitura, resulte complicado de creer.
La iniciativa, aún en pañales, ha brotado con ímpetu… pero derrocha bisoñez. Con apenas unos días de vida, ya se escuchan voces discrepantes. Unos apuestan por no acudir a las ruedas de prensa en las que no se admitan preguntas. Rotundos. Otros, aparcando la esencia de la iniciativa, aseguran que dar invisibilidad a una comparecencia pública de cierto personaje, siempre alérgico a las interrogaciones, sería ocultar información a los ciudadanos. Mal empezamos.
Elija el futuro un camino u otro, el éxito de #sinpreguntasnocobertura sólo está en manos de los periodistas. En concreto, de los responsables de los medios. Querer es poder. Y dignificar la profesión, una obligación. Ya está bien de que los actos propagandísticos (eh, señor Camps!) sean tratados como información al servicio del ciudadano. Ya vale de inauguraciones sin atención a los medios, de ruedas de prensa sin preguntas y de comunicados instituciones con periodistas como invitados de piedra. Y no parece necesaria una cumbre de directores, basta con un pequeño paso (al estilo Neil Armstrong). Alguien debe ser el primero; el resto, si de verdad cree en el saneamiento de la profesión, lo secundará. Además, se cuenta con una ayuda extra: en la actual coyuntura, a menos de tres semanas de las elecciones municipales y autonómicas, los políticos no permitirán su invisibilidad. Y ya es algo... Como dijo el profesor Antón Losada en el arranque de la revolución: “Aceptamos que no debatan, tragamos que no respondan preguntas, publicitamos... Y luego nos quejamos de los políticos”. Somos peores. Muchos peores. Vendemos dignidad y no somos honrados ni con nuestra profesión. Demasiada deontología en la facultad… para exhibir tan escasa ética a pie de calle. Tenemos una oportunidad. Seguro que histórica y puede que única. No la desaprovechemos.
PD (con perdón): Regreso a este oasis, como decía al arranque del post, un mes después de mi última aparición. La ausencia no ha sido premeditada, aunque tampoco casual. En situaciones como la actual, las palabras tan sólo empeoraban la calma del silencio. Entre tanto grito y reproche, entre tanto problema sin aparente solución, la mejor terapia suele llegar con la noche, cuando la ciudad duerme y las mentes insomnes salen en busca de una libertad efímera. Ahí se respira un aire menos cargado de partículas contaminantes. De hecho, en multitud de ocasiones, he cogido papel y pluma (valga el ejemplo) y he manchado el folio con los pensamientos que circulaban, atropellándose, por mi cabeza. Luego, puesto el punto final a la reflexión, arrugaba el folio y lo encestaba en la papelera. Una y otra vez. Sin fallo, pero sin respuesta. Hasta hoy. El horizonte sigue inmóvil, pero este cobijo se merece una inyección de vida. No, no quiero verlo marchitar, tampoco ser testigo de una larga agonía, como me han repetido sus fieles lectores en las últimas fechas. El papel hecho bola, esta vez, tras rebotar varias veces en el filo de la circunferencia, ha besado el suelo. No ha habido timbre metálico. Un guiño para despertar. Una señal... un año después.
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