27 de diciembre de 2007. Justo ese día, previo a los Santos Inocentes, soitu.es se estrenaba en la Red. Nació con la energía necesaria para convertirse en un sitio de información útil, independiente, participativo y diferente. Hoy, tan sólo 22 meses después el mundo ha cambiado y soitu se tiene que despedir de sus lectores.
Desde el principio, contaron con el apoyo del BBVA como accionista de referencia. En su momento, la entidad bancaria se convirtió en el artífice del sueño; hoy, en el responsable de que este ambicioso proyecto inmerso en un sector inmaduro diga adiós (esperamos que un adiós no definitivo). El BBVA ha perdido la paciencia. Otros, como los miles de usuarios que cada día visitábamos el portal, nos quedamos sin un referente. Cada mañana, rastreaba la barra de favoritos hasta llegar al icono “de la sonrisa” (ahora, convertido en una mueca triste) en busca de un tipo de información radicalmente distinta a la que ofrecen los espacios veteranos, tanto los de papel como sus aún imberbes hermanos digitales. Reconozco que no soy adalid de los nuevos medios de comunicación, sobre todo de aquéllos que desprecian todo lo que huele a tradición. Pero soitu era diferente. Con el respeto como carta de presentación, rompía con las pautas marcadas por los “mass media”. Ofrecía una visión distinta. Y muy acertada.
Su llegada a la Red se convirtió en una apuesta ambiciosa, tal vez demasiado para un país que aún da sus primeros pasos en lo que a medios digitales se refiere. Se confió a una entidad bancaria, que –como tal– todos sabemos de qué pie cojea. Y el final, ya es conocido. La apuesta obtuvo su reconocimiento, con el respeto de la profesión y con galardones prestigiosos en el ámbito internacional... Aún con todo, el castillo de naipes se ha derrumbado como es habitual: por un fallo en la base.
El principio de esta reflexión la he elaborado, casi al pie de la letra, a partir de las palabras “prestadas” por Gumersindo Lafuente. Un tipo al que conocí hace unos años en Valencia, en un encuentro de “Nuevo Periodismo”. Recuerdo la energía que se transmitió en esas jornadas… Hoy, casi un lustro más tarde, todavía nadie ha dado con la tecla correcta para hacer de ese “nuevo periodismo” una apuesta ganadora. El alimento que entra en las arcas sigue sin ser el suficiente para mantener un periodismo que, pese a agarrarse a las nuevas tecnologías, se sustenta en el romanticismo de quiméricos soñadores. Como Sindo. La fórmula está por descubrir. Veremos quién es el visionario. Por intentos no será.
Desde el principio, contaron con el apoyo del BBVA como accionista de referencia. En su momento, la entidad bancaria se convirtió en el artífice del sueño; hoy, en el responsable de que este ambicioso proyecto inmerso en un sector inmaduro diga adiós (esperamos que un adiós no definitivo). El BBVA ha perdido la paciencia. Otros, como los miles de usuarios que cada día visitábamos el portal, nos quedamos sin un referente. Cada mañana, rastreaba la barra de favoritos hasta llegar al icono “de la sonrisa” (ahora, convertido en una mueca triste) en busca de un tipo de información radicalmente distinta a la que ofrecen los espacios veteranos, tanto los de papel como sus aún imberbes hermanos digitales. Reconozco que no soy adalid de los nuevos medios de comunicación, sobre todo de aquéllos que desprecian todo lo que huele a tradición. Pero soitu era diferente. Con el respeto como carta de presentación, rompía con las pautas marcadas por los “mass media”. Ofrecía una visión distinta. Y muy acertada.
Su llegada a la Red se convirtió en una apuesta ambiciosa, tal vez demasiado para un país que aún da sus primeros pasos en lo que a medios digitales se refiere. Se confió a una entidad bancaria, que –como tal– todos sabemos de qué pie cojea. Y el final, ya es conocido. La apuesta obtuvo su reconocimiento, con el respeto de la profesión y con galardones prestigiosos en el ámbito internacional... Aún con todo, el castillo de naipes se ha derrumbado como es habitual: por un fallo en la base.
El principio de esta reflexión la he elaborado, casi al pie de la letra, a partir de las palabras “prestadas” por Gumersindo Lafuente. Un tipo al que conocí hace unos años en Valencia, en un encuentro de “Nuevo Periodismo”. Recuerdo la energía que se transmitió en esas jornadas… Hoy, casi un lustro más tarde, todavía nadie ha dado con la tecla correcta para hacer de ese “nuevo periodismo” una apuesta ganadora. El alimento que entra en las arcas sigue sin ser el suficiente para mantener un periodismo que, pese a agarrarse a las nuevas tecnologías, se sustenta en el romanticismo de quiméricos soñadores. Como Sindo. La fórmula está por descubrir. Veremos quién es el visionario. Por intentos no será.