Manos a la obra. Pancartas desplegadas, banderolas al viento, petos bien llamativos y mucho ruido. Aunque pocas nueces. Los sindicatos salen hoy de las madrigueras –no sé cuánto tiempo después– para mostrar su desacuerdo ante la propuesta del Gobierno de Zapatero para reformar el sistema de pensiones. Así podremos confirmar que siguen en activo.
Resulta digna la actitud de los que dicen ser representantes de los trabajadores, ésos que cada vez tienen menos peso representativo en la población española y los mismos que, por supuesto, olvidaron años ha ese esfuerzo que van tan ligado al trabajo. Estos personajes salen, por fin, del letargo en el que cayeron al ver las compensaciones recibidas por mantenerse quietos, con la boca cuasi cerrada y una actitud poco combativa. Y de esto hace ya varios años, alrededor de un lustro.
Sin embargo, ahora, apenas tienen credibilidad. No es lógico echarse a la calle ante una propuesta del Gobierno, que no se ampara en ningún decreto, ley ni figura semejante. Tan sólo una idea hecha pública. Y no es lógico, menos aún, cuando ese mismo Gobierno apenas se ha movido a la hora de acercar, con medidas contundentes, el final de un túnel financiero que nos mantiene en una oscuridad preocupante. Sobre todo, cuando otros países del entorno empiezan a descubrir que el astro Sol no había dejado de iluminar, sino que la ambición capitalista nos había impulsado hacía un agujero profundo. Pero, que se presume, con salida. Y ante la inmovilidad manifiesta del Ejecutivo… una pasividad alarmante de los sindicatos. Entendible si imaginamos sus ‘cuentas’. Dicen, tal vez los mal pensados, que ellos sí han sabido esquivar la crisis. Benditos sean.
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