23 de mayo de 2011

Entusiasmo y cansancio, pero no a partes iguales

Agotadora. La jornada electoral arrancó pronto, aunque con prudencia. La noche del sábado se hizo larga, y no por la apática despedida del Hércules de Primera División. El final de la Liga nos mantuvo hasta bien entrada la una de la madrugada en la redacción. Así que la cita de las 11 horas de este domingo, en el colegio El Faro de la Playa de San Juan, se presumía tempranera. Allí, la alcaldable popular ejerció el derecho al voto al introducir en las urnas sus preferencias al Ayuntamiento y las Cortes. Ambas listas, en Alicante, encabezadas por Castedo. De ahí, al Complejo Vistahermosa, donde el “número dos” de la lista, José Joaquín Ripoll, participaba en la, hasta hora, conocida como “fiesta de la Democracia”. Menos expectación, pero similar puntualidad.

No obstante, lo interesante se reservó para la tarde. El desenfreno, por su parte, tuvo sabor nocturno. Tras dos horas de merodeos por el periódico, tocó desplazarse hasta la sede electoral local del PP en Alicante. Llamada al taxi y camino a la Avenida de la Constitución. Poca gente se dejó ver en la zona hasta que los colegios electorales echaron la persiana. A partir de ahí, la expectación fue creciendo. Las sonrisas dejaron paso a los nervios. Los guiños, a las respiraciones aceleradas. Y los rezos, internos, a las lágrimas de emoción contenida.

Los medios nos concentramos en una pequeña sala. Allí, una televisión de plasma nos mostraba el sondeo electoral de RTVV. Una predicción, poco ambiciosa, pero que se presumió muy certera. La encuesta a pie de urna otorgaba al PP entre 16 y 18 concejales. Un intervalo que daba cabida a todos los populares, desde los más ambiciosos hasta los más moderados. Se hablaba de alcanzar la barrera psicológica de los 17 ediles, por eso de asegurar la tranquilidad de la gestión del equipo de gobierno durante los próximos cuatro años. Ahí nadie se fiaba de Ripoll, no hacía falta mentarlo para que estuviera presente. A él no se le vio, tampoco se le esperaba. El “número dos” y aspirante a revalidar la Presidencia de la Diputación siguió el recuento electoral desde la sede provincial del PP. Una maniobra, con su lógica, que le permitió rodearse de los suyos. En la local, donde revoloteaban los Llorens, Seva y García-Romeu, también se dejaron ver los proscritos, con Sobrino y Kiko Sánchez, al frente.

Pasaban los minutos y la pantalla de datos oficiales seguía virgen. Nada para echarse a la boca. Nada que consiguiera mitigar el nerviosismo. Nosotros, los medios, ávidos de algún dato revelador. Ajena, en forma a la situación, Castedo se dejó caer antes de lo previsto. Se le veía sonriente, como si no fuera a protagonizar una gesta con tintes memorables. Desde nuestro rincón, todo se veía con cierta distancia. Gestos de uno, cuchicheos de otro, suspicacias de varios. Y la página del Ministerio… sin volcar ningún dato. Poco a poco, a cuentagotas, empezaron a confirmarse las sospechas. Las urnas iban a deparar un resultado histórico... aunque los menos preveían unas cifras tan rotundas, ajenas a cualquier debate.

Las carreras se sucedían. Los gritos ganaban en decibelios. Pero nadie quería dar nada por seguro. Bueno, en tono bajo y a modo de confidencia, la ambición aumentaba con el paso de los minutos. En apenas unos giros, de reconfirmar la mayoría absoluta se pasó a apostar por los 18 concejales. Un envite valiente.

La ausencia de la presión de las conexiones en directo permitía observar el patio con mayor atención. Con menor o mayor descaro, podías extraer su parte de jugo a cada instante. Ya habría tiempo, rebasada la medianoche, de dar la bienvenida a las prisas. Castedo se dirigió a la zona de prensa cuando el escrutinio ya rebasaba el 95 por ciento. La grabadora funcionaba, pero sin esperanzas de contar con margen para transcribir sus primeras palabras de la noche, que se alargaron más allá del cuarto de hora.

El tiempo no daba un respiro y los minutos caían a una velocidad inusitada. Si a primera hora de la tarde, el reloj se estancó; con el recuento a punto de tocar a su fin, el tiempo pareció tener prisa.

Sin saber cómo, se rebasó la medianoche. En ese instante, con Castedo llegando al Meliá, me vinieron a la cabeza las últimas palabras que me repitió el subdirector antes de tomar dirección a la sede popular: “A las once te quiero aquí. Hay que cerrar a las dos”. Como era de presumir, los plazos no se cumplieron.

La tranquilidad de toda la jornada comenzó a tornarse en cierta angustia. No mucha, la justa. Una ventaja de los serenos. Y eso que hubo intentos. El último, una llamada cuando el reloj ya jugaba con la una de la madrugada. “A las dos hay que cerrar… y todavía no has llegado”. Gracias por avisar, pensé. Tras la aparición triunfante de Castedo, llegó su discurso de agradecimiento. Poco dijo que no fuera repetido, pero había que esperar para, una vez cerrado el micrófono, poder arrancarle algunas palabras a Ripoll. No tenía el gesto de una victoria histórica. Pero no le faltó amabilidad. De hecho, accedió a abandonar el salón Europa para atender a los medios en los pasillos. Lo hizo a toda prisa. Mientras él hablaba, retumbaba en al megafonía el “I will survive”. Se hacen llamar caprichos del destino.

Conocida la valoración de Ripoll, que tampoco dio para optar a un Pulitzer, tocaba el camino de regreso a la redacción. Repaso a las notas y arranque mental del texto a bordo del taxi. Sin tráfico, el trayecto parecía no acabarse. Ya frente al ordenador, ni dos minutos seguidos mirando la pantalla. Que si la foto de la crónica, que si el texto de EU, que si la valoración de UPyD… Difícil concentrarse, aunque tampoco era el momento. Ya habrá otros días en el calendario…

A modo de supervivencia, tocaba elegir entre la forma y el fondo. En veinte minutos, imposible recurrir a una retórica elaborada. La hora de cierre se aproximaba a ritmo acelerado: escritura rápida, sin adornos y apenas licencias. No había hambre, pese a llevar casi doce horas sin probar bocado. Tampoco sed. El cansancio, eso sí, hacía mella. El dolor lumbar, se convertía por momentos en insoportable. Pero tampoco había margen para cuestiones superfluas.

Entregada la página, tocaba el momento de empezar a saborear la jornada electoral. Aunque el primer regusto, aún sobre la silla giratoria, llegaba enfundado en cierta impotencia. Forma parte del juego, pero no acabo de convivir con las prisas. El reloj manda, mientras tú te exiges reflexión. Como mucho, encuentras un recoveco para pensar.

Me pongo al volante del coche y dudó entre celebración personal o grupal. Tras recorrer parte del trayecto, me decanto por la opción más íntima. “Desquedo”. Me apetece seguir disfrutando del placer de mis primeras elecciones municipales en la redacción. Una oportunidad inesperada, que siempre imaginé como una experiencia fascinante. Hoy, lo he corroborado. No sé dónde pararé dentro de cuatro años, pero dudo que logre mejorar lo paladeado este 22-M. El reloj, presente desde la mañana, marca ya las cinco de la madrugada. Hora de retirada.

Mañana, lunes posteletoral habrá tiempo para valorar los resultados, confirmar el concejal de UPyD (apenas 70 votos le permiten traspasar la barrera) y explicar la debacle socialista. Hoy, domingo electoral, marcho a la cama con una sonrisa permanente. Dista del júbilo exhibido en el Melía. Pero rivaliza en entusiasmo. Sin duda.

10 de mayo de 2011

Un robot (poco) humanizado

Vivo la campaña electoral de Alicante desde fuera, que no desde lejos. Ajena, pero no distante. La nula implicación profesional me debería permitir escoger los actos a los que acudo, los debates que veo y los artículos que leo. Eso marca la teoría. La práctica, sin embargo, me obliga a ir, ver y leer todo lo que puedo… y un poquito más. Al margen de la curiosidad personal y el interés periodístico, el Máster en Comunicación Política y Electoral que me ocupa (y en fases, preocupa) provoca un magnetismo forzoso entre mi día a día y la actualidad electoral. Y, a partir de ahí, dos hechos dignos de significar. Necesario recordarlos con un objetivo primordial: evitar su repetición. La corrección política, de hecho, habría apostado por dejarlos correr y permitir que se diluyeran poco a poco. Dejando actuar a este tiempo de doble velocidad.

El primero, por tratamiento, tiene como protagonista al presidente Camps. Después de dos años de silencio autoimpuesto, el Molt Honorable concedió su primera entrevista a un periódico. El elegido, y no fruto del azar, Las Provincias. El diario, férreo defensor de la causa, dejó en manos de un bufón el encuentro… Y así salió. Nadie dudaba de que iba a ser un cara a cara amable, sin más vueltas de las estrictamente necesarias ni cuestiones eludibles sobre la mesa. Una vez leído el texto, y releído, resulta complicado determinar cuáles fueron los asuntos que se le plantearon al presidente. De hecho, el entrevistado, que se queda en un discreto segundo (tercer…) plano, cede, por obligación y puede que a buen grado, todo el protagonismo al entrevistador, quien emplea sus batallas personales a modo de entretenimiento ante una entrevista sin apenas titulares. Una broma sin gracia. Un insulto a la inteligencia de los ciudadanos y a los periodistas... ¿O cómo se puede interpretar cuando, el tal Palomar, asegura que para repreguntar a Camps por el Gürtel debería ser un navy seal?

Huelga decir qué buscaba Camps cediendo ese privilegio al diario de Vocento. Menos evidente parece el propósito de la cabecera. Si quería trascendencia, la tuvo. Pero que la hilaridad marque las opiniones más respetuosas… es, cuanto menos, para hacérselo mirar.

También se lo debe hacer mirar Elena Martín. Más, después del debate entre las dos principales aspirantes a la Alcaldía de Alicante. Con todos los respetos que se merece una alcaldable socialista, el espectáculo que protagonizó, ella sí que no cedió ni un ápice a su oponente, no pudo dejar indiferente a ningún telespectador. Imposible... ya fueran pocos o muchos los que se dieran cita al borde de la medianoche camino del martes frente al televisor, Su actitud ante las cámaras, de temerosa en adelante, se podría disculpar si obviáramos las fechas en las que nos movemos. El lunes, momento del “cara a cara”, restaban trece días para la jornada electoral. Una cuenta atrás en la que no caben vacilaciones. Su inexperiencia ya no sirve como pretexto, si es que algún día... La teoría de la comunicación no verbal se la estudió, pero se advirtió que la tenía cogida con pinzas, sin interiorizar... En la silla, recta (¡pero no tanto!); la mano izquierda arriba cuando..., un gesto de desaprobación mientras..., y una perfecta conjunción de los dedos... Se había leído los apuntes, pero se asemejó a ese examen sorpresa, que se adelanta a las fechas previstas y que te coge con el pie cambiado, con la idea como ya familiar pero sin acabar de asimilar... Pues algo así, pero con un toque de surrealismo y las elecciones tocando la puerta del votante. Un despropósito.

Las encuestas, visto lo visto, no deben de ser el principal temor de los socialistas en Alicante. Cada día, se confirmó ayer, puede ser peor que el anterior. Sobre todo, si media un debate televisivo. ¡Quién se lo iba a decir a ellos.... tan reivindicativos en esto de los encuentros tú a tú! Y aquí, al contrario de los que sucede en la vecina (que no hermana) Elche, la marca roja con las siglas PSOE no parece un problema capital, como mucho, un grano de arena en pleno Postiguet.

El debate, todo sea dicho, fue una burda mentira. No hubo confrontación ni tan siquiera un cruce de miradas. Era imposible. Elena Martín apenas las buscó. Castedo, si se descuida, no tuvo ni que rehuirlas. De hecho, esa misma tarde y con el proyecto del Máster en mente, acudí al mitin de campaña que ofreció la candidata popular en la Plaza de la Montañeta (Muntanyeta, o como se haga llamar). Castedo, frente a un atril y ante sus fieles seguidores, se limitó a transmitir el mismo mensaje que se vio, a posteriori, en el supuesto debate del ente autonómico. Apenas hubo diferencias entre la arenga a los suyos y lo que debió ser un choque dialéctico entre la futura alcaldesa de Alicante y la también futura líder de la oposición (el reparto de papeles, oficialmente la noche del 22). En el mitin se vio, salvo algún matiz, a la misma Castedo de los últimos años. No caben adjetivos nuevos. En el debate sí hubo un ser extraño. Dicen que era Elena Martín. Yo me resisto a creerlo. Necesito que alguien me convenza de lo contrario… Mientras, seguiré pensando que era un robot humanizado (y tampoco mucho).

3 de mayo de 2011

La dignidad de los medios, en juego

¿Qué hay de nuevo, amigos? Por aquí, como podéis comprobar, pocas novedades. Hoy, Día de la Libertad de Prensa, regreso a este oasis con una mezcla de sensaciones: incredulidad trufada de esperanza. Parece que algo se mueve en el Periodismo. Parece, digo, porque en este oficio, ahora, resulta difícil creerse hasta lo que se uno ve con su propia mirada, sin necesidad de enfoques ajenos. Y, como es norma en los últimos tiempos, el movimiento ha dado sus primeros pasos en Twitter. En esta época, marcada por la inmediatez y donde la reflexión está penada, si una iniciativa no se impregna con los aires de las redes sociales… está avocada al fracaso. De ahí, el halo de esperanza.

Pero la ilusión, por supuesto, se debe sustentar en una base sólida. En unos cimientos consolidados… Y ahí nos topamos con el primer obstáculo. Hablo del proyecto #sinpreguntasnocobertura, que persigue que los medios de comunicación no cubran las ruedas de prensa de dirigentes políticos en las que no se admitan preguntas. Parece, repito, una postura sensata, legítima, razonada, cargada de sentido común... Y lo es. Pero, llegados a este punto, entran en acción los intereses de los medios… Y, de la mano, llega la sensación de inminente fracaso.

Hace algún tiempo, ya se puso en marcha la maquinaria para acabar con las ruedas de prensa sin preguntas. Se requirió el apoyo de los directores de los principales medios. Y nunca más se supo… Aunque tampoco hubiera extrañado a nadie, ni al más ingenuo entre los inocentes, que firmasen la propuesta con una mano, mientras que con la otra levantasen el teléfono para ordenar a sus subordinados que acudiesen a la inauguración de no se qué obra a medio terminar donde no se qué político acudía para hacerse la foto… y mantener la boca cerrada.

Con estos precedentes y con el escaso corporativismo que caracteriza a este oficio, resulta arriesgado apostar por el triunfo de #sinpreguntasnocobertura. Ojalá me equivoque. Ojalá. Sería un avance de la profesión, de las libertades y, por extensión, del ser humano. Porque, al fin y al cabo, los políticos no contestan a las preguntas de los periodistas, sino que responden a las dudas de los ciudadanos. Aunque, en la actual tesitura, resulte complicado de creer.

La iniciativa, aún en pañales, ha brotado con ímpetu… pero derrocha bisoñez. Con apenas unos días de vida, ya se escuchan voces discrepantes. Unos apuestan por no acudir a las ruedas de prensa en las que no se admitan preguntas. Rotundos. Otros, aparcando la esencia de la iniciativa, aseguran que dar invisibilidad a una comparecencia pública de cierto personaje, siempre alérgico a las interrogaciones, sería ocultar información a los ciudadanos. Mal empezamos.

Elija el futuro un camino u otro, el éxito de #sinpreguntasnocobertura sólo está en manos de los periodistas. En concreto, de los responsables de los medios. Querer es poder. Y dignificar la profesión, una obligación. Ya está bien de que los actos propagandísticos (eh, señor Camps!) sean tratados como información al servicio del ciudadano. Ya vale de inauguraciones sin atención a los medios, de ruedas de prensa sin preguntas y de comunicados instituciones con periodistas como invitados de piedra. Y no parece necesaria una cumbre de directores, basta con un pequeño paso (al estilo Neil Armstrong). Alguien debe ser el primero; el resto, si de verdad cree en el saneamiento de la profesión, lo secundará. Además, se cuenta con una ayuda extra: en la actual coyuntura, a menos de tres semanas de las elecciones municipales y autonómicas, los políticos no permitirán su invisibilidad. Y ya es algo... Como dijo el profesor Antón Losada en el arranque de la revolución: “Aceptamos que no debatan, tragamos que no respondan preguntas, publicitamos... Y luego nos quejamos de los políticos”. Somos peores. Muchos peores. Vendemos dignidad y no somos honrados ni con nuestra profesión. Demasiada deontología en la facultad… para exhibir tan escasa ética a pie de calle. Tenemos una oportunidad. Seguro que histórica y puede que única. No la desaprovechemos.


PD (con perdón): Regreso a este oasis, como decía al arranque del post, un mes después de mi última aparición. La ausencia no ha sido premeditada, aunque tampoco casual. En situaciones como la actual, las palabras tan sólo empeoraban la calma del silencio. Entre tanto grito y reproche, entre tanto problema sin aparente solución, la mejor terapia suele llegar con la noche, cuando la ciudad duerme y las mentes insomnes salen en busca de una libertad efímera. Ahí se respira un aire menos cargado de partículas contaminantes. De hecho, en multitud de ocasiones, he cogido papel y pluma (valga el ejemplo) y he manchado el folio con los pensamientos que circulaban, atropellándose, por mi cabeza. Luego, puesto el punto final a la reflexión, arrugaba el folio y lo encestaba en la papelera. Una y otra vez. Sin fallo, pero sin respuesta. Hasta hoy. El horizonte sigue inmóvil, pero este cobijo se merece una inyección de vida. No, no quiero verlo marchitar, tampoco ser testigo de una larga agonía, como me han repetido sus fieles lectores en las últimas fechas. El papel hecho bola, esta vez, tras rebotar varias veces en el filo de la circunferencia, ha besado el suelo. No ha habido timbre metálico. Un guiño para despertar. Una señal... un año después.