Nos bajan los salarios, nos amplían las horas laborables a la semana, nos suben los pagos mensuales, nos arrebatan avances sociales… Vale. No decimos nada, o alzamos poco la voz. Bajo esta premisa, escasa trascendencia alcanza un asunto que, por cercano, me irrita día sí y día también. ¿Por qué los vehículos de dos ruedas, que ya ocupan tanto como muchos coches, no tienen la obligación de pasar por caja cuando estacionan en la archiconocida ‘zona azul’? ¿Por qué tienen vía libre para aparcar en un espacio sin contribuir con los parquímetros? ¿Por qué pueden ocupar una plaza de manera gratuita mientras que si esa misma plaza la ocupa un coche debe abonar la correspondiente cantidad para evitar sustos a posteriori? Y si a esta situación se le añade que, meses atrás, el Ayuntamiento destinó una zona, a escasos metros de donde está tomada la imagen, para el aparcamiento exclusivo de motocicletas… Entonces, digo, la irritación aumenta a la misma velocidad que la distancia entre los ciudadanos de primera y de segunda clase. Visto lo visto, es una diferencia aplicable a demasiados ámbitos de la vida. También, al vial.
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