4 de septiembre de 2013

Una inauguración prescindible, la del TRAM

Luceros tomada por la Policía, durante la inauguración de la Línea 2. 
A mí que me lo expliquen porque no lo entiendo. De verdad. ¿Les gustan los pitos? ¿Les pone esconderse como si fueran fugitivos? ¿Les interesa protagonizar la indignación ciudadana? ¿Les sirve una foto clandestina con cero interés informativo? De verdad, a mí que me lo expliquen porque no lo comprendo.

Con lo fácil que habría sido poner en marcha la línea 2 del TRAM sin ningún acto público, nuestros políticos se empeñan en escuchar pitos, esconderse como fugitivos, ser protagonistas del hartazgo de la gente y todo por una foto que carece de todo interés. De hecho, basta con echar un ojo mañana a los periódicos, a ver la relevancia que se da a la imagen de Fabra ‘conduciendo’ uno de los convoys que ya une Alicante con San Vicente. Si fueran más inteligentes, se habrían evitado los pitos, el bochorno de tener que suspender el recorrido inicial y, además, un importante ahorro económico, porque desplazar a decenas de policías y guardias civiles no resulta gratis para las cuentas públicas. Porque pocas imágenes provocan más sonrojo que ver la plaza de Luceros tomada por las fuerzas de seguridad. Más de medio centenar de policías en superficie, controlando a todo ciudadano que se adentraba en la estación del TRAM por cualquiera de sus múltiples entradas para coger el transporte público. Malas caras, muchos nervios… que iban de la mano de frases de ciudadanos que transitaban sin buscarlo por la zona. “¿Qué pasará?”, se preguntaba una mujer. “Pues que hoy inauguran el TRAM. Y los políticos se estarán escondiendo de la gente. Fíjate. Tenía que ser al revés”, le respondía su acompañante. Y como estos comentarios, multitud. Tan sólo hacía falta detenerse en una esquina y curiosear las conversaciones ajenas. Otros, sorprendidos por la toma policial de la plaza, simplemente sacaban sus móviles para inmortalizar la imagen. Los menos afortunados tuvieron que lidiar con los agentes para poder seguir sus pasos tras hacer el 'clic' de rigor. La inquietud se palpaba en el ambiente. Y eso que no hubo ni rastro de manifestantes, salvo un mínimo reducto que se dejó caer cuando la inauguración ya era pasado.

Yo me cuestiono además otras cosas. No sé qué papel desempeñan los asesores, ni tampoco el peso específico que pueden tener, por ejemplo, sobre el presidente Fabra. Pero un buen profesional, que los hay aunque dudo que en el entorno del molt honorable, tendría que haber aconsejado la puesta en marcha del nuevo trayecto del TRAM sin inauguración mediante. Tampoco habría pasado nada, ya que la controvertida línea, antes de contar con financiación para echar a andar, ya había sido testigo de dos actos oficiales, de dos simbólicos cortes de cinta. El primero, con Sonia Castedo y el por entonces conseller de Infraestructuras, Mario Flores, y el segundo, poco después, ya con el expresidente de la Generalitat, Francisco Camps, a los mandos del tranvía. Ambos en 2011. Ambos antes de las últimas elecciones municipales y autonómicas. Aunque sea sólo por su beneficio personal, pero créanme: la inauguración de hoy no era necesaria. Ni por honestidad política, ni por la situación económica ni por ustedes, por la vergüenza de ir de escondite en escondite. Eso sí, fresquitos, en coche oficial. 


Camps, durante una de las inauguraciones del TRAM.

Convendrán conmigo que no hay nada que haya gustado más a un político, con independencia de su carné, que cortar una cinta. Pero si no viviesen al margen de la realidad, llegarían a una conclusión: no todo vale por una foto. Porque a veces, queridos políticos, esa foto que con tanto ahínco buscan cede toda la (supuesta) relevancia informativa a la indignación y al hartazgo de la sociedad, que es infinita. Pueden ser muchos o pocos, pero deténganse a pensar un segundo. Sólo un segundo. Esos pocos que ustedes dicen, apenas unos años atrás, no les perseguían de acto en acto. Tal vez, porque esos interinos disfrutaban de trabajo, o esos desahuciados tenían un techo bajo el que dormir o porque esos médicos hace relativamente poco tiempo presumían de pertenecer a unos de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Ahora ya no. Unos no tienen trabajo, otros casa y a los últimos sólo les queda dignidad por defender parte del patrimonio del país. Pero ustedes sigan cortando cintas. Mientras puedan, que ya quedan pocas, y les dejen. 


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