La memoria de este 2013 que se escribe ya en pretérito se asienta sobre tres realidades que ya forman parte de la historia de la ciudad de Alicante, aunque son muchas más las noticias que han modelado doce meses rebosantes en lo informativo. Esos tres hechos, eso sí, coinciden en un aspecto: llegaron tarde, mucho más tarde de lo esperado por los alicantinos.
Cuando la ciudad ya se preparaba para disfrutar de las Hogueras –aunque luego la fiesta pasó a un segundo plano por la trágica muerte del pequeño Aarón–, el AVE llegó a Alicante. Y lo hizo, como es habitual, con años de retraso. En ese primer tren de alta velocidad que procedía de Madrid, viajaba a bordo el príncipe de Asturias, el presidente Rajoy y el molt honorable Alberto Fabra, entre otros. Pero afuera no había pancartas de bienvenida, no, afuera lo que hubo fue una sonora y a la postre polémica protesta, que obligó a los políticos a salir casi derrapando de la remozada estación alicantina una vez concluida la inauguración.
Apenas tres meses después de que la alta velocidad entrara en la ciudad, la controvertida línea 2 del TRAM se puso en marcha. Lo hizo casi tres años después de que las obras finalizaran, obligando a los alicantinos a demostrar una vez más su infinita paciencia. Entonces, allá por septiembre, arrancaba la conexión por tranvía entre San Vicente, la Universidad y Alicante. Empezó despacio, porque el primer día no estuvo exento de polémica. Tal fue así que el protocolario «corte de cinta» se realizó bajo tierra, en la estación de Luceros, fuertemente custodiada por la Policía. Abajo, los habituales: Alberto Fabra, José Císcar, Sonia Castedo y Luisa Pastor, que tuvieron que llegar hasta el centro de Alicante en coche oficial, ya que el viaje inaugural del TRAM se suspendió por las protestas que bloquearon las vías en varios puntos del recorrido.
Aunque para malestar, menos notorio pero más generalizado si cabe, el provocado por la CAM, con sus políticas de gestión y sus dirigentes. Durante meses, decenas de afectados se concentraron semanalmente a las puertas de la sede central, en Óscar Esplá. Por allí, hace poco más de dos inviernos, muchos directivos manejaban a su gusto el futuro de la caja alicantina. Ahora, algunos de ellos cargan con imputaciones por delitos de esos que acarrean años de cárcel. Y más de uno, incluso, ya sabe lo que es pasar una noche entre rejas. Así la CAM, con esos últimos coletazos en los tribunales, monopolizó buena parte de las conversaciones de los alicantinos en este 2013. No es para menos.
Y es que en este año que acabamos de finalizar, los ciudadanos han dejado de metabolizar el malestar provocado por tantos y han mantenido el propósito de exteriorizarlo, compartiéndolo con otras miles y miles de personas. Un hartazgo que también se ha palpado en Alicante. Tanto es así, que la ciudad ha registrado algunas de las manifestaciones más multitudinarias de su historia, aunque un peldaño por debajo de las que se vieron en 2012. Y no ha sido algo esporádico, sino que en decenas de ocasiones, miles de personas se han echado a las calles de la capital para gritar contra las políticas de los Gobiernos de Rajoy y Fabra, contra los recortes y la corrupción, contra el desempleo, los impagos a los dependientes, el copago farmacéutico, las tasas universitarias y judiciales, la nueva ley de Educación de Wert… Y así un interminable etcétera.
Pero este 2013 ha sido mucho más que AVE, TRAM, CAM e indignación social. Mientras la ciudad duda de si Ikea se instalará algún día en Alicante, el plan Rabasa –que contemplaba la construcción de unas 13.000 viviendas– ha acumulado en los últimos meses un varapalo judicial tras otro, anulando el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) el visto bueno dado por el Ayuntamiento años atrás. Y los comerciantes también dudan, pero ellos de si la liberación de horarios ha servido para algo.
Entre tanto, el Gobierno local corta de aquí y de allá para cuadrar el exiguo presupuesto de 2014, todo por esa millonaria deuda que acumulan las arcas públicas y que ha obligado a la alcaldesa Castedo a ceder el control de las cuentas municipales al Ministerio de Hacienda. Las Hogueras, por su parte, encaran este año sabiendo que las mascletàs tendrán una nueva ubicación, y es que la fuente de Luceros ya no aguanta más. Es lógico, la combinación es insuperable: materiales deficientes y una conservación aún peor.
En este 2013, Alicante también dijo adiós a dos personajes irreemplazables. El primero, Enrique Cerdán Tato, ha sido historia viva de la ciudad, ejerciendo durante décadas de cronista oficial, mientras que el segundo, Arcadi Blasco, dejó su impronta en la capital a través de reconocidos monumentos repartidos por sus calles, como el homenaje a la Constitución Española. Unas calles que muchos jóvenes alicantinos ya no pueden transitar a diario, y es que se han visto obligados a dejar atrás a sus familias y amigos para buscar alguna oportunidad laboral lejos de España. Y todo porque la ciudad que les vio nacer, siguiendo la estela del conjunto del país, ha duplicado su número de desempleados desde el inicio de la crisis, allá por 2008.
En estos doce meses, vemos que Alicante ha sonreído y se ha indignado, aunque no sé si por igual. E incluso ha sido protagonista de la actualidad nacional. Pocos medios fueron ajenos al paso por los juzgados de los dos últimos alcaldes de la ciudad, Luis Díaz Alperi y Sonia Castedo, o de que la «contrata del siglo» (la millonaria recogida de basuras y limpieza viaria) fuera a manos del siempre protagonista Enrique Ortiz, que también cuenta con asuntos pendientes con la Justicia y que el pasado verano tuvo que sortear la acusación del amaño de partidos vertida contra el Hércules por el obstinado presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), Javier Tebas. Los blanquiazules, eso no cambia, mantienen el nivel de finales de 2012, ahí siguen coqueteando en exceso con la parte baja de la tabla. Aunque peores fueron las noticias que llegaron desde el Lucentum, que tras años de gloria en el baloncesto nacional no pudo evitar caer al fondo del pozo en este 2013. Pero sin desprenderse de la millonaria deuda que deberán pagar poco a poco los alicantinos y que se arrastra por el mal hacer de los gestores que han pasado por el club en los últimos años.
Y para combinar las luces con las sombras, María José San Román devolvió a su ciudad a la élite de la gastronomía. Fue en el epílogo de este 2013, consiguiendo una estrella Michelin para su «Monastrell». La chef, alicantina de adopción, presume de ser embajadora del azafrán y del aceite de oliva. Falta por ver si incluirá las setas entre sus productos predilectos ahora que están tan de moda en la ciudad de Alicante. Veremos.
*Balance del año 2013 en Alicante para el Anuario de la Asociación de la Prensa de Alicante (APA)
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