Llegué a tierras madrileñas apenas a las 11 de la mañana del pasado martes. Esta hora muestra el madrugón por el que aposté para aprovechar el poco tiempo del que disponía. Fiesta, más fiesta y buen rollo es lo que disfruté durante mi visita a las Fiestas de San Sebastián de los Reyes, en Madrid. Los conocidos «San Fermines chicos» son ya una cita ¿fija? en mi agenda.El chocolate con porras (o churros en su defecto) es también de convocatoria obligada. Bueno, más bien necesaria. Es imposible despertarse, a eso de las 10 de la mañana, sin un buen alimento que echarse a la boca.
Ya avanzado el día, la ronda con los amigos, regada con la bebida deseada por cada uno (en función de la resaca acumulada). Y con las risas siempre presentes.
Y por la noche: la Feria. El espacio donde se reúnen todos, y en el que montarse en las atracciones es un deber más que un placer. A los choques (ya que en la vida real se pagan caro) y los aparatos saltarines no falto, eso sin duda.
Bueno, fueron sólo dos noches y tres días, pero ha merecido la pena. El año pasado, la vorágine en el trabajo me impidió acudir a Sanse. Este año, sin embargo, me han «regalado» la oportunidad de marchar. Es lo que tiene contar con un tipo como Jorge como jefe. Suerte.
Ésta ha sido la primera estación (breve como será la segunda) de mis vacaciones oficiales. Las reales han durado desde el martes 1 de julio hasta ayer, 29 de agosto. Ya las explicaré más detalladamente.




