En España, la espera ya acumula 42 días de angustia. Mientras los piratas somalíes, que participaron en el secuestro del “Alakrana” y posteriormente fueron apresados por la fragata “Canarias”, aguardan a las negociaciones entre el Gobierno y los aprendices de bucaneros. La fingida paciencia de los familiares contrasta con la premura que mostró el juez Garzón a la hora de requerir el traslado de los dos piratas a España. Ahora, las familias suman jornadas en vela, a la vez que el “juez estrella” agranda su leyenda. La misma que le coloca en la palestra ante asuntos de extrema relevancia mediática, desde el Juzgado de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional.
Jiennense de nacimiento (26 de octubre, 1955), casado con la bióloga Rosario Molina y padre de tres hijos, se licenció en Derecho por la Universidad de Sevilla en 1979. Apenas dos años después, aprobó las oposiciones para juez, que le llevaron hasta Valverde del Camino como primer destino. Pero Garzón –segundo de los cinco hijos de un agricultor y una ama de casa– había renunciado a su vocación de ayuda al prójimo en favor de metas mayores, repletas de ambición y envueltas en un halo humanitario. Un espíritu misionero que le empujó en su juventud a ingresar en el seminario, con África en su horizonte. Pero el éxito entre las mujeres –pese a su honda timidez– le hizo replantearse otros caminos más seductores.
Esas miras internacionales no llevaron al juez más famoso de España al continente negro, aunque se perciben en algunas de sus instrucciones. Enérgico e implacable, se enfrentó al dictador Augusto Pinochet, que le tachó de “comunista”. Y ordenó la búsqueda y captura del terrorista más perseguido del mundo, Osama Bin Laden. Su audacia frente a los casos controvertidos también se demuestra en casa. Su alma vengativa, dicen aquéllos que no presumen de su amistad, hizo que se volcara en el Caso GAL, tras dar un portazo por no recibir ninguna cartera ministerial en el postrero gobierno de González. Su afán por eliminar cualquier atisbo de corrupción en la política le inició en la instrucción de Gürtel. La presunta implicación de Camps en la trama truncó el viaje a Valencia para apoyar a su equipo, el FC Barcelona, en la final de la Copa del Rey. También le llevó a renunciar a una tarde de toros en la última Feria de Fallas, otra de sus pasiones, junto a la caza, el vino y el tango.
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