19 de mayo de 2010

Una memoria selectiva

Justo hace una semana me llegó la noticia. Desde entonces y hasta hoy, no han sido días fáciles, más bien todo lo contrario. Vamos, una semana muy jodida. [Perdón a quien le ofenda la palabra en cuestión, pero ninguna otra resume mejor mi estado anímico]. Eso sí, mis sesiones de terapia [también conocidas como ‘control extremo de las emociones’] me han servido para salir victoriosa de todas las batallas que se me han planteado, con sólo alguna esporádica que no supe amarrar, o quise, por eso de ir soltando lastre.

Hasta hoy, decía. Esta noche, la noticia que surgió siete días atrás ha tenido su confirmación. La que nunca quise que llegara… Pero que ha llegado. [Porque en esta vida uno no logra todo lo que quiere, aunque sí debe querer todo aquello que logra].

Hace apenas unos minutos, Paco González ha hablado, y muy clarito. Sus palabras, sinceras y, como siempre, muy desnudas de envoltorios prefabricados, han confirmado que, por desgracia, todo se ha acabado. La maravillosa aventura que arrancó en 1992... ha tocado fin. Un final poco romántico... pero el que han elegido los que mandan.

Las he conseguido leer una vez, y con altos obligados. Porque hoy, después de mucho control, la realidad me ha demostrado que las terapias de poco sirven cuando las palabras traspasan cualquier coraza (más o menos natural) con la que nos queramos disfrazar.

Respiro hondo y me prometo no volver a echarles un ojo. Me hago prometer que voy a dejar que el recuerdo ejerza como tal, ya que también me resulta práctico como mecanismo de defensa ante la vulnerabilidad. Algo así sucedió la última vez que me enfrenté a la página en blanco del blog: desconecté la mente y me puse a escribir. Nunca hubo una segunda lectura...
Me ha costado mucho (muy mucho, casi demasiado) intentar digerir la despedida (ya definitiva) de Paco. Y lo que me queda. Pero de toda ella, rescato una declaración.

Eso sí, tengo una memoria extraordinaria para lo bueno... jamás olvido a quien me hace un favor, a quien me quiere o a quien me quiso; así que todos los maravillosos mensajes que he podido leer estos días y a quienes por desgracia no he podido responder individualmente, deben saber que han llegado al lugar del que no se moverán nunca (me resulta demasiado poético decir 'al corazón').

Fruto de la inconsciencia, me ha dado la impresión de que la frase que extraigo la transcribía de mi libro de memorias… En poco se diferencia de aquello que redacté en aquel hipotético primer capítulo. Me daba esa impresión... hasta que me he visto, cual “piltrafilla”, reflejada en la pantalla del ordenador. Ahí, he despertado y, paso seguido, me ha tocado admitir que mi memoria también sabe desgranar y reservar lo positivo. Sólo eso. Mera coincidencia.

Por ello, porque nunca olvido a quien me hace un favor… Por ello, aunque no sólo por ello, jamás lo podré (ni querré) olvidar.

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Hola a todos. Iré al grano. Hoy por desgracia se ha terminado todo. Me evito pormenores y tecnicismos.

Han sido 23 años y uno siente que ésa es su casa, como uno siente que ése es su pueblo, no como una propiedad sino como un sentimiento. Pero se acabó. De todas las cosas que quiero decir la más importante es que la palabra GRACIAS no sirve para expresaros lo que siento. A vosotros y a todos los que me han hecho llegar su cariño. Es una mezcla de "Pero, ¿cómo me van a querer así?" con "Paquito, no leas más que lloras". Os juro que tengo los pies en la tierra y que soy de los que piensan que hoy eres Paco González y dentro de un mes eres "Paco Qué?" y pasado el tiempo eres "aquel chico tan majo, ¿cómo se llamaba?". Pero me da igual. Vuestro cariño me lo llevo puesto para toda la vida. Eso ya no me lo quita nadie. Ni vuestras inolvidables palabras sobre mis compañeros.

No puedo hablar mucho de mi futuro profesional. Simplemente buscaré un sitio para ser feliz a ser posible con la gente que me hace feliz. Porque tras una semana llena de emociones trato de tomar el control y pensar que la vida es muy corta para estar amargado, para mirar atrás o para recordar los aspectos feos de la despedida. Eso sí, tengo una memoria extraordinaria para lo bueno... jamás olvido a quien me hace un favor, a quien me quiere o a quien me quiso; así que todos los maravillosos mensajes que he podido leer estos días y a quienes por desgracia no he podido responder individualmente, deben saber que han llegado al lugar del que no se moverán nunca (me resulta demasiado poético para mí decir al corazón).

Y no me enrollo mucho más. Mis compañeros de la SER saben que no les olvidaré nunca. Mis compañeros de profesión se han portado como no os podéis ni imaginar. Todos ellos están invitados a la fiesta. Y vosotros también.... ¿Que Fiesta?... pues la que habrá que organizar porque estamos vivos, tenemos ilusián y ganas de seguir, ¿no?

Y termino con una petición (encima pidiendo)... Allá va... Tengo un compañero que lo está pasando mal. Manolo. Entiendo perfectamente las críticas que ha recibido y el dolor que produce cualquier burla a los más necesitados. Tanto Manolo como yo provenimos de familias humildes y trabajadoras. Conozco a Lama desde hace 24 años. Por Dios, haced comprender a quienes le critican que un error lo tiene cualquiera, que él jamás quiso que un donativo de un niño acabara en una patochada...Y que os juro que todo lo que hay en mi con capacidad para juzgar a alguien, me dice que Manolo es por encima del buen compañero, del buen amigo y del chulito que aparenta.....UNA BUENA PERSONA.

Por hoy es todo. En los próximos días tendré que contaros algo. Si disolvéis la página pues en otro sitio.

POSTDATA para Pepe... de tantos años como estuvimos pidiendo PEPE UN PURITO, al final me lo han metido.

Un abrazo a todos.

Paco González.

16 de mayo de 2010

Desde la intimidad del silencio (a Paco)

Hola, ¿qué tal? Buenas tardes. No sé por qué a estas hora, hoy precisamente, día de San Isidro, 15 de mayo, me acuerdo de unos versos de mi libro de poemas ‘Debajo de la parra’, unos versos que le gustan mucho a Paco González. Dicen algo así como “No llores conmigo porque a los hombres nos gusta llorar solos”. Y es que estos días, yo por lo menos, he llorado solo, bueno, físicamente solo, porque creo que anímicamente no estoy solo. He llorado. He llorado porque me da mucha pena lo que está pasando. Que 18 años de Carrusel terminen de esta manera. Yo, creedme, de verdad, queridísimos, no lo entiendo. Hoy Paco González no va a estar en Carrusel. Y todos sabéis lo motivos. Cuando diga “Hola, hola” y “el de los goles, el de la emoción, el del espectáculo, el de siempre… el del sonido inconfundible…” y todas esas cosas que digo en la careta, cuando diga los jefes de todo “Jorge Hevia y Rebeca Revilla y en la central de los anuncios Paco Barrero y en la animación Jorge Armenteros y en la técnica Juan Antonio Hernández y Jorge Martínez”… Cuando diga “en la coordinación, Pedro Martín, Fernando Evangelio”… Cuando llegue a dirige… me va a faltar algo. Me va a faltar la persona que estuvo conmigo 18 años en Carrusel Deportivo. Y lo voy a sentir. Y mi cuerpo, mi alma y mi ética profesional me impulsan a decirle en mi nombre y en el de este equipo, que es el suyo mientras no se demuestre lo contrario, que le damos las gracias por 18 años de amistad, de cariño y de RADIO. Te queremos Paco y este primer sonido del primer Carrusel sin ti es… para ti.

Estas palabras salieron ayer del corazón de Pepe Domingo Castaño. Fueron el arranque, como bien dice él, del primer Carrusel sin Paco González. El inicio del fin. Y me agarro a ellas porque sintetizan lo que he pensado, escrito, borrado, sentido y vuelto a escribir durante los últimos días en demasiadas ocasiones. Porque yo no llevo 18 años compartiendo micrófono con Paco González. No. En mi caso, llevo toda una vida unida a él. Al principio, sólo por las ondas, que no es poco. Luego, con el paso de los años, por una relación cercana mantenida en la distancia.

Al director de Carrusel Deportivo lo descubrí cuando aún era una enana que empezaba a amar el deporte y a descubrir la magia de la radio. De esto hace ya muchos años, demasiados si echas la vista atrás y te paras a pensar. Por aquel entonces, me resulta indiferente el marcador final de un, por ejemplo, Athletic-Valencia. Pero con ellos, me divertía. Entonces, aún me costaba entender algunos conceptos futbolísticos, pero con unos diez años poco importaba. Tan sólo gastaba fuerzas en decirle a mi madre que me sintonizara la Ser en la radio. Yo no entendía cómo funcionaban los diales ni la ‘ruedecita’…

Con el paso del tiempo, todo siguió igual. Carrusel se mantenía como un reducto al que siempre acudir para despertar una sonrisa sincera en días malos. Y casi sin saberlo, me acabó despertando la pasión por la radio y por el periodismo. En mi casa, tenían manía a esa ‘panda de locos’. Y era normal. Los domingos, por ejemplo, tocaba comer pronto, porque a las 15.30 ‘la niña tenía que escuchar la radio’… Y ya, hasta la hora de dormir.

Así pasaron los años, hasta que un día, en febrero de 2001 conocí a Paco González. A la persona (me ahorro los calificativos) que se esconde tras los micrófonos. Un sueño cumplido. Recuerdo esa visita a Gran Vía 32 con todo detalle. Recuerdo, por ejemplo, que la noche anterior no pegué ojo y que me levanté afónica, como nunca hasta la fecha. También recuerdo que cuando a la una de la madrugada pisé de nuevo la, ahora, centenaria vía madrileña me vine abajo. Aunque intenté disimularlo. Porque, recurriendo a los versos de Castaño, no quería compañía, prefería la intimidad.

Recuerdo, también, cómo se fraguó esa visita. Echando un pulso a mi otro yo –el que me retiene–, envié el libro “Diario 2000 de El Larguero” a la sede central de la SER. En ese texto, Paco tan sólo intervino con la firma en el prólogo. Pero bastaba como excusa. Recuerdo cuando dejé el paquete en Correos, sin ánimo de que volviera a mis manos. Y recuerdo, por supuesto, el día que recibí un sobre marrón, acolchado, que aún conservo, en el buzón de mi casa. Venía con la firma de los autores (De la Morena, Lama, Alcalá y Bustillo). Y también, las que había ‘solicitado’: Paco y Pepe. Reconozco que su mensaje fue escueto, muy suyo, aunque en realidad poco me importó: “Hola Carolina, mil besos, Paco González”.

Ésa fue su primera firma. La última llegó hace unos meses. En esta ocasión, el libro hablaba del milagro del Alba(cete) en Primera División y el prólogo, también, tenía la impronta de Paco. El ejemplar me llegó de manos de uno de sus autores, José Luis González, profesor de la UMH, entre otras cosas. Que, casualidad o no, fue el encargado de trasladarme la mala noticia de la suspensión de Paco el pasado miércoles. Visto así, la historia parece un círculo con un mismo inicio y fin…

Ahora, acudo al libro para recordar la cita del autor del prólogo. Reconozco que las seis primeras palabras que me llegaron de él, allá por 2001, se me quedaron grabadas. El resto, permanecen en la memoría, pero sin la precisión necesaria para recogerlas. Dice: “Para Carolina, fiel compañera de Carrusel desde ‘el otro lado’. Con todo mi agradecimiento, Paco González”.

Nueve años después de los “mil besos” todo se ve con otra perspectiva. Por medio, decenas de conversaciones, que me animaron –sin cesar– a dar el paso al frente y dedicarme a esto de mediar en la realidad… O como queramos llamarlo.

Hoy es domingo, y ya han pasado cuatro días desde que se conoció la decisión de la Cadena Ser, la emisora española que más promulga su batalla a favor de la libertad de información, de opinión y el respeto a sus oyentes. No me apetece, la verdad, malgastar mi energía para hablar del infausto Daniel Anido, aquél que reclama el derecho a la libertad tras ser condenado a un año y nueve meses de cárcel. Ése que insta a sus trabajadores, bajo amenaza, a permanecer en silencio y reprimir el apoyo a un compañero… Vemos que él solo se retrata. También, De la Morena se ha dibujado a la perfección con sus prolongados silencios y sus tibias palabras. Era de esperar.

Hoy, decía, hace cuatro días que saltó la noticia. Y no han sido días nada fáciles. Aunque, a veces, estos golpes tienen su lectura positiva. Imagino la emoción que ha debido y debe sentir Paco cuando recibe tantas y tantas muestras de apoyo de compañeros de profesión y de miles de oyentes. Debo reconocer, que me han sorprendido. Porque Paco es un tipo sencillo, sin actitudes de estrella, de divo mediático. Sin el carisma de muchos, pero con la profesionalidad de muy pocos.

Paco conquista por su sonrisa, que ahora debe estar apagada. Pero ojalá la recupere pronto, rodeado de los suyos, con Pepe Domingo de fiel escudero. Me da igual en qué dial haya que sintonizar la radio para volver a formar parte, desde ‘el otro lado’, de ese maravilloso equipo. Ya sé hacerlo sola…

Hasta entonces, prefiero la intimidad del silencio. Y vivir de los recuerdos...