10 de marzo de 2013

Motivos de esperanza




Hoy es otro día triste para el periodismo. Para ser sinceros, no recuerdo el último que no lo fue. Hoy, cuando aún resuena el eco de los gritos a favor de la igualdad de género, el derecho a la información recibe otra dentellada, la enésima. Hoy, domingo 10 de marzo, el periódico El Día sale por última vez a los quioscos. A partir de hoy, por tanto, los manchegos serán un poco menos libres. 

Resulta curioso, más un día como hoy, que la profesión periodística sea una de las peor valoradas por los españoles, por esos mismos ciudadanos que también se muestran hastiados, y con razón, de la clase política que gobierna en este país, en todas y cada una de las administraciones. Resulta curioso, decía, porque en raras ocasiones son los jueces los que destapan las corruptelas políticas, sino que son los medios de comunicación –más en prensa que en radio, y rara vez en la televisión– quienes denuncian públicamente las actitudes corruptas de los gobernantes, provocando a veces dimisiones y cuanto menos pintando la cara de los infaustos representantes públicos. Y con todo, los periodistas formamos uno de los colectivos peor vistos en el actual tablero profesional. Nos lo podríamos hacer mirar, pero nunca tenemos tiempo. Nunca hay tiempo para la autocrítica, ni de los propios periodistas ni mucho menos de los editores, los que ponen la pasta en un negocio herido y que sólo atienden a razones cortoplacistas para gestionar las empresas. No piensan en mañana, sino en el ayer, y así nos va… 

Me viene a la cabeza, imposible borrar esa imagen, cuando recientemente los corresponsales en Nueva York dieron la espalda a la ministra Ana Mato, tras anunciarse que no habría preguntas en su comparecencia y sí una lectura pública de un comunicado. Como no somos tontos, aunque a veces nos mostremos incapaces de disimularlo, los compañeros debieron recordar que todavía saben leer y que no necesitan que venga ninguna pseudogobernante salpicada por los tentáculos de la corrupción para leerles un texto. Esas palabras, todavía, iban a ser capaces de hacerlas. Así, por primera vez que recuerde, los periodistas españoles dejaban con la palabra en la boca a un político que no admitía preguntas. Tuvo que ser a miles de kilómetros, allá por la Gran Manzana. Porque aquí, en nuestra cada vez menos querida España, nadie se ha atrevido a secundar esa iniciativa. Muchas veces se habla, pero sin alcanzar el consenso necesario. Nunca es tarde para tomar ejemplo aquí, pero dudo que lo veamos. También dudo, en mi caso, que pueda protagonizar un acto tan digno como no participar en una tomadura de pelo a la altura de una rueda de prensa sin preguntas. Sin consenso y sin la valentía de aquellos que mandan seguiremos matando al periodismo, sin necesidad de intermediarios. 

Pero como todos los días, dice el refrán, sale el Sol… Así que existen motivos para la esperanza. Como dijo Zapatero años ha: "Todavía hay motivos para creer". El creía en el pleno empleo. Espero que estos rayitos de esperanza en la profesión periodística lleguen a mejor puerto. Recordaba que hoy El Día pisaba por última vez los quioscos de La Mancha. Por el contrario, estos últimos meses estamos asistiendo al nacimiento de varios medios de comunicación, que tienen en común el soporte digital, una línea editorial de marcado carácter progresista y una base de profesionales rebotados tras los recortes de personal en las principales cabeceras. Tres son los nombres que me vienen a la cabeza, aunque seguro que hay más: Eldiario.es, Lamarea.com e Infolibre.es. El último en «pisar» la red ha sido Infolibre, que se estrenó el pasado jueves. El proyecto, dirigido por el exdirector de Público Jesús Maraña, llega acompañado de TintaLibre, una revista mensual en papel que está a la venta desde este viernes y que tiene al mando a otro histórico del periodismo, Javier Valenzuela, exdirector adjunto de El País.

Estos nuevos medios que redibujan el espacio mediático actual se enfrentan a muchos retos, pero sobre todo al de la supervivencia. Por ahora, nadie ha dado con la tecla correcta para la financiación de los medios digitales, mientras los tradicionales intentan evitar morir por inanición tras el brutal descenso de los ingresos publicitarios. Sin embargo, alguna fórmula debe existir. 

Sea como fuere, se agradece comprobar que los periodistas no están muertos. Tampoco los veteranos, los más perjudicados con esta sangría de despidos en prensa, radio y televisión que no da respiro. Da gusto ver cómo, pese a todo, los periodistas aún conservan la ilusión por embarcarse en arriesgados proyectos que buscan ampliar el actual entramado de medios de comunicación. Tal vez se arriesgan porque no saben otra cosa que contar historias. Da igual dónde. Lo importante es contarlas. Que los buenos las disfruten. Y que los malos tiemblen al leerlas.

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