El desayuno de ayer se vio alterado por la publicación del
nuevo Gabinete. Al levantarnos, pudimos ver en todos los diarios (las filtraciones ya no son lo mismo que años ha) un despliegue fotográfico de los diecisiete futuros ministros. En
algunos medios ese despliegue audiovisual se quedó ahí, ni una palabra, nada de texto. ¡Pa qué!, diría el uno. Pues para saber al menos quiénes son, de dónde salen e incluso adónde van, pudo contestarle el otro. Muchos de los nombres eran esperados; otros, sorpresa. Esas impresiones, no esperadas, tan necesarias. Así dan pábulo al debate.
Algunas ideas que llevo macerando desde ayer. (Entre otras cosas, no es mi vida tan monotemática).
-Los pesos pesados continúan.
Fernández de la Vega (la mano derecha, izquierda y… de ZP),
Solbes (ése que agudiza la crisis económica en España y ahora nos va a salvar de ella. Vamos, como una farmacéutica americana cualquiera –otro día hablaremos de ellas-),
Rubalcaba (a ver cuánto dura)… Mantienen sus plazas (de primera).
-Luego llegan aquéllos que siguen, sin merecerlo. O más aún, habiendo demostrado sobradamente que no están capacitados.
Magdalena Álvarez (silence…) podía, ella solita, valerse para ocupar este grupo, pero también podemos sumar a
Moratinos (gente con suerte) a
Molina (y su excelso canon) a
Bernat Soria (y todas aquellas voces preparadas y autorizadas, pero no amplificadas por los medios de comunicación, que tanto dudan de su honestidad al frente de Sanidad) a
Bermejo, ése que ha tenido más problemas que tiempo material para solucionarlos en Justicia (venga… seamos buenos y no introduzcamos en el debate a ANV y toda su cuchipandi).
-Premios a una labor sórdida pero eficaz.
Mercedes Cabrera, la sobrina de Calvo Sotelo, continúa frente al Ministerio de Educación, ¿Política Social? Y Deporte. Y, también,
Elena Salgado, una mujer que siempre ha sido la primera de la clase y que por algo calificarán de «sargento de hierro».
-Los nuevos, pero sobradamente preparados (o eso dicen, claro).
Celestino Corbacho («charnego» al que premian su perseverancia en L’Hospitalet, plaza socialista donde las haya),
Beatriz Corredor (viene de la mano de Sebastián, mal comienzo),
Bibiana Aído (y la estupidez de un Ministerio elevada a la enésima potencia),
Cristina Garmendia (un referente en el sector biotecnológico español, ¿una nueva Soria?).
-Las sorpresas, desagradables (añado).
Miguel Sebastián (o, cómo hacerte amigo del presidente y así tener pupitre seguro), el economista demostró (sobradamente) en la campaña (rubricado en las urnas) que no sirve para esto, los focos le deslumbran, parece ser. Y, sobre todo,
Carme Chacón, la mujer «guay» que se va a Defensa. ¿Raro? No, incomprensible. La pacifista por antonomasia, al Ejército… Difícil de entender. Los militares (satisfechos con la labor de Alonso) aún se preguntan qué han hecho ellos para merecer eso. ¡Ah! También esperan que Zapatero cumpla una al menos (ya no piden algunas) de aquellas promesas que hizo en la campaña de 2004, ahí cuando no podía sospecha que viviría en Moncloa.
-Suerte. Esta sección es personal e intransferible. No es continuista (en contra del Ejecutivo de Zapatero, ¿no, Rajoy?). Y es en exclusiva para
Elena Espinosa. Esa ministra (de la ex cartera de Agricultura) que como premio a su buena labor (destacan de ella su capacidad de trabajo -¿no se le debería presuponer?, se ve que no- y su capacidad de diálogo –al estilo
Narbona, vamos… La natural de Orense hereda la «guerra de agua» y encima con una estocada mortal, el
trasvase del Ebro a Cataluña o, como dice el nuevo diccionario Eufemismos socialistas-RAE, «conducción coyuntural y temporal». Ministra suerte, de veras, le hará falta. Y, si no es mucho pedir, algo de equidad.