Cerca estamos de poner el punto final al 2008, y es turno para los balances. Todo aquél que se precie hace, por estas fechas, un análisis de cómo ha ido el año. En lo económico, el protagonista tiene nombre femenino: la crisis. En lo político: Obama se ha llevado todos los focos, y los que le quedan. Los Juegos Olímpicos encumbraron a Phelps y Bolt. Y la tragedia en España se cebó con un vuelo de Spanair…
Así podríamos seguir enumerando hazañas y desgracias… Pero me aburren bastante este tipo de resúmenes tan generales. Sin embargo, aquéllos que me tocan de cerca me hacen gracia. Por ejemplo, recordar aquel 11 de septiembre, a los pocos minutos de aterrizar procedente de Londres, cuando me enteré que, doce años después, el alcalde de Alicante ya no era Luis Díaz Alperi. La noticia, por esperada, no dejó de sorprenderme. Para mí, aquí, en la terreta, la «espantá» de Alperi es la noticia del año. Aunque hay otras también significativas. En materia deportiva, este 2008 no ha sido muy fructífero. Los Juegos pasaron sin pena ni gloria por Alicante, sólo con el significativo adiós de Isabel Fernández, un referente para el deporte español. El Hércules desaprovechó una nueva oportunidad para ascender, con una temporada mediocre. El Lucentum dejó escapar una ocasión única, tanto remar para luego morir en la orilla… ¡Ah! El Alicante –ya era hora– alcanzó su objetivo: probar a qué sabe la Segunda División. Ahora, meses después, ya conoce el regusto de la hiel. De miel, por ahora, se está empachando el conjunto blanquiazul… A ver si 2009 se convierte en un año histórico con los ascensos del Hércules y el Lucentum. La ciudad lo merece.
Y así, pasando etapas, llegamos a lo personal, aunque esta parte es la menos relevante. En general, ha sido un buen año. El ciclo universitario ahí sigue, alcanzando metas y cogiendo todo aquello que interesa. En el aspecto laboral, todo igual: genial. Desde mi posición, poco se puede pedir: seguir así muchos años, cuantos más, mejor.
En este 2008 –al poco de iniciarse– cumplí uno de mis sueños más preciados, del que fue testigo este bitácora allá por marzo y junio. Y esto para una persona poco soñadora… no es poco. Así que, sólo por eso, este año par y bisiesto queda marcado. Pero aún así queda mucha goma por quemar… Y el ímpetu, a estas alturas, sigue intacto. No sé si los años variarán esta perspectiva. Aunque, también es cierto, que la cautela (la prudencia) es una de mis máximas. Apenas la esquivo, me gusta ir con ella de la mano. Hace unos días, escuchando «Deseos de cosas imposibles», me quedé con una frase que, tal vez, resuma muy bien este 2008: «Me callo porque es más cómodo engañarse». Pues eso. Boca cerrada y pies en marcha. A hacer camino. A ver hasta dónde llegamos.
Así podríamos seguir enumerando hazañas y desgracias… Pero me aburren bastante este tipo de resúmenes tan generales. Sin embargo, aquéllos que me tocan de cerca me hacen gracia. Por ejemplo, recordar aquel 11 de septiembre, a los pocos minutos de aterrizar procedente de Londres, cuando me enteré que, doce años después, el alcalde de Alicante ya no era Luis Díaz Alperi. La noticia, por esperada, no dejó de sorprenderme. Para mí, aquí, en la terreta, la «espantá» de Alperi es la noticia del año. Aunque hay otras también significativas. En materia deportiva, este 2008 no ha sido muy fructífero. Los Juegos pasaron sin pena ni gloria por Alicante, sólo con el significativo adiós de Isabel Fernández, un referente para el deporte español. El Hércules desaprovechó una nueva oportunidad para ascender, con una temporada mediocre. El Lucentum dejó escapar una ocasión única, tanto remar para luego morir en la orilla… ¡Ah! El Alicante –ya era hora– alcanzó su objetivo: probar a qué sabe la Segunda División. Ahora, meses después, ya conoce el regusto de la hiel. De miel, por ahora, se está empachando el conjunto blanquiazul… A ver si 2009 se convierte en un año histórico con los ascensos del Hércules y el Lucentum. La ciudad lo merece.
Y así, pasando etapas, llegamos a lo personal, aunque esta parte es la menos relevante. En general, ha sido un buen año. El ciclo universitario ahí sigue, alcanzando metas y cogiendo todo aquello que interesa. En el aspecto laboral, todo igual: genial. Desde mi posición, poco se puede pedir: seguir así muchos años, cuantos más, mejor.
En este 2008 –al poco de iniciarse– cumplí uno de mis sueños más preciados, del que fue testigo este bitácora allá por marzo y junio. Y esto para una persona poco soñadora… no es poco. Así que, sólo por eso, este año par y bisiesto queda marcado. Pero aún así queda mucha goma por quemar… Y el ímpetu, a estas alturas, sigue intacto. No sé si los años variarán esta perspectiva. Aunque, también es cierto, que la cautela (la prudencia) es una de mis máximas. Apenas la esquivo, me gusta ir con ella de la mano. Hace unos días, escuchando «Deseos de cosas imposibles», me quedé con una frase que, tal vez, resuma muy bien este 2008: «Me callo porque es más cómodo engañarse». Pues eso. Boca cerrada y pies en marcha. A hacer camino. A ver hasta dónde llegamos.
Ahora, a pocas horas de la noche más canalla, Madrid me espera para despedir el año. Un buen broche a un 2008 para recordar. Para bien o para mal, pero sobre todo para no olvidar.
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