Casi diez días sin actualizar el blog. Este largo periodo de «abandono» demuestra el estrés que sufro en las últimas fechas. En realidad no me puedo quejar, porque todo es «culpa» de tareas que me gustan: el periódico y trabajos para la universidad. Pero cuando no tienes al cabo de la semana ni una hora para actualizar el bitácora… te da tiempo a pensar si merece la pena este ritmo, o si por contra es excesivo.
Y… el «descojone» fue generalizado. Todos, terminada la reproducción, destacaban la gran calidad del montaje audiovisual, en el que se podía ver infinidad de carteles y capturas de películas protagonizadas por redactores. La credibilidad del video era máxima; la comparación con los actores reales, muy bien buscada; y algunos mensajes, algo hirientes, pero comprensibles en un ambiente festivo. Un curro genial que, por desgracia, no tuvo su merecida recompensa en la cena. Eso sí, el resultado final nos se libró de la tradicional clasificación. Entre las imágenes que, en general, más aceptación tuvieron...
Así llegó el día, se difrutó y por las mismas se fue, sin hacer mucho ruido. ¿Algo faltó? Tal vez.
En fin, un año más. Segunda cena, espero que, de una larga lista.
Hace ya una semana, y parece que fue ayer, estaba en el Nou Manolín, degustando un sabroso cordero de Castilla al horno. Como entrantes –aunque más tarde que el resto de compañeros- tomé un exquisito jamón ibérico y manché el plato con una ensalada de perdiz en escabeche, bacalao confitado y alcachofitas fritas. El postre, delicioso: unas torrijas de turrón en sopa de chufa. Lo mejor de la noche, y eso que los dulces no son mi pasión.
Al restaurante llegué con Ana, casi dos horas después que la mayoría. Así que nos tocó acomodarnos como pudimos, sin apenas elegir. Eso sí, tuvimos suerte. Compartimos mesa con compañeros como Paco Bernabé –que ahora veo casi a diario- o Jorge Doménech –del que me alegro haber descubierto, tras año y medio en la empresa-, además de con personal de administración, desconocidos hasta la fecha.
Pasada la parte más «formal», se rompieron filas y cada uno nos acomodamos con «nuestra» gente. Y, al poco, el reparto de regalos. La fortuna no me quiso premiar con un viaje a París –«para qué, si era un fin de semana», pensaría la diosa-, un televisor, una Wii… Pero se acordó de mí cuando fue el turno de los cheques-regalo del Corte Inglés. Qué ilusión me hizo escuchar a Rogelio llamarme. La mano inocente que sacó mi «nombre», cómo no, mi admirado Toni.
Ya eran las doce y media… y al poco se hizo la una. La música comenzó a sonar. Algunas piezas, acertadas; otras… no tanto. Con las risas compartidas con unos, los bailes con otros y esas conversaciones con compañeros que apenas conocía fue pasando el tiempo, demasiado rápido. Eso sí, antes de llegar el «momentazo» de la noche, el revuelo se apoderó de la sala –por entonces- de baile. Al director le habían «robado» la chaqueta con todo lo que ello lleva implícito: fuera cartera, llaves del coche… y demás. Todos se interesaron, buscaban y, entre tanto, comentaban. «Ya podía haber elegido la de otra persona. La que ha montado» o «Mira que hay chaquetas para coger la suya» o el más repetido: «Alguien se la ha llevado equivocada. Ahora, pobre cuando mire la cartera y vea de quién es. Qué palo»… Al fin apareció, y todo volvió a su estado normal. Todo hasta que sonó «You Can Leave Your Hat On». Ahí, Alfredo se situó en la pista y se hizo con el protagonismo. Casi sin querer, en apenas un minuto, tenía a casi cien personas pendiente de él. Fue tal el éxito, que el DJ tuvo que pinchar de nuevo la canción… porque a algunos les supo a poco la primera demostración. Sin embargo, el despliegue sensual no fue a más, y el supuesto streeptease de quedó en eso, en un amago.
Una productiva charla con Mune, con el que hablar es una lección continua, y una larga conversación –e inesperada– con Baldo, que me desveló algunos detalles curiosos –tanto personales como de la Universidad– cerró la noche. La música dejó de sonar, y poco a poco abandonamos el recinto. La cena terminaba, pero sus consecuencias no.
Durante los últimos años, todas las cenas –me cuentan los veteranos– han contado con una aportación fundamental, la de Juanan. Vídeos y monólogos con mucho humor, dosis de ironía y ciertas bromas… difíciles de encajar en ciertas personas. Aún así, nunca ha faltado hasta el citado 13 de diciembre. Una incompatibilidad entre formatos impidió que durante media hora todos fijáramos la vista en la pantalla y riéramos a carcajada limpia. Sin embargo, la risa no desapareció, sino que se retrasó unos días. El pasado jueves el video se visionó en la redacción.
Y… el «descojone» fue generalizado. Todos, terminada la reproducción, destacaban la gran calidad del montaje audiovisual, en el que se podía ver infinidad de carteles y capturas de películas protagonizadas por redactores. La credibilidad del video era máxima; la comparación con los actores reales, muy bien buscada; y algunos mensajes, algo hirientes, pero comprensibles en un ambiente festivo. Un curro genial que, por desgracia, no tuvo su merecida recompensa en la cena. Eso sí, el resultado final nos se libró de la tradicional clasificación. Entre las imágenes que, en general, más aceptación tuvieron...
Así llegó el día, se difrutó y por las mismas se fue, sin hacer mucho ruido. ¿Algo faltó? Tal vez.
En fin, un año más. Segunda cena, espero que, de una larga lista.
3 comentarios:
¡¡Qué gran vídeo!! Felicito a Juanan desde aquí. Entre estos pequeños detalles, como la cena o el "largometraje", y la lotería del diario, me siento algo unida a INFORMACION. ¡¡Dios quiera que algun día también me una a él un contrato!!
Perdona, si pretendías darnos un poco de envidia sana, lo has conseguido! Me alegro mucho de que te divirtieras... y de que parece que todo va para arriba...
jijijiji. Muy bueno y muy currado por lo que se ve.
Qué grandes las cenas de empresas. Alguna vez me gustaría estar en una así, aunque la mía también gustó.
Qué grandes. Brindando por la última cena!!
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