Se acabó. O al menos, el controvertido periodo estival nos regala ya sus últimos coletazos. Por fin, dicen muchos, aburridos de lidiar con sus hijos durante las 24 horas del día y con la única compañía de temperaturas sofocantes que en nada ayudan a pasar este calvario. Oficialmente, hasta finales de septiembre no nos mudamos a otra estación, menos lúdica y más refrescante, pero es pasar la página de agosto en el calendario y las sensaciones cambian. Y eso que las tradicionales vacaciones de verano cada vez se extienden más hasta septiembre, sobre todo en aquéllos que no tienen responsabilidades de índole filial. Hasta la fecha, todavía una minoría.
Por tanto, llega el noveno del año y en la cabeza cambia el chip: se deja de pensar en la ropa de baño, las sardinas a la plancha al borde del mar y los interminables paseos bajo la luz de la luna, al estilo más rebelde. Ahora toca volcarse en la vuelta al cole de los más pequeños, el regreso a la rutina de los mayores, la excesiva lista de nuevos propósitos, que en eso quedarán, y la selección del coleccionable que toca comenzar. Es así. Si cada año nos martirizan con las mil y una posibilidades que existen en el quiosco por algo será, al final acabamos sin remedio entre sus redes.
Algunos, los más afortunados -aunque no lo sepamos apreciar- todavía disfrutamos de un completo asueto durante todo el verano, con el único compromiso de añadir actividades ligeras a una agenda carente de responsabilidades. Para nosotros, las vacaciones arrancan a la par que las Hogueras de San Juan, pese a que las pruebas más rezagadas nos perturben las noches de fiestas y las resacas diurnas; mientras que el toque de queda nos da más libertad. En mi caso, coincide con la visita a los «Sanfermines chicos», ya que a la vuelta de Sanse, la cabeza comienza a ajustar horarios, elegir y descartar materias docentes y decidir las actividades complementarias para aprovechar al máximo un nuevo curso.
El político (al curso, me refiero) ya ha dado sus primeros pasos. La reunión entre el presidente -metido a hombre anuncio- y el monarca en tierras baleares ha situado en verde el semáforo. Sin embargo, en un 2010 sin comicios electorales previstos, la actualidad va a diferir de los anteriores años, donde cada movimiento tenía un fondo y una forma que daban pie a variopintas interpretaciones. Tenemos por delante unos meses donde la gripe A va a monopolizar la atención mediática, y permitirá darle un color político en función de cómo se desarrolle, aunque las previsiones no son muy alentadoras. Pero no todo van a ser virus de laboratorio. En Alicante, el Plan General de Ordenación Urbana seguirá dando titulares, junto a los vaivenes que depare Rabasa y sus ramificaciones, con la multinacional sueca al frente. En la provincia, las miradas se dirigirán a Benidorm, donde las apuestas circulan, pese a los intentos de los socialistas con sede en Blanquerías y Ferraz de cerrar una polémica de un carácter demasiado local. Más allá de la línea que marca Dénia, la espera a la decisión del Supremo se hará larga, y con ella la situación de parón gubernamental que vive la Comunidad. Sobre la oposición, tanto en el ámbito más próximo como en el autonómico, habrá que darles algo de tiempo, pese a que no lo pidan por simple modestia. Y en España, más de lo mismo. Disputas y más disputas, escuchas y amenazas, proyectos y pocas realidades... que tan sólo permiten a los ciudadanos protagonizar acalorados debates. Las perspectivas, por tanto, no traen demasiado optimismo.
En esta revista, la bandera a cuadros está a punto de bajar, y dar así por concluido el periplo más tradicional del Matxo del Castell. Con sabor a despedida, llega la última parada. Reconozco que desde el primer día -allá por julio- he pensado y podido imaginar que todo lo que empieza tiene un final... Yo me apeo aquí. Ustedes, si hacen el favor, sean fieles. Sigan por estos lares. Será todo un placer.
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Y hasta aquí ha llegado esta experiencia. Arrancó a mediados de julio, tras recibir una llamada desde las altas esferas, que me llenó de orgullo a la vez que de presión. Al final, los textos están ahí, mejor o peor, todos cuentan lo que pasaba por mi cabeza en esas fechas. Hoy, con la escasa perspectiva que me ofrece el tiempo, me quedo con el artículo que se fraguó en el recital de Serrat. Lo dicho: Un gusto. Ojalá, en un futuro, disfrute de otra oportunidad similar.