«El primero de los humanos… a 62 centésimas. Es increíble!» Esta frase -desconcertante en una primera lectura- corresponde a un comentarista deportivo, y se refiere a Alonso Edward, el velocista panameño que entró segundo en la final de los 200 metros lisos del reciente Campeonato del Mundo de Atletismo en Berlín. La victoria, como no podía ser de otra manera, fue a manos de Usain Bolt, más conocido como el extraterrestre, según un reciente «convenio» alcanzado por la mayoría de medios de comunicación. El protagonista de la semana ha sido, por tanto, un joven de 23 años, con residencia y sangre jamaicana. En él, como la mayoría de los triunfadores, convergen cualidades innatas y una sacrificada dedicación. Algo así vinieron a decir las primeras declaraciones de, en la actualidad, la palentina más universal. Marta Domínguez consiguió romper los pronósticos y vestirse de oro en la prueba de los 3.000 obstáculos, y ya con la medalla en su haber aseguró: «Es una recompensa al trabajo bien hecho y a muchos años de esfuerzo». Es decir, a una preparación prolongada en el tiempo, un plan de trabajo milimétrico y un mundo de sinsabores. Y aún así, pese a la experiencia, los resultados a veces dan la espalda, como pudo comprobar la propia Marta cuando en los Juegos de Pekín tropezó con una valla y cayó al suelo. Y, con ella, un objetivo programado cuatro años atrás. O, más reciente, la mediofondista Natalia Rodríguez, que fue ayer descalificada de los Mundiales tras vencer en una polémica carrera de los «milqui». Sueños rotos respaldados en el trabajo.
Pero no siempre llegan arriba los más preparados. Ni tampoco todos los exitosos líderes mundiales llevan consigo un patrón a seguir. Por ahí se dejan ver las actuaciones imprevistas. En ocasiones, esta espontaneidad puede llegar a ser una cualidad a valorar. Pero no me viene a la cabeza ningún personaje que se mantenga arriba -en la élite- sustentado tan sólo en decisiones tomadas en «cero coma». Esta improvisación ha sido, tal vez, una de las palabras más escuchadas en la actualidad política de los últimos días en España. Un periodo eminentemente vacacional, marcado por las propuestas -unas más oficiales que otras- lanzadas desde el Ejecutivo central con tal de poner coto a la actual situación económica.
Algunas tiene su lógica, otras nacen con fallos estructurales y las últimas -y no por ello las más escasas- son simples disparates fruto de esa citada improvisación. Vamos con las tres más controvertidas: los 400 y pico euros para los «afortunados» que agotaron el subsidio en agosto, la subida de impuestos para las rentas más altas y la congelación del salario a los funcionarios de cara al próximo año. Excepto la primera, que fue anunciada por el propio presidente del Gobierno en su retiro canario para recular poco después dada la agitación social, el resto de iniciativas han encontrado oposición desde varios frentes pese a ser simples «avisos a navegantes». Se intuye que si se acaban aplicando en un futuro sufrirán tantas modificaciones que al final en poco, o nada, se asemejarán al anuncio inicial. Cosas de una política hecha a salto de mata. Pero hay más.
Existe algo peor que tomar una decisión y dar marcha atrás pocas horas después. Y, ajenos a nuestra voluntad, estamos siendo testigos de excepción. Se puede tomar tal decisión relacionada, por ejemplo, con el cobro de un subsidio de desempleo y admitir el error dada la descabellada medida de un hipotético carácter social; se puede dejar pasar apenas unos días y soltar el globo sonda de una futura subida de impuestos a las rentas más altas para poner remedio a la primera chapuza (dícese la relacionada con la cobertura a los desempleados); se puede recoger el calado popular de la idea, dejar que se deslice entre la frágil memoria ciudadana y buscar otra opción que satisfaga a más personas, o al menos, provoque un mitigado descontento...
Sin perspectiva temporal, creo que han abierto el cajón equivocado: demasiados funcionarios a sueldo... Y sin olvidar las bajas laborales relacionadas con la gripe A. Se nos presenta un agitado otoño-invierno. ¡Qué empiece ya!
Pero no siempre llegan arriba los más preparados. Ni tampoco todos los exitosos líderes mundiales llevan consigo un patrón a seguir. Por ahí se dejan ver las actuaciones imprevistas. En ocasiones, esta espontaneidad puede llegar a ser una cualidad a valorar. Pero no me viene a la cabeza ningún personaje que se mantenga arriba -en la élite- sustentado tan sólo en decisiones tomadas en «cero coma». Esta improvisación ha sido, tal vez, una de las palabras más escuchadas en la actualidad política de los últimos días en España. Un periodo eminentemente vacacional, marcado por las propuestas -unas más oficiales que otras- lanzadas desde el Ejecutivo central con tal de poner coto a la actual situación económica.
Algunas tiene su lógica, otras nacen con fallos estructurales y las últimas -y no por ello las más escasas- son simples disparates fruto de esa citada improvisación. Vamos con las tres más controvertidas: los 400 y pico euros para los «afortunados» que agotaron el subsidio en agosto, la subida de impuestos para las rentas más altas y la congelación del salario a los funcionarios de cara al próximo año. Excepto la primera, que fue anunciada por el propio presidente del Gobierno en su retiro canario para recular poco después dada la agitación social, el resto de iniciativas han encontrado oposición desde varios frentes pese a ser simples «avisos a navegantes». Se intuye que si se acaban aplicando en un futuro sufrirán tantas modificaciones que al final en poco, o nada, se asemejarán al anuncio inicial. Cosas de una política hecha a salto de mata. Pero hay más.
Existe algo peor que tomar una decisión y dar marcha atrás pocas horas después. Y, ajenos a nuestra voluntad, estamos siendo testigos de excepción. Se puede tomar tal decisión relacionada, por ejemplo, con el cobro de un subsidio de desempleo y admitir el error dada la descabellada medida de un hipotético carácter social; se puede dejar pasar apenas unos días y soltar el globo sonda de una futura subida de impuestos a las rentas más altas para poner remedio a la primera chapuza (dícese la relacionada con la cobertura a los desempleados); se puede recoger el calado popular de la idea, dejar que se deslice entre la frágil memoria ciudadana y buscar otra opción que satisfaga a más personas, o al menos, provoque un mitigado descontento...
Sin perspectiva temporal, creo que han abierto el cajón equivocado: demasiados funcionarios a sueldo... Y sin olvidar las bajas laborales relacionadas con la gripe A. Se nos presenta un agitado otoño-invierno. ¡Qué empiece ya!
No hay comentarios:
Publicar un comentario