Una labor constante, sin descanso. Un objetivo ambicioso, a la vez que razonable. Y todo amparado en la realidad: los diarios digitales van ganando terreno, como demuestran las estadísticas.
Sin embargo, este crecimiento paulatino, dicen los más optimistas que de futuro exponencial, se basa en la participación activa y continua del ciudadano, del lector más cibernético. Sin ella, sin esa interactividad, los argumentos de la revolución digital quedan reducidos al máximo.
Por ello, no llego a entender ni, por tanto, sé explicar cómo un medio –joven y ambicioso– puede decidir prescindir de la participación de los lectores, el ‘comente la noticia’.
Tampoco comprendo el mínimo control que se ejercía –hasta la eliminación del servicio– sobre tales comentarios, como se estila en la mayoría de los medios digitales. Insultos, acusaciones, menosprecios… copaban la mayoría de las opiniones. Y esta sensación se puede generalizar a gran parte de los diarios digitales. Un inicio, como la mayoría, algo trastabillado y con amplio margen de mejora.
Pero entre lo uno y lo otro debe existir un término medio. Porque ahí, como suele ocurrir, reside la virtud. Un espacio de información sin la voz del lector es un lugar vacío. Sin olvidar que un espacio de información con la voz más impertinente del lector tan sólo genera alboroto, da pábulo a acusaciones infundadas y echa atrás razonamientos fundamentados.
Esa equidad, entre opinión y mesura, debe ser el objetivo de los aún imberbes medios digitales. Y la ausencia de esa participación de los lectores y de su posterior control no deja de ser un paso atrás, una patada a la despensa que tanto trabajo le costó rellenar a la hormiguita.
Sin embargo, este crecimiento paulatino, dicen los más optimistas que de futuro exponencial, se basa en la participación activa y continua del ciudadano, del lector más cibernético. Sin ella, sin esa interactividad, los argumentos de la revolución digital quedan reducidos al máximo.
Por ello, no llego a entender ni, por tanto, sé explicar cómo un medio –joven y ambicioso– puede decidir prescindir de la participación de los lectores, el ‘comente la noticia’.
Tampoco comprendo el mínimo control que se ejercía –hasta la eliminación del servicio– sobre tales comentarios, como se estila en la mayoría de los medios digitales. Insultos, acusaciones, menosprecios… copaban la mayoría de las opiniones. Y esta sensación se puede generalizar a gran parte de los diarios digitales. Un inicio, como la mayoría, algo trastabillado y con amplio margen de mejora.
Pero entre lo uno y lo otro debe existir un término medio. Porque ahí, como suele ocurrir, reside la virtud. Un espacio de información sin la voz del lector es un lugar vacío. Sin olvidar que un espacio de información con la voz más impertinente del lector tan sólo genera alboroto, da pábulo a acusaciones infundadas y echa atrás razonamientos fundamentados.
Esa equidad, entre opinión y mesura, debe ser el objetivo de los aún imberbes medios digitales. Y la ausencia de esa participación de los lectores y de su posterior control no deja de ser un paso atrás, una patada a la despensa que tanto trabajo le costó rellenar a la hormiguita.
1 comentario:
Gran artículo. Suscribo todo lo que dices, pero, como periodista, ¿te has llegado a preguntar los motivos por los que se produjo ese parón, por así llamarlo? Un saludo
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