5 de abril de 2010

Un instante... "estelar"

El viaje llegó casi sin preverlo, pese a estar cerrado semanas atrás. Pero la intensa actividad que me ocupa desde febrero –y a la que, parece ser, le queda poco tiempo de vigencia– me impidió saborear los prolegómenos. Con lo que gustan…

Así, en cuestión de horas, llegábamos al destino. Tras aterrizar, camino hacia el hotel para dejar la maleta y saciar el hambre en plena Gran Vía. Sí, de nuevo en Madrid. La ciudad que siempre tiene reservada alguna sorpresa.

En apenas unas horas arribaba el resto de la expedición, y allí fuimos a esperarles. Entre tanto, un largo paseo por puntos de Madrid tan dispares como cercanos. Cuando la noche ya era cerrada, en plena Plaza de España, se produjo el desembarco del espíritu de Miguel Hernández más periodístico. Unas ‘tapas’ para abrir boca y a cenar, a modo de rutina.

Decía que la capital siempre sorprende, aunque presumas de manejarte entre sus calles. Y así volvió a ser. Nuevas esquinas, nuevas compañías… sensaciones inmejorables. Siempre tan efímeras que te dejan con ganas de repetir. Con apetito de mucho más.

La primera noche se inauguró en el ‘Museo Chicote’ para echar la persiana a ‘La Vía Lactea’. Dos históricos espacios nocturnos, que han vivido de formas muy diferentes el tránsito por los últimos lustros. Mientras el primero poco tiene de aquel ‘garito’ al que acudía lo más ‘granado’ de la sociedad del pasado siglo, el segundo –dicen– se conserva a la perfección. Tanto que hasta las paredes dan muestra de aquellos grupos que pasaron en plena ‘Movida madrileña’ por ese legendario escenario de Malasaña. Hogaño, más mundano.

Recordaba ‘La Vía Láctea’ de oídas, consecuencias del peso de su historia. Ahora ya forma parte de mi existencia más capitalina. Más modesta, pero también más propia. Me llevé interesantes conversaciones, reacciones sorprendentes, innumerables sonrisas y una curiosa charla con un californiano de paso por Madrid y con destino a Sevilla, para a acudir a la boda de un compatriota. ¡Cosas de la capital!

En el regreso a la gran vía madrileña, más en boga por su centenario, nos acompañó ‘Manu’ y su ‘amigo’. Dos ‘bukaneros’ vallecanos que monopolizaron los últimos pasos por un barrio ya en penumbra. Entonces, el reloj apuraba su primer tercio de esfera. Señal de que en apenas unas horas nos esperaba la Cadena Ser. Porque no se concibe una visita a la capital, sin unos minutos (u horas, según el plan) en Gran Vía, 32. Allí todo estaba igual. Tan sólo, las nuevas instalaciones se mostraban más próximas a su inauguración. Los estudios, la redacción, Francino… todo en su sitio. De allí, conservo una agradable charla con Cristina López Benedicto. Una de esas voces que te acompañan a lo largo de la vida y que un ‘encargo’ me permitió ponerle cara.

Las experiencias ya vividas nos llevaron, poco después, al Congreso de los Diputados. Se presentaba, a priori, como más de lo mismo. Pero no fue así. Al margen de un recorrido por las dependencias camerales y de la asistencia a un pleno (que cuanto más ves, peor sangre se te hace por la desidia de los diputados), las emociones fuertes llegaron avanzada la jornada. Dos productivos encuentros con sendos periodistas muy vinculados a la Cámara Baja. Dos perfiles diferentes. Uno, al servicio del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados. Otro, ahora, al servicio de El País. Ayer, de Público. Y una semana atrás, de El Mundo. Toda una trayectoria que realza su marcado carácter y su impoluta profesionalidad.

A modo de curiosidad, el encuentro con la tercera autoridad del Estado. El presidente del Congreso, José Bono, tuvo a bien recibirnos en el Vestíbulo Principal, con la Reina Isabel II como testigo de excepción. Unos minutos muy suyos, que ni su guiñol hubiera representado mejor, donde no olvidó su etapa escolar en Alicante.

Por falta de expectación, quedó pendiente conocer la redacción de ABC –un buen ejemplo de integración del papel y la edición digital. Y, por exceso de pereza, algunos desechamos la opción de acudir a los estudios de La Sexta. A cambio, un buen plan, más cercano y productivo. De Santa Ana, a la Plaza Mayor y, de nuevo, a la zona de Huertas, hasta que el cuerpo mandó una señal de alerta. Al día siguiente, tercera jornada en Madrid, el ‘plan de vuelo’ me deparaba la cita más esperada… No obstante, como marca la experiencia, la decepción suele ser proporcional a la ilusión depositada en cualquier proyecto. Con perspectiva profesional, el más ambicioso llegaba a la vez que se apuraban las últimas horas fuera de casa. El miércoles tocaba visita al Pirulí, a las instalaciones de RTVE en Torrespaña. Y nada fue según lo imaginado. Aunque ahí la responsabilidad (si me soy fiel) no se debe achacar al otro, más bien a uno mismo. No consigo reproducir lo imaginado, pero sí confirmo que lo visto no sació mis expectativas. El cansancio físico, todo sea dicho, también debió ser un factor a tener en cuenta. Pero no el único. De allí, lo dicho, poco conservo. Recuerdo las conflictivas relaciones entre los trabajadores y la empresa -con unos edificios empapelados por los sindicatos-, las decenas de ordenadores sin dueño visible y… pare usted de contar. Las caras más reconocibles, siendo sinceros, no me ocuparon ni un pensamiento. Crucé mirada con Vicente Vallés, como todas las noches. Pero también lo hice una madrugada cualquiera en plena Rambla alicantina. Y sigo viendo igual… Lo que no pasa, pues, de ser una anécdota. Sí que ocupó mis pensamientos previos a la visita descubrir la otra cara de la televisión. Y así me quedé, con ganas de más. Con ganas de destapar el telón que cubre lo que no se ve de un medio repleto de secretos.

Tres días, pues, dieron mucho de sí. Kilómetros en las piernas, pocos trayectos en metro, nuevos rincones, menos secretos, horas de interesantes conversaciones, minutos de atenta observación, pocas preguntas, algunas respuestas. Un instante. Y los mismos interrogantes. Con todo, sería injusto e ingrato quedarse con el último regusto, pese a que tuviera algo de amargor. Tras saborear el menú degustación, deben predominar los toques agradables, salpicados de aromas dulces. Como así es.

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