1 de febrero de 2011

Un juego sin caballeros


Con las bondades de los helicópteros Apache en manos del Ejército estadounidense en pleno desierto de Afganistán arrancaba esta noche el informativo de Antena 3. Las imágenes, en exclusiva, reflejaban un ataque nocturno contra insurgentes talibanes. En apenas unos minutos, limpieza selectiva. Tan sólo quedaron en pie las mujeres, los ancianos y los niños. Bueno, o esa idea ha repetido hasta la saciedad Matías Prats. La ingenuidad que ha intentado transmitir, con el objeto de engañar no sé bien a quién aunque imagino el porqué, me ha llevado hasta el botón rojo del mando a distancia. Clic. Off.

Sin el embaucador sonido de fondo y sirviéndome de que el hambre aún no había encontrado acomodo, he aprovechado para repasar uno de los epígrafes del tema que me ocupa ahora en el Máster en Comunicación Política y Electoral que se adueña de los minutos que me deja libre el trabajo. El apartado se hace llamar “Coaching para líderes políticos y cargos públicos”, aunque no han sido los mandamases de la gestión los que me han impulsado a su reelectura, más bien el concepto general de coaching, es decir, las técnicas que ayudan a mejorar las habilidades y capacidades del individuo, a identificar los aspectos problemáticos de su gestión profesional y el cómo aprender a mejorar el estilo de comunicación interpersonal y su comportamiento.

Un proceso antinatural lejos de los oficios que no sobreviven a costa de la imagen exterior, que no necesitan el beneplácito de los ciudadanos. Una técnica inimaginable entre la mayoría de los mortales. Antinatural, inimaginable…, a la par que recomendable. Porque todos los que vivimos con la sombra de un patrón apuntándonos (la mayoría de los mortales, por tanto) agradeceríamos que nuestros superiores invirtieran cierto tiempo en abrir los ojos y conocer la realidad que tan cerca tienen y tanto ignoran.

Volviendo a la esencia del coaching, reparo de nuevo en las fases del proceso. Ahí destacan el contacto, la concienciación y el entrenamiento. En la primera se detectan los puntos de posible evolución, que se le harán saber al afectado en la segunda fase, para pasar a su mejora en la tercera y definitiva etapa. Un trabajo que requiere, según leo, de la humildad del coachee, de la persona sujeta al proceso de coaching… Un punto de partida ambicioso -ya que un jefe, por definición, reniega de la modestia-, pero que una vez superado abre un ventanal de enormes posibilidades.

En realidad, esta teoría, que pocos empresarios ponen en práctica con sus responsables de áreas, debe provocar cierta indiferencia entre mis compañeros de contrato laboral. Incredulidad, dado que la ejecució de esas técnicas les sonaría utópico. Porque para ellos, los cambios, ya por norma, suponen un paso atrás. Si entre semana, veo, se han introducido novedades en las rutinas para adelantar la salida en la mayoría de las secciones e intentar así regresar a casa a horas menos canallas; me dicen que a partir de ya los colegas del fin de semana deben ampliar su jornada y trabajar también los domingos por la mañana. No parece, percibo, que la medida haya tenido una gran acogida… Por esperada, no deja de sorprender.

La experiencia advierte que a los problemas más que una solución inmediata se les debe encontrar una explicación... Desde fuera, imagino cuál habrá sido el detonante del cambio. Era de esperar. Pero esta vuelta de tuerca, que repara una pequeña grieta, acabará por romper una cañería. Presiento. Y todo, volviendo a la génesis, por la falta de empatía con la realidad. Ignoro de quién habrá surgido la orden, si es meditada o espontánea, pero apuesto, diners si fa falta, que en el germen de ese órdago no estaban todas las cartas sobre la mesa. Me figuro que alguno, alguna, algunos o algunas (un saludo para la añorada ministra Aído), preocupado por seguir a flote, debía esconder, tal vez por un descuido fruto de la desgana, algún rey bajo la manga. De la partida, parece, saldrá victorioso… Y eso que los naipes, al menos en tiempos de bonanza, eran un juego de caballeros.

Con la perspectiva que me dan los metros de separación y la experiencia de haber sobrevivido casi tres años en esa anarquía convertida en jungla, imagino que el coaching debe tener aplicación inmediata en seres que no presuman de ser políticos o caballeros (en ellos, varía el periodo terapéutico). Todos, decía, tenemos derecho a mejorar nuestras habilidades profesionales; los jefes, casi obligación. Aunque, ordenando los papeles, veo subrayada una actitud como fundamento esencial para el éxito del proceso: la predisposición. Mucho pedir en una época en la que los guiños, entre tanta confusión, pasan casi desapercibidos.

No hay comentarios: