Todo un reto para los más perseverantes, un muro infranqueable pensarán los agoreros. Sea lo que sea, resulta desalentador, cuanto menos, levantarse con el recuerdo del excesivo 0-3 del supremo Barcelona al honesto Hércules y toparse, aún con la mente en el Rico Pérez, con la portada de El Mundo de este último domingo de enero. Un publirreportaje en toda regla, que servirá para pagar deudas pendientes y dejará cuentas pendientes en la recámara. Plausible la entrevista al jefe de la oposición, deleznable la presentación. De la imagen, el silencio es su mejor defensa. A la postre, otro revés para cualquiera de las reglas de oro que dan forma a las decenas de manuales de Periodismo que se amontonan en las bibliotecas de las facultades.
Pero como las malas noticias nunca vienen con las manos en los bolsillos, El Mundo llegaba hoy con una compañía de lujo: el Magazine. Un dominical que, con el solo visionado de su portada, pedía a gritos sincerarse con el señor quiosquero, otra víctima inocente: “Perdone, pero quédese con el cambio, el periódico y su suplemento. Y disculpe las molestias que le haya podido ocasionar”.
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