Imagen del salón de actos durante la mesa redonda "La prensa gratuita"
Diferentes protagonistas, argumentos invariables. Un paso efímero por el I Congrés Periodistes y Periodismes Valencians en Democràcia, que se celebra desde el pasado lunes y hasta el viernes en la capital del Túria, me ha permitido comprobar que el pesimismo no conoce fronteras. Los lamentos, de no serlo, parecen idénticos a los que han repetido los profesionales de la comunicación que, año tras año, han acudido a las charlas organizadas por la Universidad Miguel Hernández. Los protagonistas alteran el embalaje e incluyen ciertos matices de actualidad -verbigracia, guiños al periodo electoral-... Y, a la postre, como escuchante, acabas con una sensación pareja al desaliento.
De las ocho sesiones previstas en la jornada del martes, rescato los debates que se generaron en las dos mesas redondas de carácter generalista: periodismo radiofónico y prensa gratuita.
Empiezo por el final. En el arranque de la jornada vespertina, la mesa de invitados la ocuparon Javier Peris, director de Qué Valencia!; Mariola Cubells, redactora jefa de ADN-Valencia; y Pablo Segarra, jefe de la delegación de 20 Minutos en Valencia. Los responsables de las tres cabeceras gratuitas que circulan por el Cap i Casal mostraron, desde el inicio, su predisposición a defender su negocio frente a la prensa de pago. Curtidos en las trincheras, presentaron razones ya caducas para equiparar y, los más lanzados, anteponer los diarios gratuitos a los tradicionales. Aseguraron que los suyos no eran ejemplares más sencillos ni menos periodísticos, que hay diarios de pago que se arrastran más que otros gratuitos, que otros medios [televisión, radio…] pese a ser gratuitos no acarrean con ese calificativo peyorativo, que la prensa gratuita genera hábito de lectura en la sociedad (luego aprovechado por otros soportes [Ja!]), que los gratuitos no son responsables de la actual crisis del periodismo [culpas a internet por “ofrecer más contenidos”]… Y así, un no parar de lugares comunes ya superados. Nadie les había dicho nada. Todo se lo dijeron ellos.
Y, gratuitos atrás, termino por el principio de la segunda sesión del Congreso. En la mesa sobre la profesión radiofónica, la ‘muerte del periodismo’ se convirtió en el concepto más aludido por los protagonistas. Unos, como José Miragall de RNE, acudieron al término sin circunloquios. Otros, como Bernando Guzmán de la SER, se ampararon en la sinceridad para reconocer que “el patio no está negro, sino lo siguiente” y valorar que “el futuro de la profesión se sitúa en manos de los empresarios y no de los periodistas”. Mientras que, José Luis Pérez de la COPE, se basó en la vertiente maravillosa, vocacional y enriquecedora del periodismo para confrontar ‘muerte’ con ‘vida’. Por su parte, Eduard Ureña de Onda Cero prefirió pasar de puntillas por la manida discusión y centrarse en un problema cuya solución, a priori, sí puede estar al alcance de los periodistas. Un debate más pragmático.
Los cuatro participantes se enfundaron el chaleco fosforito, cogieron la bandera, llevaron el silbato hasta sus labios y comenzaron una airada protesta contra las declaraciones institucionales de los políticos y las ruedas de prensa sin preguntas… Para acabar, a modo de epílogo, en un feroz ataque al periodismo declarativo y su creciente presencia en los medios de comunicación.
Sería una contienda loable si no estuviese envuelta en un discurso propio de fariseos. Los jefes de informativos de las principales radios privadas del país, ayer reunidos en torno a una mesa redonda, exhibieron un rotundo rechazo al avance de esta práctica. Perfecto. Unieron sus voces para decir “basta” a estas prácticas nocivas. Elogiable. Pero, como sucede en cada encuentro profesional-estudiante, intuyo el destino de esas hermosas palabras y no menos espléndidas intenciones. A buen seguro que, a estas horas, las ambiciosas pretensiones yacerán bajo el marco de la puerta del salón de actos. Una vez en la calle, estos profesionales (a modo de representación), como de costumbre, vuelven a pisar asfalto y a impregnarse de la descarnada realidad. Culpables de esa peligrosa proliferación de mensajes institucionales, ruedas de prensa sin preguntas y demás… Tienen nombre, apellidos y cargo. Sin ánimo de relevar identidades, diremos que ejercen la principal responsabilidad en sus respectivos medios. Si no es así, que alguien venga y lo explique. Less talk, more action!
En esta mesa de marcada temática radiofónica, también se escuchó una crítica a los políticos por intentar marcar la agenda mediática. ¿O era un reproche a los periodistas por dejar que los políticos marquen la agenda? De cualquier modo, no se profundizó en exceso en el asunto. No se recurrió, por tanto, a la doble moral.
Todos, sin reparo, ofrecieron una defensa algo bochornosa de sus soportes mediáticos. Unos incidieron en la competencia de Internet a la radio, con el usurpación de la ‘inmediatez’, o la de los diarios gratuitos a los de pago, con una cargante obsesión. Y todos, subrayo, malgastaron demasiadas dosis de energías en proteger lo que ahora consideran suyo (demasiado suyo), pero que mañana se puede alzar como un apuesto rival. Del Periodismo, como oficio, poco se habló.
Y ya para otro día dejamos la frustración de ver semivacía, durante la mayoría de las sesiones, la sala que da cabida a esta primera edición del Congreso. Parece que a los futuros periodistas solo se les atrae al salón de actos con caras reconocibles (como Alborch) o con la obligatoriedad de acudir para realizar según qué ejercicios de no se qué materia de la licenciatura. Confirmado, es un mal endémico. Y mejor ni hablar del desprecio que hace el programa del atractivo Congreso (cinco días a una media de siete sesiones) a las provincias de Alicante y Castellón. Un fiel reflejo de la realidad. Por el sur, apenas un representante de la prensa de pago y una profesora de la Universidad. Por el norte, un representante de la prensa de pago, que además se cayó del cartel a última hora por cuestiones personales. Y con eso de que el Congreso es un foro abierto, un fotoperiodista de Barcelona. Resumiendo, como diría el maestro Sabina: Alicante, dos; Castellón, uno (cero); Cataluña, uno. Por lo demás, una cita excepcional. En la cabeza, la web (por sus contenidos y constante actualización), una referencia para otros congresos.