30 de marzo de 2011

Less talk, more action!

Imagen del salón de actos durante la mesa redonda "La prensa gratuita"

Diferentes protagonistas, argumentos invariables. Un paso efímero por el I Congrés Periodistes y Periodismes Valencians en Democràcia, que se celebra desde el pasado lunes y hasta el viernes en la capital del Túria, me ha permitido comprobar que el pesimismo no conoce fronteras. Los lamentos, de no serlo, parecen idénticos a los que han repetido los profesionales de la comunicación que, año tras año, han acudido a las charlas organizadas por la Universidad Miguel Hernández. Los protagonistas alteran el embalaje e incluyen ciertos matices de actualidad -verbigracia, guiños al periodo electoral-... Y, a la postre, como escuchante, acabas con una sensación pareja al desaliento.

De las ocho sesiones previstas en la jornada del martes, rescato los debates que se generaron en las dos mesas redondas de carácter generalista: periodismo radiofónico y prensa gratuita.

Empiezo por el final. En el arranque de la jornada vespertina, la mesa de invitados la ocuparon Javier Peris, director de Qué Valencia!; Mariola Cubells, redactora jefa de ADN-Valencia; y Pablo Segarra, jefe de la delegación de 20 Minutos en Valencia. Los responsables de las tres cabeceras gratuitas que circulan por el Cap i Casal mostraron, desde el inicio, su predisposición a defender su negocio frente a la prensa de pago. Curtidos en las trincheras, presentaron razones ya caducas para equiparar y, los más lanzados, anteponer los diarios gratuitos a los tradicionales. Aseguraron que los suyos no eran ejemplares más sencillos ni menos periodísticos, que hay diarios de pago que se arrastran más que otros gratuitos, que otros medios [televisión, radio…] pese a ser gratuitos no acarrean con ese calificativo peyorativo, que la prensa gratuita genera hábito de lectura en la sociedad (luego aprovechado por otros soportes [Ja!]), que los gratuitos no son responsables de la actual crisis del periodismo [culpas a internet por “ofrecer más contenidos”]… Y así, un no parar de lugares comunes ya superados. Nadie les había dicho nada. Todo se lo dijeron ellos.

Y, gratuitos atrás, termino por el principio de la segunda sesión del Congreso. En la mesa sobre la profesión radiofónica, la ‘muerte del periodismo’ se convirtió en el concepto más aludido por los protagonistas. Unos, como José Miragall de RNE, acudieron al término sin circunloquios. Otros, como Bernando Guzmán de la SER, se ampararon en la sinceridad para reconocer que “el patio no está negro, sino lo siguiente” y valorar que “el futuro de la profesión se sitúa en manos de los empresarios y no de los periodistas”. Mientras que, José Luis Pérez de la COPE, se basó en la vertiente maravillosa, vocacional y enriquecedora del periodismo para confrontar ‘muerte’ con ‘vida’. Por su parte, Eduard Ureña de Onda Cero prefirió pasar de puntillas por la manida discusión y centrarse en un problema cuya solución, a priori, sí puede estar al alcance de los periodistas. Un debate más pragmático.

Los cuatro participantes se enfundaron el chaleco fosforito, cogieron la bandera, llevaron el silbato hasta sus labios y comenzaron una airada protesta contra las declaraciones institucionales de los políticos y las ruedas de prensa sin preguntas… Para acabar, a modo de epílogo, en un feroz ataque al periodismo declarativo y su creciente presencia en los medios de comunicación.

Sería una contienda loable si no estuviese envuelta en un discurso propio de fariseos. Los jefes de informativos de las principales radios privadas del país, ayer reunidos en torno a una mesa redonda, exhibieron un rotundo rechazo al avance de esta práctica. Perfecto. Unieron sus voces para decir “basta” a estas prácticas nocivas. Elogiable. Pero, como sucede en cada encuentro profesional-estudiante, intuyo el destino de esas hermosas palabras y no menos espléndidas intenciones. A buen seguro que, a estas horas, las ambiciosas pretensiones yacerán bajo el marco de la puerta del salón de actos. Una vez en la calle, estos profesionales (a modo de representación), como de costumbre, vuelven a pisar asfalto y a impregnarse de la descarnada realidad. Culpables de esa peligrosa proliferación de mensajes institucionales, ruedas de prensa sin preguntas y demás… Tienen nombre, apellidos y cargo. Sin ánimo de relevar identidades, diremos que ejercen la principal responsabilidad en sus respectivos medios. Si no es así, que alguien venga y lo explique. Less talk, more action!

En esta mesa de marcada temática radiofónica, también se escuchó una crítica a los políticos por intentar marcar la agenda mediática. ¿O era un reproche a los periodistas por dejar que los políticos marquen la agenda? De cualquier modo, no se profundizó en exceso en el asunto. No se recurrió, por tanto, a la doble moral.

Todos, sin reparo, ofrecieron una defensa algo bochornosa de sus soportes mediáticos. Unos incidieron en la competencia de Internet a la radio, con el usurpación de la ‘inmediatez’, o la de los diarios gratuitos a los de pago, con una cargante obsesión. Y todos, subrayo, malgastaron demasiadas dosis de energías en proteger lo que ahora consideran suyo (demasiado suyo), pero que mañana se puede alzar como un apuesto rival. Del Periodismo, como oficio, poco se habló.

Y ya para otro día dejamos la frustración de ver semivacía, durante la mayoría de las sesiones, la sala que da cabida a esta primera edición del Congreso. Parece que a los futuros periodistas solo se les atrae al salón de actos con caras reconocibles (como Alborch) o con la obligatoriedad de acudir para realizar según qué ejercicios de no se qué materia de la licenciatura. Confirmado, es un mal endémico. Y mejor ni hablar del desprecio que hace el programa del atractivo Congreso (cinco días a una media de siete sesiones) a las provincias de Alicante y Castellón. Un fiel reflejo de la realidad. Por el sur, apenas un representante de la prensa de pago y una profesora de la Universidad. Por el norte, un representante de la prensa de pago, que además se cayó del cartel a última hora por cuestiones personales. Y con eso de que el Congreso es un foro abierto, un fotoperiodista de Barcelona. Resumiendo, como diría el maestro Sabina: Alicante, dos; Castellón, uno (cero); Cataluña, uno. Por lo demás, una cita excepcional. En la cabeza, la web (por sus contenidos y constante actualización), una referencia para otros congresos.

25 de marzo de 2011

Djukic, un motivo para creer


Recurrir a los clásicos nunca falla. Y las primeras impresiones, rara vez lo hacen.

Los que nos dedicamos a este oficio de contar hechos de supuesta relevancia pública, hemos oído en multitud de ocasiones eso de “ante la duda, haz periodismo”. Es un recurso útil en editoriales, opiniones, conferencias y clases magistrales, dado que se erige como uno de los principios de la profesión (o, al menos, así era en la última revisión de los manuales). Y esta tarde, mientras realizaba la ronda de previsiones por las delegaciones de la provincia, el axioma se ha convertido en una especie de estribillo, pasado por chapa y pintura. "Ante la duda, defiende al periodismo", se repetía con persistencia en mi cabeza. Sin previo aviso. La razón: la inminente llegada a la redacción del infame Eduardo Inda, actual director del diario Marca con su futuro ya ligado a Veo7.

Su estancia, pasajera –por fortuna-, en las instalaciones del periódico se debía a la presentación del libro “El hombre impasible. Historia secreta del PP de Rajoy camino al poder”. No obstante, aprovechando la coyuntura (o eso de que nosequé río pasa por nosequé ciudad…), el abyecto periodista ha participado en un encuentro digital con los lectores. Las preguntas, no menos que las respuestas, provocan cierto reparo, espanto, vergüenza ajena o, simplemente, reflejan una realidad que el propio Inda ha moldeado desde la poltrona del diario más leído en España.

Pero, una vez planteada la situación estructural, vayamos al fondo de la cuestión. ¿Se debe dar pábulo a un profesional (ejem) del sector que tanto daño ha hecho al periodismo en los últimos años? ¿Se deben anteponer las visitas únicas (lectores, o como quieran llamarlo) a la defensa corporativista de un oficio que nos apasiona y, por ahora, nos permite llegar a fin de mes? ¿Todo vale por un incremento puntual de la audiencia? Innumerables interrogantes y una respuesta: si nosotros no somos capaces de defender el quiosco… Como diría aquél: “Que el último en salir apague las luces”.

El halo de esperanza llega, sin embargo, desde el Rico Pérez. Puede sonar a guasa. Puede parecer mentira, después de la retahíla de pésimas noticias que rodean al Hércules en las últimas fechas. Puede parecer inaudito, pero no. El nuevo técnico blanquiazul, Miroslav Djukic, tan sólo ha necesitado unos minutos para devolver la confianza a un barco con fugas de ilusión. Los primeros en captar su optimismo, los periodistas. Su discurso, plagado de sensatez, ya se echaba de menos en una sala de prensa acostumbrada a su anterior inquilino, Esteban Vigo (“El Boquerón, frito”).

Excepto la foto fija de la clasificación, el resto de ponderables juega a favor del Hércules. El calendario parece diseñado por García Solera. De las nueve jornadas por disputar, los blanquiazules disputarán cinco en condición de local y cuatro lejos del Rico Pérez. Entre los rivales, ninguno asusta: el mejor clasificado, el Atlético de Madrid. Así, tan sólo resta convencer a los escépticos. Ante Osasuna, exhibieron su cara menos amable, más deplorable que profesional. Pero ahora existen motivos para creer. La Liga le debe una a Djukic... y ya es hora de saldar esa deuda pendiente.

21 de marzo de 2011

Disparos de fogueo


Llega desde Valencia, aún con las cenizas de los vastos monumentos echando humo, un debate que huele a cerrado, viejo, inacabado… y, sobre todo, a cercano. Los falleros tienen sobre la mesa la propuesta de trasladar la principal fiesta del Cap i Casal para que, año tras año, los días grandes coincidan con un fin de semana. La idea, por supuesto, parte de los sectores turísticos de la ciudad, que buscan hacer caja con las jornadas que más visitantes se concentran en Valencia. De seguir adelante, la tradición dejaría su lugar en el calendario al negocio.

En Alicante, este debate, que surgió años ha, recobró fuerzas el pasado, con el inestimable apoyo de un grupo de festeros, en presunta minoría, que contó con el ruido mediático de hosteleros, hoteleros y demás sectores relacionados con el turismo.

No obstante, al final, todo quedó en nada. Como de costumbre. El Ayuntamiento dejó la decisión en manos de la Federació de Fogueres, que optó por dar carpetazo al debate… De momento.

Ahora, con los ecos que llegan desde la ciudad del Túria, me vuelven a rondar por la cabeza esos mismos argumentos que esgrimían los tradicionalistas, los inmovilistas, aquellos que defienden la Fiesta en su concepción más pura... Los mismos que no quieren claudicar ante las nuevas corrientes, a cuyos responsables acusan de un exacerbado egoísmo. Dicen que piden cambiar el calendario de la Cremà de Sant Joan a cambio de (casi) nada. Aducen que los patronos del ocio alicantino (en cualquiera de sus manifestaciones) apenas contribuyen económicamente con el sostenimiento de la Fiesta. Y razón, parece, no les falta. En Alicante, por ADN, se conjuga con mayor soltura el verbo disfrutar que el de colaborar. Los ciudadanos, los primeros; y, como tal, los empresarios, a continuación.

Con todo, en unas fechas, con el avance de la primavera, el debate volverá a la palestra. De nuevo, los mismos argumentos. Y, da la impresión, con el mismo corolario. Habrá que esperar a que los del norte den un paso hacia adelante para que Comunidad abajo se tome en serio la discusión. Hasta entonces, disparos de fogueo.

17 de marzo de 2011

Trigueros, el lastre de un Pastor

Con cierta nostalgia, releo el artículo “Periodismo UMH: nuevos e ilusionantes retos”, que se publica hoy en Información y firman varios de esos profesores que marcaron mi etapa universitaria. El texto, además de recopilar las muchas (y muy buenas) actividades ligadas a la todavía imberbe licenciatura, lanza un mensaje simulado a navegantes interesados en el porvenir de la profesión en la provincia de Alicante.

Recuerdo que por esta época, un año atrás, los alumnos, atomizados desde el principio, nos unimos en un frente común con el reto de organizar un acto de graduación inolvidable. Y parece que lo conseguimos, pese a tener que esquivar impedimentos urdidos desde los despachos más señoriales de la Universidad. Por fortuna, el actual rector, con el que mantuvimos agrias discrepancias en la puesta en marcha de la carrera, mostró su incondicional apoyo en aquella primera promoción de Periodismo que abandonaba la UMH y nos permitió disfrutar de una jornada periodística, inolvidable, elegante y muy nuestra.

Ahora, nueve meses después de acudir a Atzavares a recibir la última lección de la Licenciatura, siento atravesar la segunda fase de la etapa postuniversitaria. En la primera, se echa en falta la rutina: madrugar, carretera rumbo a Elche, aparcamiento en Atzavares, clases teóricas y prácticas, compañeros, amigos, libros, apuntes, trabajos… Cambiados los hábitos, toca recordar ese lustro con añoranza y seguir archivando las enseñanzas. Una de ellas, la principal, ejerce de suave hilo conductor del citado artículo. La defensa de nuestro oficio, del Periodismo, da sentido a las palabras escritas por González, Carvajal y Ors. Un tridente doctorado.

Me seduce conocer las interpretaciones que dan al texto los lectores ajenos a la UMH, aquéllos que poco o nada saben de las polémicas que se reproducen en el mundo universitario, y que en ocasiones apuntan al cuello de los más luchadores. Con injusticia, por norma.

Nosotros, los alumnos que presenciamos los primeros pasos de la Licenciatura, allá por septiembre de 2005, conocemos la guerra sucia que se originó el pasado curso, cuando el máximo dirigente de nuestra Facultad (Ciencias Jurídicas y Sociales de Elche) intentó impedir, por todos sus medios, que la primera promoción de Periodismo celebrase un acto propio, en el que se pretendía integrar en una graduación la concesión de un Honoris Causa.

El decano, José Antonio Trigueros, acompañado en su funesta labor por Santiago Fernández Ardanaz, vicedecano encargado del trabajo de tuberías, no dudó en sembrar de dinamita el camino con tal de imponer su criterio y denigrar a Periodismo UMH. Fue el objetivo, y ambos pelearon hasta el desaliento, pero la lógica se acabó por imponer. La Facultad suprimió cualquier subvención (en agravio con el resto de carreras) e incluso coaccionó a la Delegación de Estudiantes de Jurídicas y Sociales para que retirara cualquier ayuda económica. Pero de nada le sirvió. La graduación brilló. El infausto no hizo presencia, y tampoco se le echó en falta.

Ahora, trece años después de asumir el poder, Jesús Rodríguez Marín abandona su poltrona y la Universidad busca sustituto. En las primeras elecciones (como tal) que se celebrarán en la UMH, concurrirán dos candidatos. Ambos se apellidan Pastor, y a ninguno tengo el gusto de conocer. Pero uno de ellos, Carlos, acude con la peor carta de presentación posible. El candidato reformista -como se da a conocer- y populista -en apariencia- contará en su equipo (aún oficioso) con Trigueros, que sólo recurre a Periodismo para dar eco mediático e intentar reflotar licenciaturas abocadas al fracaso. Por tanto, el prometedor futuro de PeriodismoUMH se pone también en juego en los próximos comicios al Rectorado. De todos es sabido qué pasará si Carlos Pastor se impone a Jesús Pastor, el cabeza de cartel de la propuesta ‘continuista’.

Desde la distancia, vivo con toda la disposición y cierta impotencia el periodo electoral. Sólo espero que la lógica, de nuevo, se imponga y la democracia aparte a ciertos personajes de los órganos de gobierno de la Universidad. Como bien recoge el artículo, sutil donde los haya, de González, Carvajal y Ors (que muchos firmamos de corazón), “el Periodismo UMH quiere seguir creciendo con normalidad, sin trabas, progresando, consolidándose como unos estudios de valor estratégico para la UMH y participando activamente en las dinámicas y estrategias de comunicación de la Universidad”. Ahí queda dicho. Que así sea.

15 de marzo de 2011

Japón Irán Barcelona

Un día de contrastes. De Japón, pasando por Irán y acabando en casa. Con el corazón aún estremecido con las imágenes del tsunami y el halo de devastación que dejó a su paso, el estado de preocupación no hace más que empeorar con el transcurso de las horas. Apenas llegan noticias positivas desde la central nuclear de Fukushima, que si un incendio, que si una explosión, que si la piscina... Y no deja de sorprender la presunta tranquilidad con la que encaran la situación los japoneses. Todo un ejemplo de civismo.

En España, todos tranquilos. El Gobierno central ha creado un grupo de seguimiento de la delicada situación que atraviesa Japón. Y en Europa, resurge con fuerza el debate sobre la seguridad de las centrales nucleares. Los ejecutivos continentales, desbordados por la actual situación económica (y demás), se llevan las manos a la cabeza y se apresuran a dejarse llevar por las corrientes menos impopulares. Sin problemas, menos riesgos. Nadie quiere levantar la voz. Bien es cierto que un golpe de la Naturaleza, con ese terremoto de 8,8 grados, deja sin contenido cualquier argumento. Sería conveniente no tomar decisiones desde la perplejidad. Como tampoco recomiendan promulgar leyes con el cadáver aún en caliente.

Pero este 15 de marzo también ha traído un golpe de optimismo. Al menos, al Periodismo. Digno de mención, desde una perspectiva profesional, merece el trabajo de Ana Pastor ante Mahmud Ahmadineyad, un personaje tan detestable como apetecible resulta enfrentarse a una entrevista con el tirano iraní como protagonista. No obstante, la sociedad ha tendido a cambiar los papeles y centrar su atención en la labor de la periodista de TVE. Un guiño necesario para un oficio en perpetua crisis, que vaga por un desierto sin apenas oasis. Pero aplaudida la incisiva postura de Ana Pastor, parece necesario devolver los focos (y los titulares) al entrevistado. De lo contrario, flaco favor se le haría a la profesión. La propia estrella accidental (que se ha llegado a convertir en trending topic mundial en Twitter) ha recordado posteriormente que un periodista no debe ser protagonista de sus noticias. Chapeau. Una actitud que debería ser tan considerada como considerable ha sido su contundente discurso ante un déspota como Ahmadineyad. Envidia, por otro lado, poder enfrentarse a un reto potente, pero fascinante. Con o sin pañuelo sobre la cabeza, pero con ilusión de plantearle las cuestiones que cualquiera se hace cada vez que el dictador aparece en la pantalla. Envidia, también, recorrió el cuerpo de muchos de los que estamos en España cuando nos despertamos la pasada semana con el terremoto de Japón pensando que una compañera se encontraba, por caprichos de la vida, en el centro de las miradas de medio mundo. En el núcleo de la información. A escasa distancia de un acontecimiento crucial, de los que se recogen en los libros de texto. Un presente del destino para vivir, digerir y contar. Sin un cómo ni un cuándo, pero con todos los porqués que depara un hecho histórico.

Ya en casa, y cuando la noche de hoy tomaba cuerpo, surge otra noticia de las que revuelven el estómago. En pleno partido de octavos de final de la Champions entre Bayern de Munich e Inter de Milan, se anuncia que, Eric Abidal, defensa del Barcelona, se aparta del fútbol para tratarse de un tumor detectado en el hígado. De golpe, el resultado del encuentro pierde toda importancia, ya relativa de por sí. La vida, sin saberlo, recupera su sentido más pleno. Como diría Gandhi: "Vive como si fueras a morir mañana, aprende como si fueras a vivir para siempre".

Y, entre tanto, los rebeldes libios se retiran hacia Bengasi, donde se prevé una batalla desigual. Gadafi gana terreno día a día, beneficiado de la falta de consenso internacional. Pero ya no interesa, no hay tiempo para tantos conflictos.

4 de marzo de 2011

Esteban y su primera vez

‘Un partido sin margen de error’. ‘Llega la hora de la verdad’. El ‘no hay rival pequeño’ frente a los partidos contra ‘equipos de nuestra Liga’. ‘Las finales no se juegan, se ganan’… El fútbol, ese deporte que inventaron los ingleses y ganaban los alemanes, se caracteriza por esa sufrida retahíla de expresiones manidas que aportan tan poco contenido como ayudan a los futbolistas en sus sufridas intervenciones ante los medios de comunicación. En todas las temporadas, llegados a cierto tramo del calendario, los tópicos se convierten en una constante en boca de jugadores, técnicos y presidentes. Y ahí estamos.

En el Hércules, obvio, no se podía ser menos. Y desde hace varias semanas, ya se están escuchando las frases más tópicas. Aunque verbalizar, hasta donde se sabe, no es sinónimo de llevar a la práctica. La irregular trayectoria del equipo (digna en los partidos del Rico Pérez y deshonrosa en las actuaciones como visitante) todavía, por raro que parezca, no ha despertado el sentimiento más hondo del aficionado alicantino. Aquí, en la terreta, los seguidores se caracterizan por apoyar al equipo en las victorias y dar la espalda en los momentos más complicados. Una marca de distinción alicantina, como la Explanada o la suciedad en las calles.

Extraña, por tanto, que la afición no se haya vuelto contra el equipo (jugadores y/o entrenador) con mayor virulencia en las últimas jornadas. Motivos ha tenido. Aunque parece que las victorias en casa han aparcado, de momento, los gravísimos problemas del equipo lejos del estadio blanquiazul. Pero, como era de esperar, algún día tenía que llegar un tropiezo serio del Hércules en Alicante. Sucedió el pasado domingo, frente a un mermado (por voluntad de su técnico) Getafe. Ese empate unido a la presumible derrota ante el Villarreal, como así fue, deja al equipo blanquiazul más cerca que nunca de los puestos de descenso. Tan sólo la apabullante victoria del Real Madrid frente a un conformista Málaga permite al cuadro alicantino mantenerse en el borde del abismo. Sobre la línea roja. Por ahora.

No hace ni dos meses que el conjunto de Esteban Vigo viajó hasta Gijón con una cifra entre ceja y ceja: doce puntos. La victoria en El Molinón hubiera dado un empujón casi definitivo al Hércules, que pudo regresar del Cantábrico con una holgada renta respecto a los puestos rojos de la clasificación. Pero no lo hizo. Y ahora sólo conserva un mísero punto y va camino del alcanzar el récord de jornadas consecutivas sin marcar fuera de casa. Hasta la fecha, ya ha completado toda una vuelta del calendario. Y lo que queda… La próxima visita, el Santiago Bernabéu

No obstante, pensar en lo que pudo ser de nada sirve. Hasta la fecha, decía, la afición no se ha vuelto contra los jugadores ni el entrenador, excepto en instantes tan concretos como insignificantes. Un recién ascendido (que vagó tres lustros por la categoría de plata y bronce del fútbol español) debería tener el cuerpo preparado para luchar por la permanencia. Pero este Hércules no es un cualquiera. La plantilla, que cuenta con jugadores de reconocido prestigio, no hace justicia a la situación actual en la clasificación. Ahí algo falla. Y del entrenador, qué decir. Desconcierta a todo su entorno. Cada semana, una nueva apuesta sobre el césped sin previo ensayo en el campo de entrenamiento. Alineaciones cambiantes. Jugadores que salen o entran del “once” inicial sin motivos aparentes. Un quilombo que denota falta de rotundidad en la dirección del equipo. Un serio problema cuando el aliento del antepenúltimo sopla con fuerza en el propio cogote. Y a estas alturas y con la nave desnortada, Esteban se pone a pedir explicaciones a los jugadores… Parece tarde, al menos si quiere conservar al autoridad entre la plantilla.

El Almería, el actual colista de la categoría, visita el domingo Alicante. Dicen que representa una final anticipada (!!), a falta de doce jornadas para que ondee la banderola a cuadros. También se habla de que será un partido a cara de perro… Tal vez, se convierta en un juicio popular contra Esteban Vigo, el capitán de un proyecto que hace aguas sin razones aparentes. Situar en Europa el objetivo de este Hércules sería pecar de ambición. Una cualidad, por otra parte, necesaria para crecer. Pero tampoco debe luchar, como igual, con equipos como Almería, Levante, Racing de Santander, Sporting de Gijón, Zaragoza o Deportivo. Por plantilla, no hay color. La diferencia, por tanto, apunta al banquillo. Allí yace Esteban Vigo. Relamiéndose aún de la gloria por la histórica victoria en el Camp Nou, el malagueño disfruta de su primera experiencia entre los grandes. Ya la tuvo como jugador; ahora, como entrenador. La cuasi impecable trayectoria del equipo en el Rico Pérez le ha permitido circular con cierta serenidad por la temporada. Pero esas preguntas que ahora él traslada a los jugadores, ya hace tiempo debieron llegar a su despacho. Pero sin diálogo, todo se vuelve cuesta arriba.

Cumplidos dos tercios del campeonato, las críticas, mesuradas, apenas han tocado a Esteban de refilón. El rédito por el ansiado ascenso a Primera (¿?) le mantiene ciertamente invisible ante los templados reproches de la afición. Pero en el Hércules nada es eterno. Pronto, apuesto, llegará su primera vez. Y, puede, entonces, que no haya una próxima.

1 de marzo de 2011

Fuera las máscaras

Deslizo el dedo por la pantalla del Iphone esquivando comentarios referidos a Mourinho y sus excusas. El técnico portugués cada vez que habla monopoliza parte de las conversaciones en Twitter, aunque hay vida más allá del fútbol. Entre tuit y tuit, leo a un periodista, veterano en esto de contar historias, lamentarse por los tiempos que corren. “Mala época nos ha tocado vivir para hacer Periodismo”, apunta el veterano redactor. El nombre viene a ser una anécdota, ya que su opinión forma parte del alma de la mayoría de las redacciones. Un error, siempre que se hable del oficio en sí y no de las condiciones laborales que imperan en estos tiempos.

Vivimos épocas de continuos cambios. Estamos inmersos en una revolución tecnológica que todavía no llegamos a comprender en toda su dimensión, por lo que andamos algo perdidos prediciendo cómo será el presente más lejano y el futuro más inmediato. En esta coyuntura, los que manejan los hilos de la profesión dan palos de ciego intentado dar con la tecla correcta que garantice su supervivencia en el sector y mantenga su cuota de poder. Y no parece fácil.

Disparar botes de humo en el espacio. Esta imagen, caricaturizada, podría ilustrar un texto publicado el pasado fin de semana y que demuestra el miedo de ciertos gerifaltes ante lo desconocido. Miedo a dar pasos en falso que puedan tambalear sus actuales estructuras. Pero no saben, o si lo saben (y de ahí, esta actitud), que el futuro es el presente de un mañana que ya está aquí. El artículo parece girar en torno a la defensa a ultranza del periodismo más tradicional ante los ataques indiscriminados que sufre desde Internet en los últimos años. En realidad, no es más que una crítica desesperada, un golpe sobre una mesa carcomida por la pasividad. Se intenta confrontar a las redes sociales y los blogs con el periodismo de máquina de escribir. Y, sin embargo, se omite una apuesta rotunda por la rama digital del oficio. Toda una declaración de intenciones.

La irrupción de la red de redes aún produce escalofríos en determinados despachos. Pensar en el vertiginoso avance de las nuevas tecnologías preocupa, como era de esperar, a los comodones que prefieren vivir de las jugosas y cada vez menos recientes rentas. Adaptarse a los cambios y aceptar esos nuevos retos acabará siendo la única salida, pero no todos aceptan embarcarse en la aventura a las primeras de cambio. Piensan, con presuntuosa ignorancia, que resistir será sinónimo de victoria.

En Internet abunda lo vulgar, pero hay espacio para lo selecto. Cuenta el artículo que “un ciudadano contando desde un blog un acontecimiento de relieve no es un periodista”. Claro que no. Pero un periodista, con su titulación o sin ella, puede servirse de un blog para contar desde su perspectiva un acontecimiento de relieve. No juzguemos al medio, hagámoslo (si es que estamos en condiciones) con el emisor. Ese cuaderno de bitácoras, bien seleccionado, representa otra inmensa fuente de conocimientos. Dicen que es un arma de doble filo en esa democratización de la información, pero simplemente es un cambio de papeles. El poder ya no lo empuña el editor, ahora el lector disfruta de unas sensaciones impensables hace una década. El que quiera, que se quede en lo superficial, y quien lo desee, que profundice hasta donde nunca pudo imaginar su progenitor. No debemos exigir libertades para pueblos lejanos en busca de un mundo mejor y, en cambio, atar en corto a las audiencias para mantenerlas sometidas a nuestro antojo.

Ese informador, continúa el artículo, es “un mediador que narra, ordena y analiza unos hechos para que el público se conmueva, los tamice con sus valores y los interprete para entender un poco mejor el mundo en el que está viviendo”. Una definición tan correcta como amplia, donde no se contempla el escenario para narrar, ordenar y analizar los hechos. Puede desarrollarse en una emisora histórica, un centenario periódico, un bisoño medio de comunicación online o en un simple blog. También, por qué no, a través de un perfil en una red social, donde un periodista, en apenas 140 caracteres, genere un debate en torno al asunto más candente de la actualidad. Porque ahora, el ciudadano, que siempre tuvo voz, quiere ser escuchado. Y no deben ser esos periodistas (que siempre abogaron por repartir votos en regiones sometidas) quienes ejerzan de improvisados dictadores.

El medio no es el argumento, es una excusa. El buen profesional se vale de las herramientas de las que dispone para llegar al mayor número de lectores. Es una práctica común en las radios, los diarios y las televisiones. No es un delito. Todos buscan un público que, ahora, navega sin excesivo rumbo por la Red. Y ahí es donde deben aparecer los medios más tradicionales. Ellos disponen de argumentos para ofrecer calidad, experiencia en el sector y alternativas en la información para convencer al lector de que representan la mejor opción para dar a conocer qué pasa ahí afuera. Vivimos un nuevo tiempo en el que no se puede dar la espalda a Internet como espacio informativo y sí a los malos vicios que cohabitan en él. Lo contrario es vivir en un engaño de tiempo limitado. Y para ello resulta más que necesario un profundo examen interno.

No va a servir tumbarse al sol y culpar a Internet de los males que, por ejemplo, acechan a la prensa. Los ciudadanos siguen ávidos de información. La sociedad, no por cambiar de siglo, perdió su necesidad de conocer lo que sucede. Aunque, los hábitos, sí tienen tendencia a cambiar. Y será a velocidad de crucero para el papel si no busca acomodo en la nueva estructura. Tiene buena mano, pero debe saber jugarla siguiendo el ya añejo ejemplo de la radio ante la irrupción de la televisión. La sociedad cada vez es más exigente. Y estancarse sí será firmar la sentencia.

Los digitales, con el actual planteamiento, tal vez no se erijan como la solución. A pocos profesionales les satisface la concepción actual de la mayoría de periódicos con ediciones online. Se percibe la incredulidad ante el poder de Internet, tan sólo se reservó un dominio en el que se vuelcan noticias ya publicadas, teletipos sin forma y galerías de imágenes de seres (por norma, mujeres) de buen ver. Vaya involución… Eso no es periodismo. Tendrán visitas, sí, pero ése no es futuro en la Red. Si se mantiene esa línea de trabajo, sí habrá motivos para detectar fantasmas en cada esquina.

Obvio parece que no será Internet quien abra los brazos al oficio de contar al mundo lo que ocurre. Debe ser éste, con su veteranía cargada a la espalda, quien acuda a Internet para seguir informando. Con humildad, incluso, se podría llegar a una armónica simbiosis. No se puede vivir con actitud altiva y proclamar que Internet “no será nada sin el aliento del periodismo”. ¿Qué nos creemos? A buen seguro, la concepción inversa estaría mucho más próxima a la realidad vigente.

Y todo por un forzado debate entre periodismo e Internet. Una confrontación entre contenido y continente. ¿Por qué no ir de la mano y hacer también periodismo en y para Internet? ¿Por qué no vemos el potencial de Internet como una herramienta para mejorar el periodismo? Si tenemos la bendita obsesión de tratar de explicar lo que ocurre en el mundo o en un barrio, parece difícil encontrar una plataforma más democrática que Internet, donde se crean monstruos a la misma velocidad que se derrumban. Los fraudulentos sí que tienen límite en la Red, no deben ser una preocupación para los defensores de la calidad profesional. ¿Por qué cualquier avance debe suponer un frente abierto contra el periodismo? En la búsqueda de falsos enemigos se pierde un valioso tiempo. Algo tendrán las redes sociales (y similares) si andan tasadas en miles de millones de euros. Ahí está el mecado.

El mayor enemigo del periodismo no es Internet, sino las mentes obtusas de aquéllos que marcan la actual hoja de ruta de la profesión. No ver en la Red una oportunidad para progresar retrata las mentes menos privilegiadas. El enemigo, decía, del periodismo nunca será Internet. Tenemos otros más próximos, como la precariedad laboral, la sustitución pieza por pieza de redactores experimentados por becarios de quita y pon. La pérdida de calidad sí es un problema. Y como tal, dirán esos pseudogurús, mejor no buscarle solución. Sería esperanzador que se quitasen las máscaras.