‘Un partido sin margen de error’. ‘Llega la hora de la verdad’. El ‘no hay rival pequeño’ frente a los partidos contra ‘equipos de nuestra Liga’. ‘Las finales no se juegan, se ganan’… El fútbol, ese deporte que inventaron los ingleses y ganaban los alemanes, se caracteriza por esa sufrida retahíla de expresiones manidas que aportan tan poco contenido como ayudan a los futbolistas en sus sufridas intervenciones ante los medios de comunicación. En todas las temporadas, llegados a cierto tramo del calendario, los tópicos se convierten en una constante en boca de jugadores, técnicos y presidentes. Y ahí estamos.
En el Hércules, obvio, no se podía ser menos. Y desde hace varias semanas, ya se están escuchando las frases más tópicas. Aunque verbalizar, hasta donde se sabe, no es sinónimo de llevar a la práctica. La irregular trayectoria del equipo (digna en los partidos del Rico Pérez y deshonrosa en las actuaciones como visitante) todavía, por raro que parezca, no ha despertado el sentimiento más hondo del aficionado alicantino. Aquí, en la terreta, los seguidores se caracterizan por apoyar al equipo en las victorias y dar la espalda en los momentos más complicados. Una marca de distinción alicantina, como la Explanada o la suciedad en las calles.
Extraña, por tanto, que la afición no se haya vuelto contra el equipo (jugadores y/o entrenador) con mayor virulencia en las últimas jornadas. Motivos ha tenido. Aunque parece que las victorias en casa han aparcado, de momento, los gravísimos problemas del equipo lejos del estadio blanquiazul. Pero, como era de esperar, algún día tenía que llegar un tropiezo serio del Hércules en Alicante. Sucedió el pasado domingo, frente a un mermado (por voluntad de su técnico) Getafe. Ese empate unido a la presumible derrota ante el Villarreal, como así fue, deja al equipo blanquiazul más cerca que nunca de los puestos de descenso. Tan sólo la apabullante victoria del Real Madrid frente a un conformista Málaga permite al cuadro alicantino mantenerse en el borde del abismo. Sobre la línea roja. Por ahora.
No hace ni dos meses que el conjunto de Esteban Vigo viajó hasta Gijón con una cifra entre ceja y ceja: doce puntos. La victoria en El Molinón hubiera dado un empujón casi definitivo al Hércules, que pudo regresar del Cantábrico con una holgada renta respecto a los puestos rojos de la clasificación. Pero no lo hizo. Y ahora sólo conserva un mísero punto y va camino del alcanzar el récord de jornadas consecutivas sin marcar fuera de casa. Hasta la fecha, ya ha completado toda una vuelta del calendario. Y lo que queda… La próxima visita, el Santiago Bernabéu
No obstante, pensar en lo que pudo ser de nada sirve. Hasta la fecha, decía, la afición no se ha vuelto contra los jugadores ni el entrenador, excepto en instantes tan concretos como insignificantes. Un recién ascendido (que vagó tres lustros por la categoría de plata y bronce del fútbol español) debería tener el cuerpo preparado para luchar por la permanencia. Pero este Hércules no es un cualquiera. La plantilla, que cuenta con jugadores de reconocido prestigio, no hace justicia a la situación actual en la clasificación. Ahí algo falla. Y del entrenador, qué decir. Desconcierta a todo su entorno. Cada semana, una nueva apuesta sobre el césped sin previo ensayo en el campo de entrenamiento. Alineaciones cambiantes. Jugadores que salen o entran del “once” inicial sin motivos aparentes. Un quilombo que denota falta de rotundidad en la dirección del equipo. Un serio problema cuando el aliento del antepenúltimo sopla con fuerza en el propio cogote. Y a estas alturas y con la nave desnortada, Esteban se pone a pedir explicaciones a los jugadores… Parece tarde, al menos si quiere conservar al autoridad entre la plantilla.
El Almería, el actual colista de la categoría, visita el domingo Alicante. Dicen que representa una final anticipada (!!), a falta de doce jornadas para que ondee la banderola a cuadros. También se habla de que será un partido a cara de perro… Tal vez, se convierta en un juicio popular contra Esteban Vigo, el capitán de un proyecto que hace aguas sin razones aparentes. Situar en Europa el objetivo de este Hércules sería pecar de ambición. Una cualidad, por otra parte, necesaria para crecer. Pero tampoco debe luchar, como igual, con equipos como Almería, Levante, Racing de Santander, Sporting de Gijón, Zaragoza o Deportivo. Por plantilla, no hay color. La diferencia, por tanto, apunta al banquillo. Allí yace Esteban Vigo. Relamiéndose aún de la gloria por la histórica victoria en el Camp Nou, el malagueño disfruta de su primera experiencia entre los grandes. Ya la tuvo como jugador; ahora, como entrenador. La cuasi impecable trayectoria del equipo en el Rico Pérez le ha permitido circular con cierta serenidad por la temporada. Pero esas preguntas que ahora él traslada a los jugadores, ya hace tiempo debieron llegar a su despacho. Pero sin diálogo, todo se vuelve cuesta arriba.
Cumplidos dos tercios del campeonato, las críticas, mesuradas, apenas han tocado a Esteban de refilón. El rédito por el ansiado ascenso a Primera (¿?) le mantiene ciertamente invisible ante los templados reproches de la afición. Pero en el Hércules nada es eterno. Pronto, apuesto, llegará su primera vez. Y, puede, entonces, que no haya una próxima.
En el Hércules, obvio, no se podía ser menos. Y desde hace varias semanas, ya se están escuchando las frases más tópicas. Aunque verbalizar, hasta donde se sabe, no es sinónimo de llevar a la práctica. La irregular trayectoria del equipo (digna en los partidos del Rico Pérez y deshonrosa en las actuaciones como visitante) todavía, por raro que parezca, no ha despertado el sentimiento más hondo del aficionado alicantino. Aquí, en la terreta, los seguidores se caracterizan por apoyar al equipo en las victorias y dar la espalda en los momentos más complicados. Una marca de distinción alicantina, como la Explanada o la suciedad en las calles.
Extraña, por tanto, que la afición no se haya vuelto contra el equipo (jugadores y/o entrenador) con mayor virulencia en las últimas jornadas. Motivos ha tenido. Aunque parece que las victorias en casa han aparcado, de momento, los gravísimos problemas del equipo lejos del estadio blanquiazul. Pero, como era de esperar, algún día tenía que llegar un tropiezo serio del Hércules en Alicante. Sucedió el pasado domingo, frente a un mermado (por voluntad de su técnico) Getafe. Ese empate unido a la presumible derrota ante el Villarreal, como así fue, deja al equipo blanquiazul más cerca que nunca de los puestos de descenso. Tan sólo la apabullante victoria del Real Madrid frente a un conformista Málaga permite al cuadro alicantino mantenerse en el borde del abismo. Sobre la línea roja. Por ahora.
No hace ni dos meses que el conjunto de Esteban Vigo viajó hasta Gijón con una cifra entre ceja y ceja: doce puntos. La victoria en El Molinón hubiera dado un empujón casi definitivo al Hércules, que pudo regresar del Cantábrico con una holgada renta respecto a los puestos rojos de la clasificación. Pero no lo hizo. Y ahora sólo conserva un mísero punto y va camino del alcanzar el récord de jornadas consecutivas sin marcar fuera de casa. Hasta la fecha, ya ha completado toda una vuelta del calendario. Y lo que queda… La próxima visita, el Santiago Bernabéu
No obstante, pensar en lo que pudo ser de nada sirve. Hasta la fecha, decía, la afición no se ha vuelto contra los jugadores ni el entrenador, excepto en instantes tan concretos como insignificantes. Un recién ascendido (que vagó tres lustros por la categoría de plata y bronce del fútbol español) debería tener el cuerpo preparado para luchar por la permanencia. Pero este Hércules no es un cualquiera. La plantilla, que cuenta con jugadores de reconocido prestigio, no hace justicia a la situación actual en la clasificación. Ahí algo falla. Y del entrenador, qué decir. Desconcierta a todo su entorno. Cada semana, una nueva apuesta sobre el césped sin previo ensayo en el campo de entrenamiento. Alineaciones cambiantes. Jugadores que salen o entran del “once” inicial sin motivos aparentes. Un quilombo que denota falta de rotundidad en la dirección del equipo. Un serio problema cuando el aliento del antepenúltimo sopla con fuerza en el propio cogote. Y a estas alturas y con la nave desnortada, Esteban se pone a pedir explicaciones a los jugadores… Parece tarde, al menos si quiere conservar al autoridad entre la plantilla.
El Almería, el actual colista de la categoría, visita el domingo Alicante. Dicen que representa una final anticipada (!!), a falta de doce jornadas para que ondee la banderola a cuadros. También se habla de que será un partido a cara de perro… Tal vez, se convierta en un juicio popular contra Esteban Vigo, el capitán de un proyecto que hace aguas sin razones aparentes. Situar en Europa el objetivo de este Hércules sería pecar de ambición. Una cualidad, por otra parte, necesaria para crecer. Pero tampoco debe luchar, como igual, con equipos como Almería, Levante, Racing de Santander, Sporting de Gijón, Zaragoza o Deportivo. Por plantilla, no hay color. La diferencia, por tanto, apunta al banquillo. Allí yace Esteban Vigo. Relamiéndose aún de la gloria por la histórica victoria en el Camp Nou, el malagueño disfruta de su primera experiencia entre los grandes. Ya la tuvo como jugador; ahora, como entrenador. La cuasi impecable trayectoria del equipo en el Rico Pérez le ha permitido circular con cierta serenidad por la temporada. Pero esas preguntas que ahora él traslada a los jugadores, ya hace tiempo debieron llegar a su despacho. Pero sin diálogo, todo se vuelve cuesta arriba.
Cumplidos dos tercios del campeonato, las críticas, mesuradas, apenas han tocado a Esteban de refilón. El rédito por el ansiado ascenso a Primera (¿?) le mantiene ciertamente invisible ante los templados reproches de la afición. Pero en el Hércules nada es eterno. Pronto, apuesto, llegará su primera vez. Y, puede, entonces, que no haya una próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario