Pensaba aprovechar los últimos minutos de un intenso día para dejar por escrito una reflexión que me ha ocupado desde primera hora de la mañana. Sin embargo, el espectáculo europeo del Schalke-Athletic me ha dejado aquí, frente al ordenador, bastante más tarde de lo inicialmente previsto. Al margen de cuestiones menores, como el fútbol, la jornada ha tenido un único protagonista, la huelga general. El primer paro contra el Gobierno de Rajoy ha centrado la atención de este 29 de marzo. Se ha dicho de todo, casi todo contradictorio, y todos parecen satisfechos. Genial. Cifras y más cifras, como la disparidad de asistentes a la masiva manifestación de esta tarde en Alicante: de los 100.000, según los sindicatos, a las 40.000 personas para la Policía. Pero el pensamiento no gira en torno a la huelga en sí, sino a unas consecuencias muy concretas de la protesta.
Los compañeros de la prensa pararon ayer, miércoles. En Información, según el comité, el 90 por ciento de la plantilla secundó el paro. Si los datos no son exactos, parece que se aproximan bastante. En esta ocasión, no tuve la oportunidad de plantearme parar o seguir con la rutina diaria. Ya saben, los currantes de fin de semana también estamos al margen de esas decisiones. Recuerdo hace año y medio, allá por septiembre de 2010, cuando se convocó la última huelga general. En ese momento decidí no sumarme a las protestas, que sí secundó el comité. Por aquel entonces, me pareció cobarde la actitud abanderada por los representantes de los trabajadores. Dejaron pasar oportunidades y más oportunidades para acabar guarecidos en la confusión de un paro general, pese a que existían razones de peso para encabezar una protesta más contundente y específica. Ahora, sin embargo, sí me hubiera movilizado, ya que defiendo que la relación entre las protestas generales y específicas van muy de la mano. Pero no pudo ser. Ahora, el escenario, aunque a simple vista no lo parezca, ha cambiado lo suficiente como para arrastrar el ‘no’ pasado hasta el ‘sí’ más actual.
Reconduciendo el hilo... Decía que ayer, miércoles, la mayoría de la plantilla del periódico decidió parar. Pero no todos. Una minoría, ejerciendo su derecho al trabajo, acudió a la redacción para sacar adelante el producto como cada día. Y así fue. Hoy, el diario ha ocupado su habitual espacio en los kioscos de la provincia. Y aquí, cuando he dado los habituales 1,10 euros para recoger mi ejemplar, me ha surgido una duda que todavía busca respuesta. Ya con el periódico en la mano, el primer impulso me ha llevado hasta el espacio de la televisión. Quería saber hasta qué página se había llegado. “A la cuarenta”, me he dicho con gesto algo torcido. Poco parece. Luego, de vuelta a la cabeza, he empezado con una ojeada rápida a las páginas. Cuatro de Alicante, una de Elche, otra de provincia, cinco de opinión, dos de economía, mismas de nacional, una de internacional, dos de deportes y otras tantas de cultura, más alguna de publicidad, clasificados, cartelera… De ellas, sólo cinco iban firmadas (al margen, claro está, de las opiniones), mientras que el resto mostraba noticias de agencia (algunas leídas tal cual en los digitales desde la tarde del pasado miércoles).
Y todo esto me lleva a una reflexión ausente de conclusión. ¿Vale todo por salir a la calle? ¿No debe pesar más el prestigio de la marca (que lo hay) que cobrar al lector una edición muy limitada (siendo generosos)? En el debate, ¿dónde debe quedar el derecho ciudadano a la información? Muchas preguntas, aunque nunca son demasiadas... Respetando (y valorando) el esfuerzo de los compañeros (que fue el mío en 2010), dudo de si el silencio de un día muy puntual en el calendario erosiona la reputación de un periódico de referencia. Dudo de si una algarabía mal gestionada (es decir, presentar un producto muy distante de la calidad habitual) puede deteriorar aún más esa imagen trabajada durante décadas. Dudo (y mucho) de que el periódico que he comprado hoy respondiera al valor de 1,10 euros. Dudo de que la hemeroteca deba conservar un ejemplar limitado en sus contenidos. Creo en la honestidad, casi como bandera de la vida. Y creo, por tanto, que el lector se merece siempre un producto digno, a la altura de la marca y al margen de las circunstancias. Hoy, como cada día. Hoy, 29M, también. Dicen que reconocer una limitación te aproxima a la perfección. No sé si tanto. Pero admitir que el silencio también forma parte de la conversación honra todavía más a los profesionales. Lo creo. Hoy hubo una oportunidad... Y se dejó pasar.
Los compañeros de la prensa pararon ayer, miércoles. En Información, según el comité, el 90 por ciento de la plantilla secundó el paro. Si los datos no son exactos, parece que se aproximan bastante. En esta ocasión, no tuve la oportunidad de plantearme parar o seguir con la rutina diaria. Ya saben, los currantes de fin de semana también estamos al margen de esas decisiones. Recuerdo hace año y medio, allá por septiembre de 2010, cuando se convocó la última huelga general. En ese momento decidí no sumarme a las protestas, que sí secundó el comité. Por aquel entonces, me pareció cobarde la actitud abanderada por los representantes de los trabajadores. Dejaron pasar oportunidades y más oportunidades para acabar guarecidos en la confusión de un paro general, pese a que existían razones de peso para encabezar una protesta más contundente y específica. Ahora, sin embargo, sí me hubiera movilizado, ya que defiendo que la relación entre las protestas generales y específicas van muy de la mano. Pero no pudo ser. Ahora, el escenario, aunque a simple vista no lo parezca, ha cambiado lo suficiente como para arrastrar el ‘no’ pasado hasta el ‘sí’ más actual.
Reconduciendo el hilo... Decía que ayer, miércoles, la mayoría de la plantilla del periódico decidió parar. Pero no todos. Una minoría, ejerciendo su derecho al trabajo, acudió a la redacción para sacar adelante el producto como cada día. Y así fue. Hoy, el diario ha ocupado su habitual espacio en los kioscos de la provincia. Y aquí, cuando he dado los habituales 1,10 euros para recoger mi ejemplar, me ha surgido una duda que todavía busca respuesta. Ya con el periódico en la mano, el primer impulso me ha llevado hasta el espacio de la televisión. Quería saber hasta qué página se había llegado. “A la cuarenta”, me he dicho con gesto algo torcido. Poco parece. Luego, de vuelta a la cabeza, he empezado con una ojeada rápida a las páginas. Cuatro de Alicante, una de Elche, otra de provincia, cinco de opinión, dos de economía, mismas de nacional, una de internacional, dos de deportes y otras tantas de cultura, más alguna de publicidad, clasificados, cartelera… De ellas, sólo cinco iban firmadas (al margen, claro está, de las opiniones), mientras que el resto mostraba noticias de agencia (algunas leídas tal cual en los digitales desde la tarde del pasado miércoles).
Y todo esto me lleva a una reflexión ausente de conclusión. ¿Vale todo por salir a la calle? ¿No debe pesar más el prestigio de la marca (que lo hay) que cobrar al lector una edición muy limitada (siendo generosos)? En el debate, ¿dónde debe quedar el derecho ciudadano a la información? Muchas preguntas, aunque nunca son demasiadas... Respetando (y valorando) el esfuerzo de los compañeros (que fue el mío en 2010), dudo de si el silencio de un día muy puntual en el calendario erosiona la reputación de un periódico de referencia. Dudo de si una algarabía mal gestionada (es decir, presentar un producto muy distante de la calidad habitual) puede deteriorar aún más esa imagen trabajada durante décadas. Dudo (y mucho) de que el periódico que he comprado hoy respondiera al valor de 1,10 euros. Dudo de que la hemeroteca deba conservar un ejemplar limitado en sus contenidos. Creo en la honestidad, casi como bandera de la vida. Y creo, por tanto, que el lector se merece siempre un producto digno, a la altura de la marca y al margen de las circunstancias. Hoy, como cada día. Hoy, 29M, también. Dicen que reconocer una limitación te aproxima a la perfección. No sé si tanto. Pero admitir que el silencio también forma parte de la conversación honra todavía más a los profesionales. Lo creo. Hoy hubo una oportunidad... Y se dejó pasar.
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