Empezando un nuevo ciclo festero, con las
Hogueras 2014 todavía como lejano objetivo, resulta casi obligado sentarse frente a una hoja en blanco y dejarse
llevar. Echar la vista atrás, repasando lo vivido estos días a partir de pinceladas, y extraer
conclusiones, siempre cargadas de subjetividad, en un sano ejercicio que cada
año está en la agenda.
Con los monumentos convertidos en
cenizas, recuerdo unas fiestas poco calurosas. Más bien lo contrario... De hecho,
cuando el sol se marchaba a descansar, tapar los hombros nunca estaba de más. Y no sólo han sido frías por las temperaturas, pese a que empezaban con la coletilla del AVE impresa a fuego.
Recuerdo también unas fiestas marcadas
por la crisis. Podemos engañarnos, pero las hogueras de corcho blanco (¿dónde quedará
el cartón-piedra y los materiales nobles?) este año eran más un querer y no
poder. Monumentos con escasos volúmenes, muy vacíos… De hecho, basta con mirar
el primer premio de Especial. Cualquier otro año, una hoguera levantada en
madera no se habría llevado el máximo galardón. Algunos todavía recordamos la
obra maestra que plantó Hernán Cortés tiempo atrás, un caballo de madera que
fascinó a todos… excepto a un jurado marcado siempre por el clasismo de las
obras. Este año, cuando más había donde elegir –trece monumentos, por primera vez
en la historia–, los expertos se han decantado por algo diferente. Era la hoguera
que más presencia tenía, en la que menos se apreciaban los espacios vacíos. Sin
duda. Aunque poco tenía que ver con su hermana mayor, la Oficial que los mismos
hermanos Fonseca construyeron en 2011 para el Ayuntamiento. Ésa sorprendió. Se
llevó la admiración de todos. Bueno, de casi todos, que en Alicante nunca existe la
unanimidad. Este año, en Foguerer, se levantó una copia; decente, sí, que
aprovechó al máximo el espacio para convivir con el riesgo en la cremà, también.
Pero una copia, al fin y al cabo. Una copia merecedora del primer premio. Y ahí
queda todo dicho. Aunque hubo protestas de otras comisiones, como siempre. Pero este
año, por las circunstancias, menos sonoras. No se recuerdan desplantes ni
palabras demasiado altisonantes… Sí se reconocen llamadas. Aunque tampoco había
mucho material con el que argumentar esas protestas. Había lo que había. Y era,
realmente, poco. Muchas hogueras, siendo francos, no hace mucho se las habrían
visto para conseguir algún premio en Primera categoría. Y este año, en cambio,
se han llevado banderín de Especial. Los tiempos… Y estas son consecuencias de la crisis. Sin más. Pero no las neguemos, no miremos hacia otro lado. De poco sirve. Tan sólo para hacer creer que los demás son tontos. Y no, no lo son.
Y para qué hablar de la crítica.
Si las hogueras siempre se habían caracterizado por un sagaz juicio del estado
de la situación, este año ha habido que patear muchos monumentos para encontrar
reproches a todo aquello censurable. Que es mucho. Escasas escenas sobre corrupción,
¡y no sería por material!, se han visto por las calles. Y casi menos ninots
inspirados en esos recortes que han llevado a miles y miles de personas a
manifestarse contra los gobiernos. Pues aquí, extrañamente, cerramos los ojos. Es una tendencia de los últimos años: mejor criticar poco, a ver si se
van a enfadar los que mandan. Inadmisible por donde se mire. Y si ha habido
una hoguera aplaudida por su crítica, como Hernán Cortés, ahora parece que al
menos uno de esos ninots no era genuino, sino una burda copia sacada de
internet. De verdad, ¡cómo está el patio…! Mucho más sencillo ha resultado
encontrar crítica hacia el 21 por ciento de IVA para la Fiesta,
que se añade a la ostentación de pegatinas de censura al impuesto que se
mostraron durante la Exposición del Ninot [Modo ironía ON: un espacio muy al acceso de
quienes deben cambiar la ley]. Pero esta ácida crítica al IVA es algo más que lógica. Ya sabemos: las Hogueras siempre tan endogámicas…
En cuestiones más internas, se ha
aplaudido el cambio del recorrido en la Ofrenda a la Patrona. Será así. No lo vi. Aunque poco he
escuchado del frío desfile que realizaron las Belleas del Foc y sus Damas durante
la Entrada de Bandas. Decenas y decenas de sillas vacías para encontrar una
ocupada a lo largo de las avenidas Alfonso El Sabio y la Rambla. Daba lástima y
transmitía una imagen deplorable. Pero shhhhh, que se enfadan.
Y las mascletàs, otro capítulo para
debatir, más que para recordar. Cada vez suenan menos y peor, escasos ritmos, la originalidad brilla
por su ausencia y, como postre, los problemas con el disparo digital nunca fallan
a su cita en Alicante. Después de seis disparos, sólo dos alcanzaron los
mínimos exigibles para un concurso como las Hogueras. Entre ellas, las
favoritas desde que salieron los carteles. Entre ellas, sin duda, andará el
triunfo. El tercer puesto del podio bien podría quedar desierto. Nadie lo
merece.
Pero si ha habido un acierto
estas Hogueras, ése ha sido el bautizado ‘Mercadito’ de Federico Soto. Un nombre más
que desacertado, todo sea dicho. Pero una barraca amable, abierta al público,
con precios populares, que fue atrayendo poco a poco a la gente hasta
convertirse en una cita obligada en los últimos días de Hogueras. Su carácter
popular, sus buenos precios, la destacable calidad y cantidad de las tapas, la excelente
atención de los camareros, la aplaudida limpieza del entorno… Todo un acierto
de la Federació, patrocinada por Vectalia. Que haya nacido para quedarse.
Y para terminar, una pregunta para
la que aún no he encontrado respuesta. ¿Por qué varias hogueras infantiles –me dicen
que Calvo Sotelo, Alfonso El Sabio, Hernán Cortés, Dámaso Alonso…– se quemaron antes
de que la palmera diera el inicio oficial a la cremà? Cuidadito con estos
detalles... La tradición debe ser ley en las fiestas. Y nada debe prender antes
de la palmera. Nada. Y hasta ahí puedo leer. Porque si nadie habla, no seré yo
quien rompa el silencio. Y sí, me refiero al terrible accidente que acabó con
la vida de un menor en Hogueras. Un accidente que tenía que llegar, ya que
todos hemos sido testigos, si no protagonistas, del mal uso que se hace de la
pólvora en esta ciudad. Los años fueron limando poco a poco el respeto que la pólvora
se merece, hasta llegar a la situación actual. Sin ir más lejos, recuerdo este
mismo año, la noche del 20, en la zona de Carolinas y el Pla. Daba miedo pasar
por según qué zonas, donde niños bien niños jugaban con los petardos como si
fueran inofensivos globos de agua: introduciéndolos en botellas de cristal, en
latas, arrojándolos bajo los coches, lanzándoselos entre ellos, tirándolos
hacia el cielo sin saber muy bien dónde acabarían… Lo extraño es que hayan pasado
tantos años para que un niño muera en Alicante por un petardo. Pero son
accidentes. Y así hay que tratarlos. Sin más concesiones. Ya saben…
PD: Lamentable, una vez más, Canal 9. Durante la retransmisión de
la cremà del Ayuntamiento, según se pudo ver desde el balcón azul, pocos fueron
los que no pasaron por los micrófonos del ente autonómico. Quedó por hablar la
responsable de protocolo, el bedel del turno y el local que esa noche hacía
guardia en el acceso de la plaza Santísima Faz… En cambio, se escucharon las
voces de las Belleas del Foc, Beatriz y Martha; el presidente de la Federació de Fogueres,
Manolo Jiménez; responsables de los Bomberos y de los cuerpos de seguridad,
curiosos que esperaban ver cómo se quemaba la Hoguera Oficial… ¡Ah! Y el molt
honorable, don Alberto Fabra, faltaría... En cambio, no se supo nada de la alcaldesa de Alicante, Sonia
Castedo, anfitriona de la noche. Lo dicho: si no la quieren, que la destituyan.
Pero mientras siga ostentando el cargo de máxima representante de los
alicantinos (ganado en las urnas, no como otros), le deben permitir que ejerza
como tal. Igual que en la llegada del AVE. ¡Igualito!
PD 2: Y un consejo, ya para 2014. Recomiendo recuperar la esencia
de la Nit de la Plantà, pasear por las calles en la noche del 20 de junio. Poco
a poco se ha ido perdiendo la magia de esa cita. Pero con todo, resulta muy
gratificante recorrer las comisiones y ser testigo de cómo se levantan los
monumentos o se ultiman los detalles a la espera de la visita del jurado. Los
nervios, la tensión, las ganas de fiesta, las bacores sobre las mesas, los esqueletos de las hogueras a la vista…
Con cámara en mano, piernas para completar varios kilómetros y curiosidad en la
mirada se puede disfrutar de una agradable noche. Este año, cumplí. Y bien que
me alegro.