De nuevo, el límite en la libertad de expresión salta a la palestra. En esta ocasión, el afectado es un periodista -cómo no-, aunque la novedad reside en quién ha fijado esa difusa línea: los directivos del periódico en el que trabaja (trabajaba, perdón). Ya en el titular de este post se pueden ver las dos formas de enfocar el tema, su ambivalencia: ¿Valiente o excedido en sus valoraciones? Depende, diría un gallego.
La noticia al respecto señala que «el rotativo 'El Día de Ciudad Real' ha despedido a Carlos Otto-Reuss Cantón, uno de sus redactores, después de que el periodista publicara en su blog personal un artículo sobre la no concesión de la licencia de vuelo por parte del Ministerio de Fomento al Aeropuerto de Ciudad Real».
La empresa, por su parte, basa su decisión en un «comportamiento anómalo y contrario a las normas de buena fe y confianza». En la carta de despido se dice: «... Al haber adoptado Vd. una actitud que puede ser calificada de incomprensible al confundir de manera imprudente el constitucional derecho a la libertad de expresión y la sana crítica con el tratamiento injurioso y vejatorio empleado contra distintas personalidades...».
Responsables del periódico señalan que la medida se ha llevado a cabo ante un comportamiento «que no puede ser tolerado a los profesionales que trabajan en este medio de comunicación».
Por su parte, el bloguero, y ahora periodista en paro, explica que cuando el domingo leyó unas afirmaciones del presidente de la promotora del aeropuerto, se «indignó tanto» que el lunes por la mañana antes de ir a la redacción a trabajar, decidió hablar sobre ello en si blog.
Sin embargo, además de arremeter contra el máximo responsable aeroportuario, el redactor también atacó a uno de los principales accionistas de la infraestructura, Domingo Díaz de Mera, que, desafortunadamente, es el propietario del periódico para el que trabajaba. Lo definió como «el verdadero capo culipardo», por tener en su haber, además, numerosas empresas de construcción, inmobiliarias, varios medios de comunicación de Ciudad Real y ser el presidente del principal club de balonmano de la localidad.
Hasta aquí la noticia. Ahora, dejando de lado este caso concreto y generalizando al total de la profesión: ¿Hasta qué punto el periodista es dueño de sus palabras? ¿Hasta qué punto un periódico puede controlar las opiniones que vierta un redactor suyo como persona y no como profesional? ¿Hasta qué punto el ‘nombre/firma’ del periodista pertenece a la empresa y no a la persona? ¿Hasta qué punto un puesto de trabajo puede estar por encima de la conciencia ciudadana de un periodista/persona? ¿Debe una persona atacar ‘la mano que le da de comer’? ¿Es factible separar profesión y persona si hablamos de un periodista? ¿Le debe el redactor lealtad a su medio de comunicación?
¿Dónde están todos estos límites? En este caso, no acuso, sólo pregunto.
La noticia al respecto señala que «el rotativo 'El Día de Ciudad Real' ha despedido a Carlos Otto-Reuss Cantón, uno de sus redactores, después de que el periodista publicara en su blog personal un artículo sobre la no concesión de la licencia de vuelo por parte del Ministerio de Fomento al Aeropuerto de Ciudad Real».
La empresa, por su parte, basa su decisión en un «comportamiento anómalo y contrario a las normas de buena fe y confianza». En la carta de despido se dice: «... Al haber adoptado Vd. una actitud que puede ser calificada de incomprensible al confundir de manera imprudente el constitucional derecho a la libertad de expresión y la sana crítica con el tratamiento injurioso y vejatorio empleado contra distintas personalidades...».
Responsables del periódico señalan que la medida se ha llevado a cabo ante un comportamiento «que no puede ser tolerado a los profesionales que trabajan en este medio de comunicación».
Por su parte, el bloguero, y ahora periodista en paro, explica que cuando el domingo leyó unas afirmaciones del presidente de la promotora del aeropuerto, se «indignó tanto» que el lunes por la mañana antes de ir a la redacción a trabajar, decidió hablar sobre ello en si blog.
Sin embargo, además de arremeter contra el máximo responsable aeroportuario, el redactor también atacó a uno de los principales accionistas de la infraestructura, Domingo Díaz de Mera, que, desafortunadamente, es el propietario del periódico para el que trabajaba. Lo definió como «el verdadero capo culipardo», por tener en su haber, además, numerosas empresas de construcción, inmobiliarias, varios medios de comunicación de Ciudad Real y ser el presidente del principal club de balonmano de la localidad.
Hasta aquí la noticia. Ahora, dejando de lado este caso concreto y generalizando al total de la profesión: ¿Hasta qué punto el periodista es dueño de sus palabras? ¿Hasta qué punto un periódico puede controlar las opiniones que vierta un redactor suyo como persona y no como profesional? ¿Hasta qué punto el ‘nombre/firma’ del periodista pertenece a la empresa y no a la persona? ¿Hasta qué punto un puesto de trabajo puede estar por encima de la conciencia ciudadana de un periodista/persona? ¿Debe una persona atacar ‘la mano que le da de comer’? ¿Es factible separar profesión y persona si hablamos de un periodista? ¿Le debe el redactor lealtad a su medio de comunicación?
¿Dónde están todos estos límites? En este caso, no acuso, sólo pregunto.
1 comentario:
Todos estos planteamientos tienen cabida en un gran debate.
El principal problema que le veo a este tema son los intereses que tienen detrás la mayoría de medios.
Mientras un propietario de un periódico sea dueño de otra empresa mal vamos. Podrán defender la libertad de los periodistas pero cuando les toca algo suyo ya vemos lo que le ha pasado al chico este.
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