Poco después del fatal desenlace de Rayan, el bebé que falleció como consecuencia de una negligencia en el madrileño hospital Gregorio Marañón, irrumpió con fuerza la figura del Rey de Marruecos, Mohamed VI. Todo un adalid de la hipocresía. El monarca anunció que cedía su avión para trasladar los restos mortales del pequeño en cuanto diese permiso la Justicia española. Puro fariseísmo.
Un gesto digno si no llegase de manos manchadas como lo son las de la máxima autoridad marroquí. Líder de un país donde la democracia ni se conoce ni se espera. Un mandatario que puede alcanzar cualquier estatus, pero nunca ser un ejemplo.
Sobra decir que la muerte de Rayan es una tragedia y un motivo de alerta para el Sistema Sanitario Español. Pero, digo yo, no será ahora Marruecos el «elegido» para darnos lecciones. Un país del que huyen sus conciudadanos, poniendo en serio peligro sus vidas en travesías en pateras. Y todo, para encontrar esas oportunidades que se les niegan en Marruecos, dado el nulo futuro que les depara dentro de sus fronteras.
Leía ayer en cadenaser.com que «El Rey de Marruecos Mohamed VI se implica personalmente en el caso del pequeño Rayan». Bien está, pero ya se podía implicar en mejorar las condiciones de vida de los marroquíes que malviven en su país. De aquéllos que no pueden o no tienen las agallas suficientes para poner su vida en juego camino del sueño europeo.
Ahora, vista la gentileza de Mohamed VI, me cuestiono si esta desgraciada muerte será un punto de inflexión y, partir de ahora, el Rey de Marruecos enviará a España su avión privado para repatriar los cadáveres de todos sus compatriotas que mueran buscando un futuro mejor... Me extraña, pero esperaré.
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