Existen personajes que no saben digerir el hipotético poder que ejercen. Un poder que nadie les ha dado, pero que detentan ante la mirada impotente de los profesionales de los medios de comunicación. Un estatus fruto de un puesto laboral –ganado a dedo al que, por lo general, se tarda mucho más en llegar que en dejar hueco al siguiente de la lista. Es lo que tiene el «enchufismo», camuflado bajo eufemismos como «personas de confianza», «asesores»…
Entre estos privilegiados puestos, que te hacen sentir lo que no eres, se encuentran los directores de comunicación. Y su último ejemplo de actitud indebida, propia de épocas dictatoriales, ha estado a cargo de Manel Fran i Trenchs, director de Comunicación del Ministerio de Trabajo. Todo un déspota el señor.
Estas actitudes forman parte del día a día en el Periodismo, y en ínfimas ocasiones existen consecuencias ante maneras tan inaceptables. Pero, dada la trascendencia que ha tenido este caso, alguna secuela debería dejar. Sin duda, el ministro tendría que destituir (y de manera fulminante, a estas alturas imposible) a su responsable de comunicación, ya que dudo que haya sido una actitud fruto de un mal día. Mucha casualidad sería.
Por desgracia, las formas de estos jefes de prensa (o similares) no son proporcionales al cargo del que son responsables de la comunicación. Es decir, la prepotencia del Dircom de cualquier ministro (verbigracia) no tiene por qué superar a aquél que trabaja para un conseller o del que lo hace para un simple concejal... Y voy a detenerme ahí, porque hay mayores pecadores en instituciones sobrevaloradas.
Ojalá, algún día, estos «profesionales» se centren en llevar a cabo una de sus principales labores, como es facilitar el trabajo a los medios de comunicación. Buenas prácticas ya existen, incluso en Alicante tenemos ciertos ejemplos, pero están en peligro de extinción.
Entre estos privilegiados puestos, que te hacen sentir lo que no eres, se encuentran los directores de comunicación. Y su último ejemplo de actitud indebida, propia de épocas dictatoriales, ha estado a cargo de Manel Fran i Trenchs, director de Comunicación del Ministerio de Trabajo. Todo un déspota el señor.
Estas actitudes forman parte del día a día en el Periodismo, y en ínfimas ocasiones existen consecuencias ante maneras tan inaceptables. Pero, dada la trascendencia que ha tenido este caso, alguna secuela debería dejar. Sin duda, el ministro tendría que destituir (y de manera fulminante, a estas alturas imposible) a su responsable de comunicación, ya que dudo que haya sido una actitud fruto de un mal día. Mucha casualidad sería.
Por desgracia, las formas de estos jefes de prensa (o similares) no son proporcionales al cargo del que son responsables de la comunicación. Es decir, la prepotencia del Dircom de cualquier ministro (verbigracia) no tiene por qué superar a aquél que trabaja para un conseller o del que lo hace para un simple concejal... Y voy a detenerme ahí, porque hay mayores pecadores en instituciones sobrevaloradas.
Ojalá, algún día, estos «profesionales» se centren en llevar a cabo una de sus principales labores, como es facilitar el trabajo a los medios de comunicación. Buenas prácticas ya existen, incluso en Alicante tenemos ciertos ejemplos, pero están en peligro de extinción.
1 comentario:
Bien dicho.
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