La ocurrente frase supuso el punto final a la retransmisión de la esperada –en un primer momento– e inolvidable –a la postre– visita al Camp Nou. Trece años después, que no son pocos, el Hércules se disfrazaba de Abeja Maya para acudir al estreno en casa del actual campeón de Liga. La empresa destilaba aires heroicos. Y
así fue. El conjunto alicantino se presentó en el maltrecho terreno de juego (no sólo en Alicante hay problemas con la hierba) sin miedo, con un planteamiento férreo en defensa y valiente en ataque. Abajo, todos colaboraban. Arriba, varios se descolgaban para llevar peligro hasta la portería de Valdés.
El resultado es conocido por todos. Y esta vez, con argumentos. La suerte pasó de puntillas por las posteriores crónicas de los analistas deportivos, en las que sí se destacaron el atrevimiento de un recién ascendido con sueños europeos. Tal vez es volar muy alto (y ya se sabe la proporcionalidad entre altura y heridas tras el golpe), pero los mediocres no salen en los libros de Historia.
La gesta la viví en la Redacción, igual que la última victoria oficial del equipo. Entonces, a mediados de junio, la tensión era máxima. Ganar o ganar en Irún. Ése era el único camino hacia la Primera División. Bueno, luego se descubrieron otros atajos, carentes de clase y ajenos a la legalidad. Pero, parece ser, igual de válidos. El partido del Camp Nou arrancó, como dejaba entrever, envuelto en una atmósfera más relajada, sin la presión de sentirte favorito para alcanzar el objetivo… Sin embargo, con el paso de los minutos y la seriedad del equipo de Esteban Vigo, los nervios quisieron estar presentes, aunque, a esas alturas, aún con carácter testimonial. Así, hasta la falta de Mascherano a Drenthe, merecedora de segunda amarilla, todo sea dicho. El extremo holandés, errático hasta ese instante, mandó el balón hasta la cabeza de Abel Aguilar, que a su vez peinó hacia la meta blaugrana, donde aguardaba Valdés. La puntera de Abraham Paz puso a prueba los reflejos del meta catalán, que nada pudo hacer ante el posterior oportunismo del paraguayo, el nuevo ídolo del afición alicantina. Valdez protagonizaba la sorpresa, todavía provisional, de la recién iniciada Liga española. El Barça, con lo que ese nombre lleva implícito, se situaba por detrás en el marcador… Pero aún tenía tiempo para remontar.
Con todo, el tiempo fue pasando y el Hércules, a su vez, ganando en autoestima. Tanto que un fallón David Cortés entendió a la perfección la jugaba que le marcó Tiago. El portugués avanzó por la derecha, sin oposición, hasta que vio a Valdez, otra vez el paraguayo, al borde del área. Puso el balón atrás y el ´killer´ mandó el esférico lejos del alcance de Valdés. Más diferencia en el marcador.
Con el 0-2, los nervios también aumentaron… Dejé de vivir el fútbol sobre la silla, las ocasiones para sentenciar el partido se fallaban y los paseos en torno al monitor se multiplicaban. Oportunidad de gol, lamento, y apunte en la libreta. Oportunidad de remontada, alivio, y otra raya en el papel. Porque el actual Barcelona no entiende de compasión y sí de crueldad. Con un electrónico de fotografía, iba a ser muy atroz dejar escapar la victoria a escasa media hora del final del encuentro. Pero todo podía ser. Aunque no fue. Y los tres puntos se empaquetaron para viajar, en una noche de ensueño, hacia Alicante.
Así, a grandes rasgos, hubiera sido la crónica personal de un nuevo sueño hecho realidad. De la segunda victoria del Hércules en el Camp Nou. La primera, en mi casillero particular, con plenos recuerdos de la hazaña. Y ahí está el destino, que se encarga de trastocar la realidad, aunque ésta se fundamente en un sueño casi imposible.
Pero el partido, esa ilusión inicial, transformada en tensión con el transcurso de los noventa minutos, siempre estuvo marcado por una imagen. Un recuerdo cambiante. A veces, alegre, por ser testigo de ese homenaje a su memoria. Otras, las más, enojado, por comprobar cómo la vida no entiende de justicia humana ni de méritos contraídos.
Un modélico herculano, como pocos se dejan ver, había dado por
finalizada su batalla contra la muerte apenas unas horas antes de que los blanquiazules aparecieran por el túnel de vestuarios del Camp Nou. Desde el jueves, rivalizó con las estadísticas para seguir entre los vivos, pero un implacable derrame cerebral dejó mujer, hijo y una ciudad trastocada.
Era un referente en el periodismo local, su firma era de obligada lectura en el repaso diario de la prensa. Y todo porque su punto de vista destilaba sensatez. Decía, que en un principio conocí su firma, luego me hice habitual de sus artículos y, casi por último, le puse cara a ese periodista. Había coincidido con él en los quehaceres profesionales, pero nunca se había dado la oportunidad de mantener una conversación reposada. Nunca… hasta el pasado mes de junio, poco días antes de que el Hércules se confirmada entre la élite del fútbol español. Entonces,
una cena reunió a los amigos del Facebook de Castedo. En torno a una mesa, cercana a la protagonista del encuentro, nos sentamos los periodistas: los representantes de La Verdad e Información. Las conversaciones, poco a poco, se fueron atomizando, hasta que a sus preguntas tan sólo llegaban mis respuestas, y viceversa. Así, con el destino de por medio, puse cara a esa firma que me había acompañado desde antes de entrar en la Facultad. Me transmitió confianza. Tanto que, por momentos, tuve la sensación de hablar con un joven proyecto de periodista. Mostraba ilusión por el trabajo diario (no como la mayoría de su generación), así que intentamos poner solución a los problemas que atormentan al oficio y, sobre todo, hablar como si fuéramos compañeros (lo que éramos) y no competencia (a ver si aprenden los jóvenes dinosaurios de la parcela deportiva).
En la conversación estuvo muy presente el equipo de Alicante, nuestro Hércules. El sábado, maldiciones de la vida,
José Picó faltó en cuerpo a la épica victoria de los blanquiazules en el Camp Nou. Aunque su alma, de buena persona (dicen los que le conocieron de cerca) y de gran profesional (confirmo desde mi posición), seguro que guió a Valdez y compañía en su arduo cometido. Él soñó con la victoria. Y su sueño se hizo realidad.