Nunca me dio buena espina. Prepotencia, altanería... Demasiadas cualidades desdeñables para proyectar una agradable impresión en las distancias largas. Con todo, la sociedad (pilotada por los medios de comunicación) le convirtió en apenas unos días en la seña de identidad de la batalla contra el maltrato machista. Un mito poco anónimo, que abusó a conciencia de la repercusión mediática de su aplaudida actitud. Pero el tiempo, que no entiende de profesores ni de universidades, le ha puesto, con mayor velocidad de la que invirtió en su ascenso a los altares, en el antihéroe del momento.
A su reprochable actitud [con una tasa de alcohol que da miedo], se le debe sumar (e incluso, multiplicar) su posterior reacción, propia de tipos soberbios. El primer presidente del Consejo Asesor del Observatorio contra la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid aseguró estar "doblemente feliz" porque "la simpática resolución" que le prohíbe conducir durante diez meses por triplicar la tasa de alcoholemia "le libera" de sus responsabilidades en el órgano autonómico y le “retira un año de conducir y eso es para agradecerlo mucho”. “A mí no me gustan los coches ni conducir, o sea que voy a pasar a una situación fantástica. Con lo cual, simple y llanamente, es un día feliz”, se atrevió a decir “El Profesor”
Que le cesen en el cargo de ese órgano de reciente creación [que vete tú a saber si tiene cometido alguno en la práctica diaria] es de obligado cumplimiento por la presidenta de la Comunidad, la siempre protagonista Esperanza Aguirre. Aunque no deja de ser una anécdota de cariz político y de cara a la galería. Ahora, que el déspota celebre, sin tapujos, la retirada del carné de conducir debería ser condenable, ya no por la vía judicial, sino por la social, la que más hiere y mayor herida deja.
Me produce repugnancia que personas, con un contrastado currículo y que dedican su actividad profesional a la formación de jóvenes universitarios, muestren comportamientos tan deleznables, o poco menos, que el de un maltratador. ¿Dónde queda la ética al tratar con tanta ligereza una sentencia por un delito tan grave? Este ídolo caído, que en su momento apoyó a una mujer indefensa [pese a la versión que dio la protagonista con posterioridad en su periplo por las televisiones], intuyo, nunca apoyó su aclamado comportamiento en una actitud ética, cabal y ejemplarizante. Porque la ética no viene y va, está o no se le espera.
Desde que atravesó Jesús Neira, “El Profesor”, la frontera que va de lo público a lo popular, no cejó en mostrar actitudes envueltas en un exceso de ansia de protagonismo. Y, ahora, por fin, ya ha llegado al cielo mediático. Le ha sobrado un detalle: la caída desde esa altura no da segundas oportunidades.
Mientras él festeja [tal vez, con una copa de vino y un licor] la retirada, eventual, del permiso del conducir, el resto de la sociedad (incluso aquella que le puso más medallas de las que cabían en su pecho) debe celebrar que un conductor imprudente esté unos meses retirado de la circulación. Sólo falta que “El Profesor” quede, por siempre, retirado de los medios. Todos, a buen seguro, saldríamos ganando. Para ejemplos de este calado, mejor seguir buscando héroes.
A su reprochable actitud [con una tasa de alcohol que da miedo], se le debe sumar (e incluso, multiplicar) su posterior reacción, propia de tipos soberbios. El primer presidente del Consejo Asesor del Observatorio contra la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid aseguró estar "doblemente feliz" porque "la simpática resolución" que le prohíbe conducir durante diez meses por triplicar la tasa de alcoholemia "le libera" de sus responsabilidades en el órgano autonómico y le “retira un año de conducir y eso es para agradecerlo mucho”. “A mí no me gustan los coches ni conducir, o sea que voy a pasar a una situación fantástica. Con lo cual, simple y llanamente, es un día feliz”, se atrevió a decir “El Profesor”
Que le cesen en el cargo de ese órgano de reciente creación [que vete tú a saber si tiene cometido alguno en la práctica diaria] es de obligado cumplimiento por la presidenta de la Comunidad, la siempre protagonista Esperanza Aguirre. Aunque no deja de ser una anécdota de cariz político y de cara a la galería. Ahora, que el déspota celebre, sin tapujos, la retirada del carné de conducir debería ser condenable, ya no por la vía judicial, sino por la social, la que más hiere y mayor herida deja.
Me produce repugnancia que personas, con un contrastado currículo y que dedican su actividad profesional a la formación de jóvenes universitarios, muestren comportamientos tan deleznables, o poco menos, que el de un maltratador. ¿Dónde queda la ética al tratar con tanta ligereza una sentencia por un delito tan grave? Este ídolo caído, que en su momento apoyó a una mujer indefensa [pese a la versión que dio la protagonista con posterioridad en su periplo por las televisiones], intuyo, nunca apoyó su aclamado comportamiento en una actitud ética, cabal y ejemplarizante. Porque la ética no viene y va, está o no se le espera.
Desde que atravesó Jesús Neira, “El Profesor”, la frontera que va de lo público a lo popular, no cejó en mostrar actitudes envueltas en un exceso de ansia de protagonismo. Y, ahora, por fin, ya ha llegado al cielo mediático. Le ha sobrado un detalle: la caída desde esa altura no da segundas oportunidades.
Mientras él festeja [tal vez, con una copa de vino y un licor] la retirada, eventual, del permiso del conducir, el resto de la sociedad (incluso aquella que le puso más medallas de las que cabían en su pecho) debe celebrar que un conductor imprudente esté unos meses retirado de la circulación. Sólo falta que “El Profesor” quede, por siempre, retirado de los medios. Todos, a buen seguro, saldríamos ganando. Para ejemplos de este calado, mejor seguir buscando héroes.
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