Poco después de la jornada de huelga general y aprovechando una nueva ocasión histórica, otra más de portadas. Coincidiendo con la concesión, por fin, del Premio Nobel de Literatura al escritor Mario Vargas Llosa, me permito dar una cerrada ovación, un aplauso y una desaprobación. Estas calificaciones a modo gráfico le corresponden a El País, ABC y El Mundo, respectivamente.
La cabecera de Prisa aprovechó una cita de las que se recuerdan con los años para ofrecer una portada sobria y elegante. De ésas que apenas pueden concitar críticas. La imagen, de archivo, muestra un Vargas Llosa muy cercano. El titular, directo, recoge lo único imprescindible, sin concesiones decorativas. Cuando dentro de varias décadas, un lector recupere esta portada para saciar alguna curiosidad, seguro que quedará satisfecho con el tratamiento que se hizo en su día.
El diario de Vocento, por su parte, apostó por seguir la línea marcada en la última época. Máxima preponderancia para la fotografía, cálida como la de El País, con un titular algo más interpretativo. Porque sí, el Nobel es un espaldarazo al español, pero sobre todo un reconocimiento para el autor peruano. Bien traído, también, el calificativo ‘justicia’, después de tantos años en primera fila de las quinielas para el galardón de las letras. Distinto en cuanto al uso de las letras y con un carácter más marcado. Muy ABC, muy correcta. Además, el diario es el único (entre las principales cabeceras nacionales) que no ‘mancha’ la portada con ninguna otra noticia. Otro mérito más.
Por último, El Mundo. Un error por cabezonería. Tal es la fijación del periódico de Pedro Jota por castigar las relaciones entre el Gobierno español y regímenes poco democráticos como, en este caso, Venezuela, que no duda en darle protagonismo a un asunto, ayer, algo secundario. Una noticia propia y muy centrada en la campaña contra Chávez (y Zapatero) que resta importancia al Nobel para Vargas Llosa. No es menos cierto que el escritor hispano colabora con la máxima competencia de El Mundo. Un detalle que escapa a la mayoría de los lectores, pero no a los máximos responsables de los respectivos medios. Tampoco parece necesario recoger una declaración de intenciones de Vargas Llosa, ya como Nobel de Literatura: “Voy a seguir defendiendo el liberalismo hasta el final”. En su haber, y reflejado queda, la máxima actualidad de la foto, única del día. Descabellado, parece sin embargo, la tercera noticia en importancia de la primera. ¿Tan necesario resulta, en una jornada histórica, recoger la reacción de las ministras a la desafortunada expresión de Guerra sobre Trinidad Jiménez? Sobra, y por mucho.
Y hasta aquí este personal e insignificante homenaje a Vargas Llosa. Ojalá, en este 8 de octubre, todos hubieran seguido la pauta de El País, los lectores de hoy lo hubieran agradecido, y los del futuro, también.
Reconozco mi fijación por las tarjetas de presentación de los periódicos. Debe resultar apasionante participar en las obras de construcción de portadas que pasan a la historia. Incluso verlas a distancia. También de aquellas primeras más mundanas, las que pisan los quioscos a diario. La labor del arquitecto, con tantas piezas entre manos, tiene que ser tan excitante como compleja. Desde la distancia parece más fácil errar que dar en la diana. Felicidades, por tanto, para Moreno y Rubido.
Y hasta aquí este personal e insignificante homenaje a Vargas Llosa. Ojalá, en este 8 de octubre, todos hubieran seguido la pauta de El País, los lectores de hoy lo hubieran agradecido, y los del futuro, también.
Reconozco mi fijación por las tarjetas de presentación de los periódicos. Debe resultar apasionante participar en las obras de construcción de portadas que pasan a la historia. Incluso verlas a distancia. También de aquellas primeras más mundanas, las que pisan los quioscos a diario. La labor del arquitecto, con tantas piezas entre manos, tiene que ser tan excitante como compleja. Desde la distancia parece más fácil errar que dar en la diana. Felicidades, por tanto, para Moreno y Rubido.
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