Excelente iniciativa, a priori, la del diario El País con la serie de reportajes Pre-Parados. Un espacio dedicado a los jóvenes, coordinado por periodistas treintañeros, donde se refleja, a las mil maravillas, los deseos y sobre todo las miserias que envuelven las primeras aventuras (y las segundas y terceras, también) en la búsqueda de un lugar en el mercado laboral después de la larga travesía universitaria.
Leer las decenas de testimonios que recoge la página se convierte en un sano ejercicio de memoria. Recomendable para no olvidar lo que nos rodea. Porque todos los que avanzamos a trompicones por nuestra tercera década de vida, esquivando con mayor o menor suerte los baches, conservamos vivencias propias o cercanas similares a las que relatan los jóvenes a los que da voz el diario. ¿Qué hacer al concluir la carrera? ¿Buscar unas prácticas en empresa? ¿Aprender otro idioma? ¿Ampliar currículum con un máster? ¿Jugar a la lotería buscando un empleo relacionado con la formación adquirida? O todo a la vez, por eso de sobrevivir... Esa amalgama de pensamientos, que no siempre se pueden llevar a la práctica, tienen rostro en Pre-Parados, donde se comprueba el resultado de elegir entre uno u otros caminos. Según parece, ninguno es la panacea. Más bien, todos llevan a Roma, a la oficina más cercana del Servef.
Cierto es, por otro lado, que la iniciativa parece algo kafkiana. Tan sólo hace falta mirarla con perspectiva y valorar el contenedor donde se amontonan esas experiencias. Esas desdichas tienen cobijo en un prestigioso diario nacional. Uno de los que repiten para sus adentros una estrofa que viene a decir: “Aprovechemos la firmeza de la crisis para poner a prueba la vulnerabilidad de los jóvenes”. El método Pavlov aplicado al siglo XXI.
Suena desafinado, decía, que un diario como El País ponga en exposición pública las desgracias de los jóvenes en su búsqueda de un empleo digno. ¿Se erigirán como el modelo a seguir por el resto de empresas propias o ajenas al sector de la comunicación? Tal vez, sólo intentar vender normalidad. ¡Quién sabe! Después de lo visto ayer, en las noticias del mediodía de Cuatro, tras recaer el Nobel en manos de Mario Vargas Llosa, todo es posible. Puro negocio.
Leer las decenas de testimonios que recoge la página se convierte en un sano ejercicio de memoria. Recomendable para no olvidar lo que nos rodea. Porque todos los que avanzamos a trompicones por nuestra tercera década de vida, esquivando con mayor o menor suerte los baches, conservamos vivencias propias o cercanas similares a las que relatan los jóvenes a los que da voz el diario. ¿Qué hacer al concluir la carrera? ¿Buscar unas prácticas en empresa? ¿Aprender otro idioma? ¿Ampliar currículum con un máster? ¿Jugar a la lotería buscando un empleo relacionado con la formación adquirida? O todo a la vez, por eso de sobrevivir... Esa amalgama de pensamientos, que no siempre se pueden llevar a la práctica, tienen rostro en Pre-Parados, donde se comprueba el resultado de elegir entre uno u otros caminos. Según parece, ninguno es la panacea. Más bien, todos llevan a Roma, a la oficina más cercana del Servef.
Cierto es, por otro lado, que la iniciativa parece algo kafkiana. Tan sólo hace falta mirarla con perspectiva y valorar el contenedor donde se amontonan esas experiencias. Esas desdichas tienen cobijo en un prestigioso diario nacional. Uno de los que repiten para sus adentros una estrofa que viene a decir: “Aprovechemos la firmeza de la crisis para poner a prueba la vulnerabilidad de los jóvenes”. El método Pavlov aplicado al siglo XXI.
Suena desafinado, decía, que un diario como El País ponga en exposición pública las desgracias de los jóvenes en su búsqueda de un empleo digno. ¿Se erigirán como el modelo a seguir por el resto de empresas propias o ajenas al sector de la comunicación? Tal vez, sólo intentar vender normalidad. ¡Quién sabe! Después de lo visto ayer, en las noticias del mediodía de Cuatro, tras recaer el Nobel en manos de Mario Vargas Llosa, todo es posible. Puro negocio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario