18 de octubre de 2011

Benditos malditos

¿Continúas tú? Sí, claro. Buenas tardes a todos. Me llamo Carolina y soy perio... Bueno, hace dos años, me licencié en Periodismo por la Universidad Miguel Hernández de Elche. En el último curso, ya fuera de la Facultad, he cursado un Máster en Comunicación Política, en la Autonóma de Barcelona, que estoy a punto de terminar... Me falta el proyecto final y poco más. Y al margen de cuestiones académicas, desde segundo de carrera, estoy vinculada a un periódico de la provincia. Primero, en condición de becaria. Y ahora, ya licenciada, peleo en la redacción los fines de semana. No sé qué más contar... Mmmm... Bueno, he elegido la rama investigadora del máster con la mente fijada en un futuro doctorado relacionado, a priori, con la prensa y la política. Pero ya veremos. El tiempo dirá si me aventuro y en qué tema centro mi trabajo. Y nada más... Gracias.

Así ha transcurrido, desde mi óptica, el primer día de clase en el Máster en Comunicación e Industrias Creativas. Se hace llamar así. Un título sugerente, como la mayoría... En este caso, la principal novedad ha estado en el entorno, un lugar ajeno a mi día a día, la Universidad de Alicante. En la presentación de los alumnos, posterior a la del profesorado, he intentado sortear las mentiras intencionadas, pero no he podido evitar las verdades a medias. Sí, esas que edulcoran la realidad y que la hacen accesible para el público en general.

Pero ya pasó. Ahora toca centrarse en esta nueva etapa vital. De nuevo, en las aulas, cuando yo pensaba que la enseñanza reglada ya habia pasado a mejor vida. Pues no. Aquí estamos otra vez. Carpeta bajo el brazo, bolígrafos de distintos colores (sin horteras, que figure en acta) y ganas. No sabría acotar muy bien de qué, pero las ganas, o dile ilusión, se debe convertir en un ingrediente básico en esta aventura.

No va a resultar sencillo que lleguen... y menos echando una mirada alrededor. Ver el estado de ánimo generalizado no ayuda. Tampoco vivir en un grado de indignación casi continuo. Y no hablo del 15O, del 15M o del CR7 de turno. Que también podría servir como ejemplo válido. Hoy, en concreto, mi cuota de cabreo se dirige hacia el País Vasco y la pantomima de la Conferencia de Paz que se ha celebrado en San Sebastián. Ya está todo dicho, pero no está dicho por todos. Que se haga un mínimo movimiento para equiparar víctimas y verdugos nos debería echar a todos a la calle. Pero no. En estos debates, como en la mayoría, la sociedad se deja guiar por los voceros. Y así nos va.


Se nos achaca espíritu rencoroso, que no es el caso, pero me siento incapaz de aceptar un perdón colectivo. Una indulgencia. Me resulta complicado que alguien, ajeno a los círculos abertzales, sea capaz de aceptarla. Pero menos aún si ese olvido viene de una persona que haya vivido de cerca el miedo de la barbarie terrorista. Y ya no hablo de la muerte. Hablo de aquellos que temían cada vez que un familiar ponía un pie en la calle, cuando se subía al coche o cuando cambiaba de recorrido en sus quehaceres diarios por un infame "por si acaso". Una sensación cruel... Por todo ello, y por mucho más, puedo conceder una buena intención inicial a la llamada Conferencia de Paz, pero resulta de broma macabra que los mediadores intenten reescribir una realidad que desconocen, y que aseguren, con pretenciosa modestia, que no vienen a imponer sus criterios. Gracias, caballeros. Y, si hacen el favor, daten bien la declaración final. Mientras, yo recuerdo a El Flaco: maldito de aquel que no quiera el final de ETA, bendito de aquel que no olvide dar voz a las víctimas.

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