12 de octubre de 2011

Las (más de 100) mentiras del corazón



Toca medianoche y echo la cremallera. Lo necesario para disfrutar de los próximos tres días en Madrid ya descansa en la maleta. Por delante, sólo la espera de que amanezca un nuevo día de la Hispanidad, coger el tren Alvia y poner rumbo a la capital. Una de las ventajas de no trabajar entre semana, tal vez la única, reside en la facilidad de organizar escapadas. Que sí, también se puede en fin de semana, pero los días se reducen a la mínima expresión... JA! Esta vez, el musical “Más de 100 mentiras” del maestro Sabina se erige como la principal excusa para poner tierra de por medio. Pero había otras. Siempre las hay. Y más entre amigos. Y como no sólo de canciones se alimenta el ser humano, aunque “El Flaco” sea capaz de componer un menú exquisito, también habrá tiempo para disfrutar de una noche de teatro y de una mañana con Francino. Una combinación cuasi perfecta. Y en ese orden.

Vuelvo al presente. Hago un último repaso por internet y no puedo dejar de sorprenderme con las fotografías que cuelgan algunos compañeros en distintas redes sociales… Debo ser muy radical (sí, lo acepto, mea culpa), pero no acabo de concebir que se aproveche eso del Pisuerga y Valladolid, trasladado a la selección y al Rico Pérez, para inmortalizar ciertos instantes junto a futbolistas del combinado nacional. ¡¡Tronco, que estás trabajando!!. Que no estás ahí para sacar el móvil (un afectuoso saludo a los pringados usuarios de las Blackberrys) y salir guapo al lado de Piqué, Alonso o Casillas. Serán cosas mías, pero no lo entiendo. Y, casi, ni lo respeto. Además, siempre existen mecanismos para evitar tentaciones. Los expertos apuestan por alejarse del foco del deseo. Puedes mantener cierta distancia con la sala de prensa y la zona mixta o cortar por lo sano y ver el partido en el sofá de casa echando definitivamente abajo cualquier deseo incontrolable de quererte tirar al cuello de Xavi, Torres o Llorente. Algunas optamos por la comodidad del hogar, pese a que no seamos de coleccionar instantáneas. A falta de una boca hecha para pedir, llega cierta edad en la que la cabeza te invita a no pagar por un partido de corte amistoso.

Así que tarde casera. A elección. No como otros (eh, Roberto...) que acabarán escondidos entre cuatro paredes para evitar que le pinten la cara, y con razón, por la calle (por la playa, el centro deportivo o el comercial). Tarde de maleta, decía, y de apuntes, trabajos y papeles del proyecto final del máster. ¡Qué pereza! No basta con hacerlos, sino que luego además te toca organizarlos. Buf! Distraigo la mente sincronizando el Iphone (bendito seas) con Itunes. Nuevas canciones, distintas emociones. Late el corazón a ritmos variados. Un poco de música británica y pinceladas estadounidenses, aunque destacan las melodías españolas. Cargo mucho tema romántico, consecuencia irremediable de unos días que han visto cómo varias manos amigas han dejado de estar entrelazadas. ¡Qué le vamos a hacer! Cupido atraviesa una grave crisis de identidad. Aunque no sé encontrarle una explicación, tampoco dar consejos y... ya estoy cerca de firmar mi primer libro (atento, Silvio). Puede que sean efectos de este verano laaaargo donde los haya, de uniones que nacieron con fecha de caducidad, de unos vínculos demasiado interesados, de pares muy dispares o de meros designios del destino... Lo miro con perspectiva y apuesto al último caballo. Se me escapa una sonrisa, sutil y granuja. Irrumpe el ateísmo del corazón.

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