3 de octubre de 2011

"A ti, del que todos se ríen ..."



Apago el ordenador. Apenas pasan unos minutos de la medianoche y ponemos punto final a una larga jornada de domingo que arrancó pronto, a eso de las nueve de la mañana, con la segunda edición de la Media Maratón de Alicante. Aunque, en la ciudad no se habla de atletismo, tampoco de fútbol, pese a que el Hércules continúa en los puestos de privilegio de Segunda División. La ciudad gira en torno al atraco que ayer noche mantuvo en vilo a cientos de personas, testigos directos de un hecho más propio de películas nocturnas que de un sábado más en pleno centro de Alicante. Un asalto, un malo muerto, una persecución, una detención, un secuestro, unas horas de espera y… desactivada una peligrosa banda de delincuentes. Magistral trabajo de la Policía. No obstante, siempre se puede hacer noticia de la anécdota, y me da la impresión de que se va a pasar de una merecida ovación cerrada a la eficiencia policial a una polémica cogida con pinzas. Espero equivocarme, pero huelo a quemado… Así que algún fuego se debe estar avivando en la zona. Los viejos del lugar lo hacen llamar ganas de protagonismo. Veremos en qué queda...

Pero no sólo de atracos vive el hombre. Y menos en Alicante. Aquí necesitamos más emociones… y de las fuertes. No nos conformamos con píldoras concentradas, pedimos torrentes de adrenalina que logren satisfacernos. No es fácil. Pero la CAM siempre está cuando se le necesita. Siempre al lado de los alicantinos. ¿Que queréis emociones fuertes…? Tomad diecinueve tazas. Ya está casi todo dicho. Resumiendo, que a MAFO le pega más el traje de pseuterrorista de la palabra que el rimbombante cargo de gobernador del Banco de España. Oída la voz de ese supervisor que no supo supervisar, tan sólo queda por escuchar a los culpables, a los consentidores y a los cobardes que sólo tienen fuerza para hablar por detrás, off the record, para que otros –con sueldos más modestos, pero mucha más ética y moral– firmen lo que ellos nunca osaron decir dando la cara. Hablamos de esos que enriquecían sus cuentas corrientes con los ingresos legales y auditados de la CAM, esa caja, con una marca tan poderosa como la que más, que han matado, rematado y descuartizado unos pocos, mientras otros muchos acudían impasibles a una escena, más propia de un lienzo de El Prado que de una realidad del siglo XXI. La Justicia dictará sentencia, si eso…, pero la sentencia de la vergüenza, la de estar señalados por la sociedad, debería caer con la misma rotundidad sobre todos ellos. Sin excepciones. Unos por ejecutar el tiro de gracia. Otros, la mayoría, por sujetar a la víctima, amordazarla, impidiéndole que pudiera defenderse.

Y muerta la CAM… No, tranquilos, no nos aburriremos. Ahora leo que Castedo no quiere concederle la entrevista de los cien días a INFORMACIÓN. Sí lo han hecho, como procede, el resto de líderes de formaciones con voz en el Ayuntamiento de Alicante. La han atacado, siguiendo el manual de toda oposición. Cada uno, eso sí, con sus armas. Pero ella no se ha querido defender. Ha renunciado, como los acusados que aceptan su culpa. No lo entiendo. Su amplia experiencia en el barro de la batalla política le debía haber dejado claro, muy claro, que esconder la cabeza, cual avestruz preparando un próximo movimiento, no es la mejor estrategia de defensa en épocas de tormenta. Puedo comprender, incluso, su hartazgo por eso que ella califica de ‘peaje de gobernar’. Yo le pondría otro calificativo, algo distinto, pero ni ese enfado debería ser excusa para que rechace, según leo, valorar sus primeros cien días al frente del Gobierno local tras su reafirmación como alcaldesa en las últimas elecciones municipales. Craso error.

Con todo, ya estamos en el primer lunes de octubre. Primer día que, después de mucho tiempo, no estaré trabajando ni de libranza. Extraña sensación. La nostalgia, no obstante, no llega ahora. Los primeros tentáculos, ya con fuerza, me atizaron el pasado miércoles. Ese día no trabajaba… y empecé a pensar. Y, claro, pocas consecuencias y ninguna positiva. Me brindé a hacer unas horas el jueves, con la excusa de echar una mano en un día con demasiados ordenadores libres. Era una excusa disfrazada de motivo. O al revés, no sé muy bien. Sea como fuera, quedó atrás septiembre y, a velocidad de crucero, ya ha pasado también el primer fin de semana de octubre. Ahora, por delante, dos semanas de supuesto relax. Aunque las últimas prácticas del Máster en Comunicación Política y Electoral no me darán esa tregua. Luego, arrancaremos una nueva época. De regreso a la Universidad. Sin muchas ganas, pero con la necesidad de recuperar la ilusión. Es lo que toca, y como tal debemos aceptarlo y disfrutar la oportunidad. Imagino que la escapada a Madrid, con el musical de Sabina de por medio, ayudará a dejar atrás el pasado. Una lástima. Nunca olvidaré este último año. Lo sé. Una experiencia fascinante, varias carreras de Periodismo concentradas en un solo curso, gracias, por supuesto, a unos compañeros geniales, ya amigos, y a sus continuos y siempre pedagógicos consejos. Las valoraciones individuales se quedan en mí; las generales, son más que públicas. Pero no son horas de pensamientos melancólicos. Las ilusiones que rivalizaron, en un ímprobo esfuerzo, con la realidad en las últimas semanas ya vagan por la cabeza, sin rumbo fijo, buscando una celda donde encontrar acomodo temporal. Primero, para dar vida a la memoria a corto plazo…Y así, hasta que tomen camino hacia el olvido. Cuestión vital. Esas promesas, más allá de porcentajes de éxito, esconden un mensaje de supervivencia: alguien y, al menos, por un momento te tuvo en su pensamiento. Y eso significa estar coleando. Los incrédulos además contamos con una ventaja frente a los soñadores: tal vez seamos menos felices, sonriamos menos a la vida, pero sobrellevamos con mayor perspectiva las contrariedades. Nosotros ya las veíamos venir cuando otros, aquellos locos optimistas, ya hacían planes de futuro. Pobres...


Cierro otro ordenador, el segundo y último del día, con una duda. No es reciente. Tampoco existencial, ni ganas de que lo sea. Pero sí produce cierta curiosidad en mí. ¿Qué ordenador encenderé el próximo sábado? ¿Tendré que encaminar mis pasos hacia la zona de preferente o tribuna…? ¿O quizá fondo sur…? ¿Grada norte? ¡Quién sabe! Es conocido que me gustaría repetir localidad. Pero tampoco es hora de pedir. Habrá que seguir dando. Como hasta ahora.


Pantalla en negro. Vuelvo al papel. Pero al que tiene cierto recorrido. No me acaba de atrapar el último libro de Gabilondo, pero la sonrisa que me sacó de inicio, en la página reservada a las dedicatorias del autor, bien vale un esfuerzo añadido. “A ti, del que todos se ríen cuando dices que quieres ser periodista”. Por nosotros. Nos lo merecemos.

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