18 de enero de 2008

Un genio… que no supo digerir el éxito


Con apenas 15 años, Bobby Fisher se convirtió en el Maestro de Ajedrez más joven de la historia. A partir de ahí comenzó a escribirse la leyenda. Ahora, con 64 años (tantos como casillas tiene un tablero), uno de los grandes ha muerto en su casa de Reikiavik. Tras pasar los últimos años viviendo de la caridad y recluido en su apartamento de la ciudad islandesa.

De origen alemán, Robert J. Fischer nació en 1943 en Chicago. Sufrió, cuando apenas con contaba dos años, la separación de sus padres. A esto le achacan muchos de sus últimos problemas psicológicos. Aprendió tan rápido a jugar al ajedrez que a los 12 años todos los rivales no eran tales para él. Fisher se forjó una fama de niño problemático y adolescente prodigio. A los 14 años venció en el campeonato de Estados Unidos. Su primer gran éxito en el deporte.

Antes de cumplir la treintena protagonizó «la partida del siglo». Con un récord de 19 victorias consecutivas (hito histórico), Fischer se midió al ruso Boris Spassky en la final del mundial en Reikiavik, en 1972. Una partida que fue algo más que una final. En plena Guerra Fría, un norteamericano arrebató el título mundial a un ruso y se convirtió así en el primer estadounidense en lograr tal reconocimiento. Un nuevo hito para Fisher.

A partir de ahí, llegaron las polémicas, y con ellas su ocaso. Enfrentamientos con Estados Unidos le devolvieron a las primeras páginas de la actualidad informativa.

Un genio del deporte que ha acabado sus días casi en la indigencia. Un ejemplo más. Un modelo menos.

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