23 de febrero de 2008

Nos buscan

Javier Pérez de Albéniz habla del Periodismo. ¿Bien? No, claro. Últimamente resulta mucho más sencillo criticar a la profesión, a los profesionales, a todo lo que lleva implícito esta impronta. Qué pena.

Así que os dejo con el artículo. Prefiero que leáis El Descodificador a una defensa personal de la profesión (no tengo el mejor día para esos menesteres... No sé si es una señal o qué es). Reflexionaré.

¿Dónde están los periodistas?

"Los perros de circo saltan cuando su entrenador chasquea el látigo. Pero el perro realmente bien entrenado es el que da una voltereta cuando no hay látigo", George Orwell.

El periodismo agoniza. Los periodistas doblan el espinazo ante las grandes empresas de comunicación y los partidos políticos. La independencia es una utopía, la información libre, una ilusión. Y los redactores, articulistas y reporteros, simples voceros a sueldo de un grupo mediático o una ideología política.

Nunca las empresas de comunicación han ganado tanto dinero y han tenido tanto poder, jamás los periodistas han tenido sueldos tan jugosos. Sin embargo, la profesión se encuentra sumergida en una crisis histórica. Una crisis de conducta, de moral, de ética, de neutralidad. El último ejemplo de esta degradación es la gestión de la información electoral y del famoso debate televisado.

Una lectora me preguntaba en un mensaje: «¿Por qué tienen que elegir los partidos quién les modera? ¿Por qué son ellos, los partidos, quienes establecen el temario y la forma (de los debates)? ¿Dónde están los periodistas de este país?».

Muchos, dando volteretas. Y sin necesidad de escuchar el chasqueo del látigo. Es decir, recogiendo la propaganda que les dan los partidos y vendiéndonosla como información. Un ejemplo: ¿Saben ustedes cómo se genera la información que vemos en televisión sobre los mítines electorales? Pues con las imágenes que los propios partidos proporcionan. Es decir, que no son las televisiones las que graban los mítines. Son los partidos quienes montan sus propios equipos móviles de televisión: instalan sus cámaras donde les interesa, hacen la realización que les conviene, y después envían las imágenes a las cadenas, en ocasiones en tiempo real. Ese regalito envenenado tiene un nombre: «señal realizada».

Para garantizarse que esas imágenes sean la base de la información emitida, y evitar que se les acuse de censura o excesivo control, suelen permitir la entrada de una cámara por cadena. Las cámaras de todas las cadenas se han de instalar obligatoriamente en una zona, el «corralito», de donde no pueden moverse. Una zona que, evidentemente, no permite tomar grandes planos y obliga a las televisiones a utilizar la «señal realizada» que se les facilita.

Los periodistas de verdad se quejan: están en manos de los partidos, de la propaganda. Los jefes, sin embargo, no dicen ni pío: las cadenas se ahorran verdaderas fortunas en equipos, desplazamientos, transmisiones… De esta forma pueden cubrir todos los mítines de la campaña (hoy León, mañana Cádiz, pasado Canarias) con unos costes mínimos.

La solución, bien sencilla, pasaría por adoptar el modelo estadounidense. Un acuerdo entre cadenas para organizarse, compartir los gastos y poder generar ellas mismas unas imágenes de los mítines que compartirían. Al margen de los partidos.

Una alternativa interesante, que devolvería a los medios informativos parte de su independencia. Pero me temo que inviable: piensen que en el primer semestre del pasado año Antena 3, por poner un ejemplo, «sólo» obtuvo un beneficio neto de 115,7 millones de euros. ¡Como para tirar el dinero comprando independencia!

¿El resto de la jornada? Sobredosis política. A las diez de la noche Zapatero era entrevistado por Piqueras en Telecinco. En Antena 3, Matías Prats interrumpía el informativo para presentar a Solbes y Pizarro, que debatirían inmediatamente después. En Canal +, el Atlético de Madrid se jugaba la vida contra el Bolton.

El sentido común me suplicaba que viese al Atlético. Pero el sentido profesional me obligaba a zapear. Muy pronto comprendí que dejar de ver a Forlán para ver a ZP (¿zetapear?) era una pérdida de tiempo: el presidente parecía muy superior intelectualmente a Piqueras. Así que imaginen como estuvo Piqueras.

Lo de Solbes y Pizarro, sin embargo, tenía más morbo. Un morbo que desapareció muy pronto debido al torbellino de cifras y a la superioridad de Solbes, que tuerto pero tranquilo dio un auténtico repaso a un Pizarro inseguro y nervioso. ¿Éste es el gran fichaje del PP? Sí, como lo fueron «Tren» Valencia, Bogdanovic o Gamarra en el Atlético. O Freddy Rincón, Prosinecki o Woodgate en el Madrid.
Poco más que añadir. Estamos dentro de una espiral muy peligrosa. Nosotros veremos hacia dónde queremos llevar nuestra profesión, aquélla que es (fue ya para algunos) nuestra vocación.

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