El árbitro ya miraba el reloj. El partido entre Chelsea y Barcelona apuraba sus últimos instantes. El marcador (1-0) ponía al conjunto londinense en la final de la Champions. Era el minuto 93, sólo faltaba uno para decir adiós al sueño europeo. Durante todo el partido, ni un solo tiro a puerta del equipo de Pep. Ni peligro ni nada parecido. Messi, desaparecido; Etoo, inaudito; Iniesta, frustrado… Confianza, la justa. Tal era mi estado de ánimo que la atención ya rehuía la retransmisión del partido. No acertaba más que a escuchar voces de fondo… Y, de repente, ¡se hizo la luz!
El balón ronda el área inglesa, Etoo lucha la posesión y consigue que el esférico le llegue, de rechace, a Messi. La «pulga» coge a «su chica» y se la cede con generoso a Iniesta, en paralelo a la línea de fondo, besando el suelo… Y ahí, ¡Dios se hizo culé! El manchego, a la cruceta, inalcanzable para Cech… muy cerca del paraíso. En el punto más imposible, destino a Roma.
El balón ronda el área inglesa, Etoo lucha la posesión y consigue que el esférico le llegue, de rechace, a Messi. La «pulga» coge a «su chica» y se la cede con generoso a Iniesta, en paralelo a la línea de fondo, besando el suelo… Y ahí, ¡Dios se hizo culé! El manchego, a la cruceta, inalcanzable para Cech… muy cerca del paraíso. En el punto más imposible, destino a Roma.
Stamford Bridge enmudecía. El barcelonismo extasiaba de placer. Estoy convencida de que la felicidad, si existe, debe ser algo muy similar a lo vivido esta noche. Mejor, no. ¿O sí? La respuesta en dos semanas...
2 comentarios:
Ha sido la cima del placer. Y sufriendo, como debe ser.
Era el gol que soñaba. En el último minuto, cuando el Chelsea ya no pudiera reaccionar. ¡Cómo me pone sufrir dos horas y alcanzar tal orgásmico estado!
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