Con la perspectiva que da el paso del tiempo, y el poso del ya casi olvido, me animo a escribir una reflexión sobre las Elecciones al Parlamento Europeo que tuvieron lugar el pasado domingo. Sí, porque el 7 de junio de 2009 se celebró la elección de los diputados españoles que nos van a representar en UE, aunque muchos ni se hayan enterado (¿La responsabilidad? De los medios y, más aún, de las principales fuerzas políticas).
En un primer momento había pensado extraer los titulares más recurrentes de estos días y dar una visión particular de ellos. Pero he rechazado esta opción, me aburre escuchar siempre lo mismo. Que si la derecha perdona la corrupción (traje de Camps a Alarte) y la izquierda es menos permisiva (debacle socialista en Elche). Que si el PSOE no ha sabido animar a sus fieles (baja participación en los feudos de Cataluña y Andalucía), frente al resuelto votante popular que sabe conjugar playa y urnas (votos en la Comunidad Valenciana y Madrid, por encima de la media nacional). Que si la gente está cansada de Zapatero (derrota abultada), o si Rajoy ha desaprovechado la situación actual para dar un golpe de autoridad sobre la mesa y poner en jaque al presidente del Gobierno (cuatro puntos, sí, pero sin contundencia). Que si Berlusconi… Que si Brown… Que si la extrema derecha… O los fascistas de lo terroristas…
No, definitivamente no me apetece. Prefiero destacar la «atrevida» apuesta del CIS en la encuesta previa a los comicios europeos. ¿Errores de bulto o malas artes? Allá cada uno. Lo que sí es irrefutable es el descalabro de sus predicciones. Peores, casi imposible. Vayamos al lío.
El Centro de Investigaciones Sociológicas, dependiente del Ministerio de Presidencia, apostaba por: Empate técnico entre PSOE y PP, con una ligera (0.6%) ventaja socialista; sin embargo, los ciudadanos le dieron a los populares 3.72 puntos de diferencia. A UPyD le auguraba un 1.3% de los votos y ningún escaño; la realidad le aupó hasta el 2.87% y un representante en el Parlamento. Algo similar le iba a suceder a IU-ICV, quien iba a perder a un diputado; al final, mantuvo sus dos actores en Europa. Y así, una continua sucesión de errores flagrantes. Pero lo mejor, como mandan los cánones, lo dejo para el final. ¿Cuál fue el porcentaje de abstención que barajó el CIS? ¿Un 50?, ¿un 40?, ¿algo menos?, ¿un 30, tal vez?, ¿se arriesgó con un 20? NO, se «suicidó» con un imposible 13.8%. Ni el más optimista del lugar, compadre.
Y, nada, así tiramos el dinero en España: Encuestas absurdas con resultados disparatados. No tenemos remedio. Desde que protagonizamos encuentros interplanetarios… estamos muy creciditos. Demasiado.
10 de junio de 2009
Y sin apenas índice de error... ¡Qué fieras!
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