Disfrutas al máximo de una jornada universitaria de paellas (hoy, tirando a arroz caldoso). Olvidas la cantidad ingente de barro que se ha adherido a tu pantalón (en todo su ser), el agua (nada incolora) que circulaba con total libertad por tus zapatillas, las risas con los compañeros de aventuras investigadoras, las transgresiones que has permitido y en las que incluso has participado, las confidencias con aquellos que ya consideras cómplices, olvidas todo eso cuando, ya en casa, te enfrentas a la noticia de la muerte de Dudo Pavlicic, un caballero del fútbol y un señor de esa vida de la que apenas ha podido disfrutar un suspiro, 45 años. Un adiós precipitado, como otros muchos. Demasiados, cada vez más.
Ante las marchas inexplicables, todo lo demás queda relegado a planos nada principales. Tampoco, obvio, el regreso precipitado de los pasos de Santa Cruz a su ermita. No creo en nada que vaya más allá de lo humano, no. Y, cada vez con mayor frecuencia, tampoco en lo terrenal. Pero existen tradiciones que superan cualquier experiencia divina, como Santa Cruz. Ya en casa, corroboro que la intensa lluvia que ha intentado anegar el polígono de Rabasa (hoy, territorio universitario) también ha afectado a la procesión por excelencia de la Semana Santa alicantina. Una lástima. Aunque ellos, que siempre son más que el resto (más devotos, más valientes, más fuertes y también, por qué no, más interesantes…) han iniciado el paso por las empinadas calles del barrio. Pronto, según relatan las primeras crónicas, se han visto obligados a dar media vuelta y poner las imágenes bajo techo. Normal, pero ellos son así… Chicos y chicas intrépidos, de Santa Cruz…
En la tenue iluminación, también ha contribuido un nuevo contrato roto. Un colega de profesión, otro compañero de batallas al que le ha tocado abrir la insulsa caja de cartón para guardar toda una vida. Muchas tardes de debate en cuestiones de índole nacional e internacional, allá por el primer semestre de 2010… También de fútbol, de política local... de lo que se terciaba. En resumen, buenas lecciones de periodismo que viajan en la mochila. Debates que ahora continuarán, a la fuerza, a través de las movidas redes sociales. No es lo mismo, pero es… De regreso a casa, antes de poner nombre a las sensaciones, sonaba de fondo uno de esos éxitos juveniles que nunca caducan, a los que siempre acompañan recuerdos y que se reconvierten con cada presente vivido. Hoy, esa soledad no pregunta si luce el sol o la luna llena, si la ciudad tiene encanto o la habitación presume de lujo. Esa soledad sabe que aquí llueve, aunque no todo sigue como siempre… El tiempo pasa, pero no a paso lento. No por necesidad... Esa soledad recuerda unas ventanas semiabiertas, una puerta cerrada, unos truenos amenazantes... Imágenes de un jugoso 4 de abril que ya duerme. Se lo ha ganado.
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