Messi lamenta el adiós a Europa, en una foto «nacida para calar», que diría un amigo. |
Somos la leche. Sin ambages. Nos pasamos el día repitiendo que la vida no
es justa. Una afirmación difícil de cuestionar en tiempos como el que nos toca
sufrir. Nos aburrimos de subrayar la injusticia de la vida, decía, y pretendemos
que un juego sí sea justo. Queremos, y creemos que es aún más reprochable, que el fútbol debe
premiar aquello meritorio. Somos la leche. Repito.
No ha sido un buen día. Otro más. Ayer pintó diferente. La vida, sus contrastes. La situación coyuntural, la que se padece
bajo el paraguas de la luz del día, nos hunde cada vez más en la miseria. Y por la
noche, las alegrías ya ni se esperan. Ya ni el opio viene al rescate. El sábado, tocó despedirse con cierta
premura de la Liga. Y hoy, hoy nos han arrebatado el sueño de la Champions. Una
vez combatido el vidrio de los ojos, el consuelo es mínimo. Pero como todo es
susceptible de empeorar, agárrense los machos. A esta semana todavía le quedan dos
citas poco halagüeñas: mañana en el Bernabéu y el domingo en el Martínez Valero.
Es medianoche. Hace minutos ya había cogido la horizontal, pero las constantes
revueltas entre las sábanas no presagiaban la llegada inminente de Morfeo. Me
conozco y sé que no debo. Aún así, me paseo por las redes sociales. El primer
impulso me incita a entrar como elefante (RIP) en una cacharrería en todas las
conversaciones, ya hablen de fútbol, de política, de la vida o de lo divino. Me
controlo. También lo he hecho esta mañana. Me premio por ello. Un amigo me ha
confesado que se ha enamorado de una amiga común, ambos compañeros de batallas.
Ha sido duro escucharle, y más aconsejarle. A veces dudaba sobre quién pronunciaba las palabras. Ya en busca del punto final, venía con la idea de parafrasear a Pep Guardiola, con
una cita que acaba de pronunciar en la sala de prensa del Camp Nou: «No sé ni
lo que siento». No sería correcto. Mejor el silencio elegido a una mentira innecesaria. Más de lo mismo. Como los últimos días... Marcho al encuentro de la mosca. La tse-tse, la llaman. Voy por la sombra.
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