Terminábamos hoy el primer cuatrimestre en el Máster en Comunicación en Industrias Creativas. Y, por eso del último día, la clase ha derivado en una sesión de motivación. Hemos empezado la tarde representado el concepto de ‘felicidad’ en unos post-it que han acabado por dar forma a un improvisado mapa conceptual sobre la pizarra. Se ha dibujado casi de todo: comidas, bebidas, lugares, actividades, personas… El olor de un perfume, la victoria en el Mundial de Fútbol, una mascletà, el sexo, el chocolate, una isla desierta, un cóctel, la música, un perro, la familia… Compartiendo el sentir general, me he decantado por representar (o intentarlo con mi nula capacidad artística) un sol, por eso de la luz; el mar, la calma del Mediterráneo; un pulgar arriba, como gesto de aprobación; una nómina, por el bendito trabajo, y una roca con cara de hombre, en un entendido recuerdo al Castillo de Santa Bárbara. La profesora, en su exposición, ha situado este último post-it en la zona de ‘lugares’, en referencia a Alicante, junto a islas, países de procedencia o viajes previstos… Yo no iba por ahí, pero tampoco he creído conveniente matizar sus palabras. Mi ciudad, sin envoltorios, también ha sido testigo, incluso juez y parte, de muchos instantes de felicidad. No obstante, esa formación rocosa, con perfil árabe y coronada por un castillo que ha llegado a lucir bandera pirata quería representar este Matxo del Castell. Este espacio, que congrega a fieles seguidores pese a ese carácter íntimo con el que nació e independiente al que siempre estará unido, me permite abstraerme del ruido (propio y ajeno) y relajarme frente a un papel en blanco. Sólo por eso, con el añadido de su comprobada lealtad, se merecía una mención en esa nube de papelitos amarillos.
Rescato esta anécdota de los post-it como vehículo para resaltar el grano entre tanta paja. Recuerdo: sol, mar, pulgar, castillo y trabajo… En este rincón, en demasiadas ocasiones, se tiende a amplificar cuestiones negativas frente a otras positivas que suelen pasar algo más inadvertidas. Sin que valga como excusa, imagino que también este cobijo acaba por ser un fiel reflejo de la vida, donde ponemos frente al altavoz un mal gesto y pocas veces un guiño cómplice. Hoy quería revertir esa tendencia y aprovechar estas líneas para destacar el buen hacer de unos compañeros. A veces, ambos colectivos nos vemos como leales enemigos. Yo nunca he avalado dicha tesis... Hablo de los gabinetes de comunicación (o sucedáneos).
Despertaba este domingo y una lectura rápida del Twitter me echó sin miramientos de la cama. Entre los mensajes más recientes, me topé con uno que alertaba de incidencias en la circulación de los trenes en Alicante. Y lo que era un inocente tweet de una amiga y empleada de Renfe acabó por trasladar convoyes, catenarias, contrapesas e hilos de contacto al epicentro de mi jornada. Pero como diría el otro, aquí no estamos para hablar de mí (¿o era al revés…?). Total, al tema. Decía líneas arriba que quería aprovechar este rincón para aplaudir públicamente la labor de un par colegas. Me refería a los portavoces de Adif y Renfe, José López y Tino Ricote, dos ejemplos de profesionalidad durante la jornada de ayer. Era domingo, con lo que eso implica. Los ‘titulares’ no estaban en la redacción, con lo que eso condiciona. Y además nos encontrábamos frente a una situación de crisis, ya que hablamos de la paralización del servicio ferroviario con unos 3.000 viajeros afectados y una treintena de trenes sin poder salir o llegar a Alicante. Pues todo fueron facilidades. Los condicionantes no ayudaban, pero no se volvieron un obstáculo. Y se agradece, porque no resulta sencillo encontrarte con profesionales que sepan gestionar con rapidez la información en situaciones ajenas a la rutina diaria de la nota de prensa. Parece fácil, “tan sólo tienen que explicar lo que pasa, sus motivos y consecuencias”, dirán los lectores que llegados a este punto sean ajenos a las rutinas de los medios de comunicación. Y tienen razón, sí. En cambio, comportamientos como los descritos son casi una excepción. Parecen fáciles... No lo son. El trabajo bien hecho puede necesitar menos dedicación que su opuesto, pero siempre requerirá más tacto, complicidad, voluntad, interés... Lo que se hace llamar profesionalidad. Y ellos, Jose y Tino, hicieron gala de ella. Chapeau!