Aún reflexiono qué puede llevar a un chaval, con un futuro prometedor, un expediente académico intachable y una familia más que acomodada a mover los hilos suficientes para echar por tierra los cimientos que ya le aseguraban, de entrada, una vida fácil. No lo entiendo. Tienes 25 años, hace apenas dos cursos te has licenciado en Económicas; no sólo eso, sino que puedes presumir de ser el mejor de tu promoción (UA-2009); trabajas en la CAM, donde tu padre desempeña un cargo directivo... Pero te debe aburrir la vida que te ha tocado en suerte y optas por enfundarte el traje de Superman (tirando a Batman) para intentar salvar al mundo de los malvados. Y no se te ocurre otra fórmula –ya explicarás dónde has dejado las neuronas que te llevaron a liderar a tu clase en la universidad– que empezar con una campaña tan vulgar como cobarde. Te creías muy listo… Fuiste muy torpe. Todo bajo la presunción, of course.
Emulando a los superhéroes, intentaste ocultar tu identidad enviando a los interventores del FROB correos electrónicos anónimos en los que amenazabas con atentar contra ellos si no incluían en el expediente contra María Dolores Amorós una serie de acusaciones. Pero eras ambicioso en tus propósitos... Y para ello nada mejor que dar la impresión a los receptores de las misivas de que, de no cumplir con tus exigencias, grupos terroristas podrían pasar a la acción. Ahí es nada. ¿Pensabas, en serio, que tus movimientos iban a quedar impunes? ¡Qué pena de materia gris!
Pero tampoco te sirvió con las amenazas, sino que te decantaste por la extorsión. Así, fijaste tu objetivo en la figura del director del periódico líder de la provincia. Tonto, tampoco, claro. En este caso, tras las amenazas… llegó la difamación a través de internet. Tejiste tu propia trampa. ¿No sabes, alma de Dios, que todo queda registrado en la red de redes? No conseguiste tu meta –tras la negativa de publicar en el diario las informaciones contra Amorós que remitiste también a los funcionarios del Fondo de Reestructuración–, por lo que diste otro paso más en tu lucha contra los malvados. Iniciaste una campaña de difamación a través de varios medios digitales y páginas de dudosa reputación (calentitas, vamos). Duras acusaciones, que se acompañaban de un glosario personal con nombre, apellidos, DNI, teléfono y correo electrónico de tus víctimas. Leo, chico ambicioso, que la Policía también te acusa de haber intimidado a la hermana de Amorós. A ella le tocaron las amenazas de un posible secuestro de su hijo menor, además de, según se ha publicado, sufrir tu buen manejo de las webs pornográficas, en las que también insertarse sus datos personales. Todo un hombre. Sí, señor. ¿No pensaste en los damnificados que dejabas en el camino durante tu primera, que se sepa, misión de superhéroe? Demasiadas pesadillas en plenas navidades...
Y es que fuiste muy torpe, perdona la franqueza. Iniciaste una campaña contra los interventores y la hermana de Amorós... Vale. Pero también incluiste entre tus objetivos a un periodista, que denunció públicamente (repito, publicamente) tus maniobras el pasado 22 de diciembre. En el titular, seguro, te tuviste que dar por aludido: “El fiscal investiga un intento de extorsión al director de Información”. Pero, pese a todo, perseveraste en tu lucha por un mundo, supuestamente, mejor. De hecho, agentes de la Brigada de Delincuencia Económica, que esperaron con paciencia el receso de la actividad por las vacaciones navideñas, te cazaron con los dedos sobre el teclado del ordenador de la biblioteca de la Facultad de Económicas de la Universidad de Alicante que utilizabas para intentar evitar que tus mensajes cibernéticos dejaran rastro. Pese a salir publicado en el periódico que la Fiscalía estaba al corriente de tus tejemanejes, seguías enrolado en el envío de correos. ¿Te llegaste a creer el personaje hasta tal extremo para pensar que estabas al margen de la ley? Tu expediente demuestra tu intelecto, pero oculta tu escasa perspicacia. Ya sabes, las notables diferencias entre ser listo o simplemente inteligente.
Imagino tu cara de niño bien cuando se identificaron los nacionales. ¡Vaya poema debió ser! Parece que se te acusa nada menos que de delitos de amenazas, extorsión, contra el honor y de descubrimiento y revelación de secretos a través de Internet. De salir mal el juicio, te podrían caer varios años. Da igual. Acabes en la cárcel o con alguna línea en tu expediente (policial), el susto ya lo debes llevar en el cuerpo. Veremos qué peso judicial cae sobre ti, pero a estas alturas, con apenas 25 años y una vida que tenías muy encarrilada, ya sabes el peso de los grilletes sobre tus muñecas (aunque no te quejarás, los agentes tuvieron el detalle de dejártelos bien holgados). ¡Ay, qué pena de héroes caídos…!
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