La Ley de Medidas de Impulso de la Sociedad de la Información (LISI) ha sido esta tarde aprobada en el Congreso de los Diputados. Quién ha votado a favor o en contra ahora, para mí, es lo de menos. A pocos meses de las elecciones, cada paso está medido y por desgracia estas decisiones no suelen estar apoyadas en argumentos sólidos.
Empiezo a sospechar que nuestro ministro de Industria, Ciencia y Tecnología no sabe lo que es un ordenador. A lo mejor usa uno, pero no debe tener muy claro qué es realmente esa caja a la que le llegan los emails. Es la única explicación posible a su frase de ayer sobre el canon. Atención: «en el caso del disco duro de los ordenadores personales se aplica a los ordenadores multimedia». Me he pasado la tarde intentando entenderlo. ¿Ordenadores multimedia? ¿No son todos los ordenadores multimedia?
La Ley de Medidas de Impulso de la Sociedad de la Información grava un impuesto completamente arbitrario, injusto y sin sentido.El canon compensa a los autores por el derecho a copia privada, es decir, a hacer una copia personal de productos audiovisuales o escritos que hemos adquirido de forma legal. No hay ningún impuesto que justifique la piratería.
Hay tres problemas. El primero es que al pagar el canon se supone que compensamos nuestro derecho a la copa privada pero muchos de los productos que compramos tienen mecanismos de protección anticopia y de protección de derechos de autor que nos impiden ejercer ese derecho.
El segundo es que no todos los productos que compramos con canon se usan para realizar copias privadas de obras protegidas y aún así hay que pagar como si lo fueran. Si compro un CD virgen para grabar fotos hechas con mi cámara digital le estoy dando 22 céntimos de euros a las sociedades de derechos de autor a cambio de nada, y no se puede decir que la SGAE y el resto sean precisamente ONG que merezcan donaciones.
Tercero, que es imposible garantizar que el dinero recaudado esté llegandorealmente al autor que se lo merece. La distribución del dinero del canon tiene las mismas garantías de justicia y equidad que el reparto del contenido de una piñata en el cumpleaños de un niño de primaria.
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