Y al duodécimo día… se vio un amago de perdón. No parece un arrepentimiento sincero, dada la tardanza en dar la cara de Royston Drenthe, y da la impresión de que forma parte de un pacto entre club y jugador para calmar las aguas que tan bravas bajan en los últimos tiempos por la calle del Foguerer José Romeo Zarandieta. Vamos, un mero paripé. Otro más.
Parece un milagro, visto lo visto, que el conjunto alicantino haya escalado hasta la Primera División y se mantenga entre los grandes con cierto decoro. Aunque la clasificación, cómoda hasta la fecha, no alcanza para tapar las vergüenzas de una patética gestión empresarial. Sin excepciones. Con Enrique Ortiz de vacaciones, Miguel Campoy a lo suyo y Valentín... Valentín Botella, como de costumbre, desbordado por los acontecimientos. Sin hablar de un ninguneado Pepe Soto, supuesto responsable de la comunicación (?) de la institución.
El plante del holandés, injustificado por las formas, ha puesto al descubierto lo ya sabido: la escasa capacidad de la directiva blanquiazul para encontrar soluciones ante la cascada de dificultades que siempre sobrevuelan la entidad alicantina. De imponerse, ni hablamos. Los hechos, ahí están.
Desde el principio de la rebelión, a los directivos les costó lo suyo poder establecer comunicación con el extremo... y apenas algunos lo lograron. Así, las contradicciones entre miembros del club fueron la tónica entre el 27 de diciembre y el 3 de enero. Pero lo peor estaba por llegar. Con el internacional ya en El Altet, desde el propio club se le invitó a abandonar el aeropuerto por una puerta trasera. Con esa fórmula, pretendieron dar esquinazo a los medios de comunicación que se agolpaban, a la espera de recoger las impresiones de Drenthe, en la zona de llegadas de la Terminal 1. Bien es cierto, que el holandés no se mantuvo en silencio durante su 'retiro' en Rotterdam, como constataron televisiones y diarios, entre ellos, el periódico 'de las exclusivas', que presumía día tras día de supuestas declaraciones en primicia... Otra más de Inda y compañía.
La propuesta de huida fue la primera brillante idea del Hércules para proteger al jugador que había puesto en entredicho a la entidad ante la mirada curiosa y casi incrédula de los medios nacionales. Como si una víctima apuesta por defender a su agresor ante la opinión pública. Todo un detalle. Y seguimos. Apenas unas horas después del confuso aterrizaje, el presidente Botella anunció que se reuniría con Drenthe la mañana del 4 de enero en las oficinas del Rico Pérez… Allí se citaron periodistas, fotógrafos y cámaras… Y allí, también, conocieron un nuevo movimiento del club para preservar a su polémica ‘estrella’. El máximo dirigente blanquiazul trasladó el encuentro a las oficinas de su empresa. Otro gesto. Un bravo para su ideólogo.
Y como la imaginación siempre puede ir más allá, tras la reunión, el holandés se trasladó hasta el estadio para conversar con su entrenador, Esteban Vigo, el mismo que horas atrás, al término del infausto partido en Mallorca, había desvelado que no se reuniría con el holandés. Otro despropósito, que se quedó en anécdota cuando Drenthe accedió al vestuario a través de la puerta de servicio situada en el fondo sur. Otra artimaña para intentar de nuevo burlar la presión mediática.
Justo un día después, el Rico Pérez fue testigo, ya no sólo de una treta de despiste, sino de una maniobra muy propia del internacional. Otro presunto delito que se quedará impune pese a estar recogido por las cámaras de televisión… Un deja vu. En la memoria general, el rali de Drenthe por la avenida de Dénia, a altas horas de la madrugada, al triple de la velocidad permitida y cerrando los ojos al encuentro de cada semáforo en rojo. Nada de ello tuvo sanción, ni civil, ni penal ni deportiva. El club levantó la mano, el jugador tomó buena nota. Ahora, desde el asiento del copiloto, abandonó el estadio en sentido contrario. Otro punto positivo, intuyo, en su particular hoja de méritos.
Parece un milagro, visto lo visto, que el conjunto alicantino haya escalado hasta la Primera División y se mantenga entre los grandes con cierto decoro. Aunque la clasificación, cómoda hasta la fecha, no alcanza para tapar las vergüenzas de una patética gestión empresarial. Sin excepciones. Con Enrique Ortiz de vacaciones, Miguel Campoy a lo suyo y Valentín... Valentín Botella, como de costumbre, desbordado por los acontecimientos. Sin hablar de un ninguneado Pepe Soto, supuesto responsable de la comunicación (?) de la institución.
El plante del holandés, injustificado por las formas, ha puesto al descubierto lo ya sabido: la escasa capacidad de la directiva blanquiazul para encontrar soluciones ante la cascada de dificultades que siempre sobrevuelan la entidad alicantina. De imponerse, ni hablamos. Los hechos, ahí están.
Desde el principio de la rebelión, a los directivos les costó lo suyo poder establecer comunicación con el extremo... y apenas algunos lo lograron. Así, las contradicciones entre miembros del club fueron la tónica entre el 27 de diciembre y el 3 de enero. Pero lo peor estaba por llegar. Con el internacional ya en El Altet, desde el propio club se le invitó a abandonar el aeropuerto por una puerta trasera. Con esa fórmula, pretendieron dar esquinazo a los medios de comunicación que se agolpaban, a la espera de recoger las impresiones de Drenthe, en la zona de llegadas de la Terminal 1. Bien es cierto, que el holandés no se mantuvo en silencio durante su 'retiro' en Rotterdam, como constataron televisiones y diarios, entre ellos, el periódico 'de las exclusivas', que presumía día tras día de supuestas declaraciones en primicia... Otra más de Inda y compañía.
La propuesta de huida fue la primera brillante idea del Hércules para proteger al jugador que había puesto en entredicho a la entidad ante la mirada curiosa y casi incrédula de los medios nacionales. Como si una víctima apuesta por defender a su agresor ante la opinión pública. Todo un detalle. Y seguimos. Apenas unas horas después del confuso aterrizaje, el presidente Botella anunció que se reuniría con Drenthe la mañana del 4 de enero en las oficinas del Rico Pérez… Allí se citaron periodistas, fotógrafos y cámaras… Y allí, también, conocieron un nuevo movimiento del club para preservar a su polémica ‘estrella’. El máximo dirigente blanquiazul trasladó el encuentro a las oficinas de su empresa. Otro gesto. Un bravo para su ideólogo.
Y como la imaginación siempre puede ir más allá, tras la reunión, el holandés se trasladó hasta el estadio para conversar con su entrenador, Esteban Vigo, el mismo que horas atrás, al término del infausto partido en Mallorca, había desvelado que no se reuniría con el holandés. Otro despropósito, que se quedó en anécdota cuando Drenthe accedió al vestuario a través de la puerta de servicio situada en el fondo sur. Otra artimaña para intentar de nuevo burlar la presión mediática.
Justo un día después, el Rico Pérez fue testigo, ya no sólo de una treta de despiste, sino de una maniobra muy propia del internacional. Otro presunto delito que se quedará impune pese a estar recogido por las cámaras de televisión… Un deja vu. En la memoria general, el rali de Drenthe por la avenida de Dénia, a altas horas de la madrugada, al triple de la velocidad permitida y cerrando los ojos al encuentro de cada semáforo en rojo. Nada de ello tuvo sanción, ni civil, ni penal ni deportiva. El club levantó la mano, el jugador tomó buena nota. Ahora, desde el asiento del copiloto, abandonó el estadio en sentido contrario. Otro punto positivo, intuyo, en su particular hoja de méritos.
Con todo, las predicciones de muchos, allá cuando la temporada daba sus primeros pasos, regresan al primer plano de las conversaciones en los bares de Alicante, donde sólo la ley antitabaco resta cierto protagonismo al ‘caso Drenthe’. En el epílogo de agosto, con la ambiciosa apuesta personal de Enrique Ortiz y las reticencias del técnico, algún visionario ya se preguntó si el rendimiento del holandés sobre el césped iba a compensar sus polémicas fuera del campo. En lo deportivo, puede haber dudas; en lo periodístico, ninguna. Una bomba de racimo en el vestuario, un filón para los medios. Un contratiempo para Esteban Vigo.
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