Hoy puede ser un buen día para la reflexión. Para una mayoría, todavía, es
jornada festiva, y para otros, demasiados, otro día más sin ocupación laboral.
Así, en este Primero de Mayo, hay tiempo para pensar.
Llego del paseo playero, habitual en las mañanas libres, con el interés por
saber cuántas personas han ido a la manifestación convocada en Alicante. En una
lectura superficial, compruebo que la disparidad de cifras ya ha recuperado el
terreno perdido en el arranque de esta ola de movilizaciones. Los sindicatos han
elevado la cifra hasta las 25.000 personas; la Policía, por el contrario, deja
la asistencia en unas 10.000. Una diferencia, cuanto menos, significativa.
Una cifra, yendo más allá, sintomática. Haciendo cálculos someros, apuesto
a que si al número calculado por la Policía se le añade la cantidad de personas que han
elegido la playa para pasar esta mañana del 1 de mayo, entonces, sí es posible
que en las calles de Alicante se haya llegado hasta al número facilitado por
los sindicatos, a esas 25.000 personas.
En este punto, corroboro una conclusión ya casi inmemorial: si los
sindicatos fueran organizaciones de bien, interesadas en defender los derechos
de los trabajadores y todo esas patrañas que dan forma a sus bases, entonces,
repito, invertirían esta tarde en elaborar un pensamiento crítico. ¿Qué concluirían?
Que van por el camino equivocado. No es posible que con la tasa de desempleo
existente en España (aún más dura en la provincia), las agresivas reformas aprobadas
por todo bicho con poder (gobierno centrales, autonómicos…) y demás sólo consigan
movilizar a 25.000 personas (si hacemos el inocente ejercicio de dar
credibilidad a unas cifras hinchadas). No es posible. Y quien lo vea normal,
que me lo explique. Si me convence, incluso contemplo recompensa.
Tampoco refuerza el peso sindical que las principales movilizaciones hayan
sido sectoriales, recordando las 60.000 personas (cifra unánime) que
protestaron por aquellas primeras medidas en Educación. Los ciudadanos
prefieren, como se ha comprobado en los últimos meses, echarse a la calle para criticar
los recortes aplicados en Sanidad, valga el ejemplo, que para alentar jornadas
de carácter sindical, como la de hoy.
Ellos verán, aunque su cuasi
eterna situación contractual aparque el nerviosismo en sus cuarteles generales.
Sólo deben emplear en cuestiones internas ese espíritu crítico al que recurren
para exigir (como debe ser, matizo) una buena praxis a los gobiernos de turno. Puede
que las estructuras decimonónicas hayan quedado anticuadas. Puede que con
cambios de dirección pudieran recuperar la credibilidad perdida. La sociedad quiere
creer, pero no sabe en quién. Y es desolador no poder creer ni en los que presumen ser de los tuyos...
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