1 de mayo de 2012

En quién creer


Hoy puede ser un buen día para la reflexión. Para una mayoría, todavía, es jornada festiva, y para otros, demasiados, otro día más sin ocupación laboral. Así, en este Primero de Mayo, hay tiempo para pensar. 

Llego del paseo playero, habitual en las mañanas libres, con el interés por saber cuántas personas han ido a la manifestación convocada en Alicante. En una lectura superficial, compruebo que la disparidad de cifras ya ha recuperado el terreno perdido en el arranque de esta ola de movilizaciones. Los sindicatos han elevado la cifra hasta las 25.000 personas; la Policía, por el contrario, deja la asistencia en unas 10.000. Una diferencia, cuanto menos, significativa. 

Una cifra, yendo más allá, sintomática. Haciendo cálculos someros, apuesto a que si al número calculado por  la Policía se le añade la cantidad de personas que han elegido la playa para pasar esta mañana del 1 de mayo, entonces, sí es posible que en las calles de Alicante se haya llegado hasta al número facilitado por los sindicatos, a esas 25.000 personas. 

En este punto, corroboro una conclusión ya casi inmemorial: si los sindicatos fueran organizaciones de bien, interesadas en defender los derechos de los trabajadores y todo esas patrañas que dan forma a sus bases, entonces, repito, invertirían esta tarde en elaborar un pensamiento crítico. ¿Qué concluirían? Que van por el camino equivocado. No es posible que con la tasa de desempleo existente en España (aún más dura en la provincia), las agresivas reformas aprobadas por todo bicho con poder (gobierno centrales, autonómicos…) y demás sólo consigan movilizar a 25.000 personas (si hacemos el inocente ejercicio de dar credibilidad a unas cifras hinchadas). No es posible. Y quien lo vea normal, que me lo explique. Si me convence, incluso contemplo recompensa. 

Tampoco refuerza el peso sindical que las principales movilizaciones hayan sido sectoriales, recordando las 60.000 personas (cifra unánime) que protestaron por aquellas primeras medidas en Educación. Los ciudadanos prefieren, como se ha comprobado en los últimos meses, echarse a la calle para criticar los recortes aplicados en Sanidad, valga el ejemplo, que para alentar jornadas de carácter sindical, como la de hoy. 

Ellos verán, aunque su cuasi eterna situación contractual aparque el nerviosismo en sus cuarteles generales. Sólo deben emplear en cuestiones internas ese espíritu crítico al que recurren para exigir (como debe ser, matizo) una buena praxis a los gobiernos de turno. Puede que las estructuras decimonónicas hayan quedado anticuadas. Puede que con cambios de dirección pudieran recuperar la credibilidad perdida. La sociedad quiere creer, pero no sabe en quién. Y es desolador no poder creer ni en los que presumen ser de los tuyos...


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